Vivancos es un apellido muy mazarronero.
Según lo que he podido averiguar, en Mazarrón ha habido Vivancos desde muy
antiguo. Este apellido aparece ya mencionado en el padrón de los hijosdalgos de
Mazarrón de 1.663, con las personas que “puedan estar prestos y corrientes, con
caballos y armas, para la guardia de ella [la villa de Mazarrón] y defenderla”.
Pero este artículo se refiere a Miguel García Vivancos. Es un pintor naif, tal como reza el título
de la exposición que, bajo los auspicios de la Universidad Popular de Mazarrón,
se ha celebrado desde el 30 de noviembre 2018, hasta el18 de enero de 2019.
Se trata de un pintor nacido en Mazarrón en
1895, en una familia con escasos recursos, que como como tantos mazarroneros,
emigró a Barcelona. Allí desempeñó diversos oficios y ocupaciones pintor de
brocha gorda, cristalero, relojero, estibador del puerto, descargador en el
mercado, albañil, minero… Participó activamente en el movimiento
anarco-sindicalista. Posteriormente, tras la guerra civil se exilió en Francia.
En 1945, con 50 años, entra a trabajar en un
negocio artesanal de venta de pañuelos y cales pintados a mano. Este es el
comienzo de su carrera artística, pues allí aprende descubre y aprende la técnica
de los colores y se adentra en la creación artística. Marcha a París donde toma
contacto con el ambiente artístico de otros exiliados españoles. Conoce a
Picasso quien le anima a continuar pintando en ese estilo sencillo, fresco e
ingenuo, y a partir de entonces se convierte en su principal valedor. Realiza
numerosas exposiciones y sus cuadros pasan a numerosos museos de todo el mundo.
A principios de los años 70 regresa a España, donde fallece en 1972.
La exposición recoge un amplio conjunto de
sus cuadros, todos ellos procedentes de colecciones particulares. Al recorrer
la sala llama la atención la vivacidad del colorido, el detalle de los dibujos,
o la sencillez de los motivos entre los que destacan edificios singulares y
ambientes populares, interiores de viviendas sencillas, grandes jarrones
cuajados de flores o los paisajes rurales y costumbristas plagados de figuras
de trazo infantil.
Sin embargo a mí lo que más me ha chocado de
esta exposición son los paisajes vistos desde el interior, a través de ventanas
abiertas, y que en primer plano, ya en el interior de la vivienda, tienen
generalmente una naturaleza muerta con frutas sobre manteles de encaje y flores
en un jarrón. Para mí, y creo que para Vivancos,
son como una evasión de su ambiente próximo, en busca de una libertad que se
extiende hacia el paisaje circundante.
En resumen una magnífica exposición y un
estupendo catálogo, que merece la pena conservar.
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