El
Cabezo del Castellar es uno de los muchos yacimientos arqueológicos de Mazarrón
que se encuentra expoliado desde antiguo. Mis abuelos me contaban que un vecino,
“arqueólogo aficionado”, a principios del siglo XX, había realizado
excavaciones allí y había encontrado bastantes “piezas” que conservaba en su
casa.
Y
efectivamente cuando subes al Cabezo, te encuentras con multitud de trozos de
vasijas de barro diseminados por toda su superficie. También se ven unos restos
de lo que parecen cimientos de edificaciones, que podrían confirmar que allí
hubo, en época romana, almacenes donde se depositaban ánforas de pequeño tamaño
a juzgar por el grosor de las paredes de las vasijas.
Ahora
bien, ¿tiene sentido almacenar algo en lo alto de un montículo de no fácil
acceso? Sí, siempre que se tratase de los almacenes de un puerto para dar
salida a algo bastante valioso, como pudo ser el muy apreciado “garum” de Mazarrón, incluso es posible
que allí arriba hubiese alguna fábrica de salazones, próxima al puerto de
embarque.
Si
se observa con cierto detenimiento, es muy probable que el “muelle” de ese
puerto se encontrase en la zona baja del cabezo, la que mira hacia la playa de
El Castellar, hoy rebautizada por la avidez inmobiliaria como Playa Grande, nombre
que, al parecer, tiene más atractivo turístico. El muelle está al abrigo de los
temporales de levante y podría ser un buen fondeadero para pequeños barcos y
gabarras. Lo que no “encaja” del todo es la poca profundidad que hay en la zona
del posible muelle, ya que únicamente permitiría realizar la carga en barcos de
muy pequeño calado.
Pues
bien, si llegamos a la punta del Cabezo, en la roca que mira hacia el mar
profundo, se pueden ver unas marcas muy pulidas, excavadas en la roca. Y esa
punta es conocida desde siempre por los pescadores como “el roce de las cuerdas”. ¿Es posible que esas marcas hayan sido
producidas por cuerdas? Probablemente sí, pero se trataría de maromas recias,
de las que se utilizan para amarrar barcos grandes. Efectivamente el continuo roce
de estas maromas con la roca por el vaivén de las olas moviendo los barcos
atracados (la profundidad es allí importante), durante mucho tiempo, podría
haber realizado estas erosiones, que llegan a profundizar varios centímetros en
la roca.
Si
no recuerdo mal, se pueden observar allí seis o siete acanaladuras de este
tipo. Por tanto, si es cierta la hipótesis de que allí había un punto de
atraque de barcos de cierto calado, es decir, barcos de gran tamaño, entonces
resulta que el Cabezo del Castellar era un importante puerto desde el que el
preciado garum de Mazarrón era embarcado en grandes navíos para su
transporte directo, y rápido, a Roma. Vamos, algo similar a lo que ocurre
actualmente con el atún rojo del mediterráneo, que es llevado en avión a Japón.
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