¡DEMOCRACIA!, por A.F. García
Lo bueno de la democracia es que da opción de
expresarse y defender su postura a todas las personas, incluso aquellas que no
la comparten o menosprecian.
No hace muchos días oíamos en un medio
televisivo a un militar que decía representar a un millar de este colectivo,
que calificaba de, “bastantes”, tal vez queriendo decir muchos, bastantes ¿para
qué? A mi modesto entender, tiene todo el derecho a hablar y manifestarse, como
cualquier ciudadano; pero debe ser consciente de que, en democracia, representa
a un millar de votantes en medio de los 37 millones de votantes del Estado Español.
Incluso dentro del colectivo de nuestras Fuerzas Armadas, unos 142.000 y unos
80.000 efectivos y que no se pronunció sobre el asunto que deseaba este
general, es una porción muy pequeña. A ellos alguien pensaría añadir los demás
cuerpos de seguridad del Estado como institutos armados. Sumarían unos 300.000.
Con todo el aprecio y respeto a su meritoria
labor, a mi entender, por el hecho de ser un colectivo armado, en democracia, no
tiene por qué ser, social o políticamente, más representativo que otros también
numerosos como el de la enseñanza o la sanidad: unos 700.000 y 1.400.000
respectivamente.
El periodo de la Guerra Civil Española de
1936-1939 y la Dictadura posterior es, a mi entender, uno de los más dramáticos
y oscuros de nuestra historia.
¿Fue necesaria? Lo creí de joven porque así
se hacía creer repetidamente. Según avancé en conocimiento, buscando la verdad,
las dudas surgieron y fueron en aumento. Hipotéticamente se impuso una
dictadura para evitar otra peor. ¿Sería lo que hoy se ha dado en llamar una
guerra preventiva?
Las dictaduras, las que sean, nunca deben ser
una opción. Prefiero una democracia por imperfecta que sea. Considero que una
democracia es imperfecta cuando, de manera adecuada y generalizada, no se
cubren las necesidades básicas de nutrición, educación, sanidad, libertad y
seguridad.
Aquélla, la de la II República, no era
perfecta. La democracia de hoy, siendo mejor, tampoco lo es.
Hasta la década de los sesenta no se recuperó
el nivel económico anterior a la Guerra, según los datos oficiales disponibles.
En lo cultural se truncó de modo irreparable nuestra Edad de Plata.
Ya en el siglo XVI, huyendo de la
Inquisición, se fueron a otros países de Europa destacadas figuras de nuestro
saber. “Heterodoxos Españoles” (M. y Pelayo).
A principios del siglo XIX, el radical corte
de la PEPA, nuestra primera constitución, supuso la salida de algunas decenas
miles de españoles comprometidos.
En esta Guerra salieron algunos cientos de
miles, no todos, por supuesto, del mismo nivel cultural.
Sin embargo, lo más grave es el número de
víctimas mortales, sin precedente en nuestra historia: en el campo de batalla,
al margen del campo de batalla y finalizada la guerra. Los historiadores y
equipos de la memoria histórica ya están dando información y datos, que se irán
aproximando a la realidad. En ningún enfrentamiento anterior murieron tantos
españoles a manos de otros españoles. No es que no haya habido periodos de gran
mortandad, pero se debía a epidemias, como la Peste Negra, hambrunas, que
también la hubo en nuestra posguerra.
En los dos bandos hubo personas de las
diferentes profesiones y de los diferentes sectores sociales, aunque en
diferente proporción. En el campo, generalmente más conservador, parece lógico
que los grandes terratenientes de Andalucía, La Mancha y Extremadura no
aceptaran de buen grado las reformas que ofrecía la República y suponían una
esperanza a las malas de sus jornaleros.
También es lógico que entre el clero y el
sector de la enseñanza la proporción fuera inversa. De ahí el dicho humorista
de que la Guerra fue entre curas y maestros y la ganaron los curas.
Entre los primeros, que sobrevivieron en la
zona republicana, conocí al P. Alberto
Colunga, dominico, traductor de la Biblia, ya octogenario, que vivía según el
Evangelio, la Buena Nueva, con la admiración de unos y otros.
En el sector militar hubo de todo, siendo los leales a la República las primeras
víctimas a mano de los compañeros que se levantaron.
