En contra de las apariencias, así dice una
antigua maldición china. ¿Por qué maldición? Porque en el imperio chino se
sucedían décadas de estabilidad y buen gobierno, en los que la vida era
estable, rutinaria y buena, que apenas se veía alterada en las provincias por
la visita del recaudador de impuestos o por el eco del nacimiento de un nuevo
príncipe o el fallecimiento del emperador allá en Pekín. La vida transcurría
monótona. Sin cambios.
Pero podía ocurrir todo lo contrario, si la
sucesión era problemática o había sublevaciones o golpes de estado.... Entonces
se esperaban con ansiedad informaciones sobre los territorios que ocupaban los
sublevados, día a día se especulaba con la reacción del emperador o los
movimientos de los ejércitos imperiales... El interés por las noticias era
enorme, se especulaba constantemente... Porque se podía estar en peligro y la
vida dependía de ello. Se podían extender los “cuatro jinetes del Apocalipsis”
de nuestra cultura... ¡eran tiempos interesantes! Quizá en el mundo actual, y
particularmente en la sociedad española, pueda ser usada de nuevo esta
maldición china en este comienzo de siglo. En la sociedad española la
corrupción se ha extendido, imparable, desde los partidos del gobierno, por las
empresas, los bancos, hasta el último ciudadano, incluyendo la Casa Real... Además,
la implantación de las autonomías en España nos está dando los únicos frutos
que podía dar, un ramillete de nacionalismos independentistas periféricos y la
irrupción, como respuesta, de una ultraderecha radical en el Estado, cuyas
semillas estaban sembradas pero latentes desde el fin de la guerra civil, que
apela a las armas y a la violencia para protección de las familias, dicen, y
para la protección de la unidad del estado nacional.
Me temo que podemos entrar en una era de
“tiempos interesantes”. Que el “señor” nos coja confesados, se decía antes.
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