DERECHOS HUMANOS (IX), por A.F.García
Artículo 11.
1. “Toda persona acusada de delito tiene derecho a que se presuma su inocencia mientras no se pruebe su culpabilidad, conforme a la ley y en juicio público en el que se le hayan asegurado todas las garantías necesarias para su defensa”.
Esta cualidad, la presunción de
inocencia, fundamento básico de toda ley y del código penal, es muy relativa;
según la predisposición mental del ciudadano, se tiende a sentenciar antes de
tiempo; juzgamos ya en un sentido o en otro.
Si alguien es del grupo de
BILDU, es de ETA, y por lo tanto asesino, aunque es muy posible que no haya
empuñado un arma ni albergue deseos violentos.
La segunda parte de este
apartado es clave para un juicio justo.
Yo recuerdo el llamado “Juicio
de Burgos”, a puerta cerrada, con la garantía de los “GEOS” y un perímetro de
seguridad de decenas de kms.
El tribunal estaba compuesto de
militares, incluso el supuesto abogado defensor. ¿Habría garantías? Ocurría a
principios de otoño de 1975, pocas semanas antes de fallecer el Dictador.
Varios países europeos habían retirado su embajador. El Régimen los calificaba
de enemigos de la patria; pero los miles de españoles que trabajaban en esos
países y los millones de europeos que nos visitaban desmentían con los hechos
semejante aseveración.
2. ”Nadie será condenado por actos u omisiones que en el momento de cometerse
no fueron delictivos según el Derecho nacional o internacional. Tampoco
se impondrá pena más grave que la aplicable en la comisión del delito”.
La dosis de humanidad, que tan bien nos relató nuestro amigo y compañero
Francisco Acosta parece una pelea de chiquillos si lo comparamos con la
barbarie fratricida de nuestra Guerra Civil y dura represión posterior.
Este segundo apartado salta por los aires. En ese momento de empezar la
guerra no hay delitos previos que juzgar. Queipo de Llano detiene y fusilará
después a aquellos oficiales que se declaran leales a la República ¿dónde está
el delito?
En Madrid se llena la Cárcel Modelo, con capacidad para 4. 000.
Milláy Astray con sus legionarios y moros (en plan de guerra santa),
avanzan desde Sevilla hacia Extremadura y hace degollar a 4.000 campesinos
(milicianos) en la Plaza de Toros de Badajoz ante el asombro de Gabriel
Jackson, reportero americano en la Contienda.
La mayor parte de los combatientes no ha tenido opción a elegir el bando.
Quienes eran alcaldes lo habían sido por elección democrática. Los
funcionarios, profesores o médicos, los trabajadores de la industria y del
campo hacían su cometido. ¿Por qué habrían de ser fusilados después de la
guerra?; incluso se le había prometido a Churchill, premier británico, que
habría amnistía general. Al contrario, se improvisaron cárceles y campos de
concentración en todo el territorio nacional, donde se almacenaron y acogieron
en condiciones lamentables muchos miles de españoles, para los que los trabajos
forzados era lo más general.
Ruego a Dios, de todo corazón, que tal horror no se repita. A nuestros
líderes que trabajen más por la armonía y el consenso que las cotidianas
batallas estériles.
(continuará)
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