Lo que se está haciendo con la memoria
histórica, que incluye el Valle de los Caídos, y la recuperación de los restos
por parte de sus familiares, debió hacerse antes; pero más vale tarde que
nunca. Es un hábito, un derecho y un
deber de los más arraigados en la conciencia humana desde que el hombre existe,
aplicado en todas las religiones y culturas. No comprendo esa falta de empatía
en personas, que, mayoritariamente, se declaran católicas y defensoras de su
moral. ¿No aparece como una desviación o perversión de esa conciencia
cristiana?.
Está en la opinión pública el qué hacer
después en el Valle de los Caídos de cara al futuro. Modestamente, me atrevo a
dar la mía. Alguien habló de destruir. Yo no soy partidario de que se destruya
nada de cuanto el hombre ha hecho. Sin embargo, muchas veces, demasiadas, se ha
destruido, se ha querido borrar; pero queda la palabra; las piedras, las obras
de arte, los objetos…son mudos sin la palabra, pero la corroboran, son
testimonio.
Me gustaría que fuera un centro cultural, un
centro de interpretación, además de un museo.
La ideas básicas debieran proceder de
historiadores de reconocido prestigio, investigadores del tema, tanto si son
españoles como de otro, valiosos hispanistas. Sería bueno un gran consenso sin
que suponga que cada partido político. A la hora de desarrollar y proyectos se
debiera contar con personas del sector educativo, del arte, del espectáculo…
Los programas deben abarcar desde
exposiciones, ciclos de conferencias, congresos, escenificaciones…que recreen
la vida social y cultural. Se trata de dar a conocer nuestro pasado de manera
clara, agradable y accesible a los distintos tipos de público de cada evento.
Una persona debe saber mirar serenamente a su
pasado, sin traumas. Un país debe aprender a mirar su pasado de modo distante,
objetivo y sereno, sin tabúes. En uno y otro caso, el conocer ayuda a reconocer
y superar errores y evitarlos.
Uno ve en su entorno cómo gran número de
personas, incluso inteligentes y titulaciones académicas se cierran, se niegan
ensanchar el horizonte de la historia de los dos últimos siglos, correr la
cortina para ver detrás, mirar el río desde el otro lado.
Eso es necesario para analizar, reflexionar a
lo que yo, modestamente, invito desde estos renglones. Los leerán unos cientos
de personas, no llegarán a mil.
Para el general Fernández-Monzón eran
“bastantes”; para mí, mi granito de arena, mi pica en Flandes.
Desde principios del siglo XIX, después de la
Guerra de la Independencia, España fue dejando de figurar entre los primeros
estados del mundo, después de más de siglos de gran relevancia. Sus Fuerzas
Armadas también dejaron de tener la proyección internacional que habían tenido
en los tres siglos anteriores. Sus máximos
responsables empezaron a dirigir los asuntos internos del Estado y dejar sus
nombres en algunas de las principales calles de la Capital.
En 1936 el general Franco fue mucho más
lejos. Se alzó en armas contra un gobierno democrático, se hizo con el poder absoluto en una guerra
dura y larga y murió sin haber dejado el poder.
Hasta el último año hubo ejecuciones porque
los enemigos del Régimen eran enemigos de España, como lo eran algunos países
de Europa, que retiraban su embajador como protesta. Sin proyección positiva
hacia el exterior, se ha asignado los principales espacios públicos de las
ciudades y se ha erigido un mausoleo, sin precedentes en nuestra Historia,
mientras el más universal de nuestros poetas, Lorca, asesinado sin delito y sin
juicio, no sabemos dónde yace. ¿Qué se ha erigido en honor de nuestros
personajes de las artes, las ciencias y las letras? ¿Qué a nuestros grandes
héroes del pasado?
¿Esta es la visión que deseamos tener de
nuestro país? Como Quevedo me duele España y hablo con las muchas personas
extranjeras que hay en nuestro entorno de mi gran país sin complejos, salvo ese periodo de 1936-1975,
que no está a la altura del resto de nuestra historia.
Al Caudillo y a su Régimen les sobraban o
estorbaban mucho españoles, buenos ciudadanos incluso ilustres, a los que se
les acusaba de ser enemigos de España, pero cuyo único delito era hacer uso de
la palabra en defensa de la libertad, en contra del Régimen.
Yo quiero una España en democracia, donde no
sobre ningún español, ni siquiera los adictos al Régimen, pero que acepten ser
ciudadanos normales, con voz y voto. No quiero que surjan más salvadores de la
Patria, aunque nuestra democracia les parezca un caos. Déjennos con nuestra
imperfecta democracia. Entre todos la arreglaremos, porque el pueblo español es
un gran pueblo, capaz de crecerse en los momentos difíciles.
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