lunes, 25 de diciembre de 2017

ECO 39. Nuestra mente crea nuestro mundo

Nuestra mente crea nuestro mundo, por Nuria Llerena de Frutos

El cerebro humano, que para la Medicina Tradicional China es una entraña extraordinaria, es un ordenador impresionante todavía por descubrir y el ser humano, con todos sus adelantos tecnológicos, no ha sabido imitar. A nivel científico, la investigación de nuestro cerebro y sus posibilidades, está en pañales.

Durante mucho tiempo se ha creído que solo utilizábamos un 10% de nuestro cerebro, pero esto parece ser un mito. Estudios recientes indican que durante todo el día utilizamos cada parte del cerebro por lo que está activo casi todo el tiempo, únicamente cuando estamos en reposo y pensando utilizamos solo el 10%.

Aunque siempre se le ha considerado el centro de la memoria, nuestro cerebro realiza a lo largo del día multitud de tareas: nos ayuda a escribir cuentos o novelas, a componer sinfonías, a solucionar problemas matemáticos, pero también del él sale nuestro comportamiento o nuestros sentimientos. El cerebro es un elemento de nuestra anatomía tan complejo que no es sorprendente que siga siendo un misterio en sí mismo.

Lo que sí va estando cada vez más claro es que nuestros pensamientos generan unas emociones que nos hacen sentir de una manera determinada y esto es algo que nosotros mismos podemos corroborar en nuestra vida diaria. Si pensamos en algo que nos agrada, se dibujará una sonrisa en nuestra boca y nuestro ser, a todos los niveles, se sentirá bien.

Si, por el contrario, imaginamos o recordamos algo que no nos gusta, nuestro entrecejo se fruncirá y comenzaremos a tener sensaciones desagradables por todo nuestro cuerpo. Pensamientos de tristeza o enfado generarán sentimientos de la misma índole. Por ello es tan importante convertirnos en los vigías de nuestra forma de pensar, ser conscientes de lo que ronda por nuestra mente y actuar de filtro para que los pensamientos vuelen en la dirección adecuada.

Aunque a veces nos parezca mentira, podemos cambiar nuestra forma de pensar y así cambiaremos nuestra forma de sentir, nuestras emociones y todo lo que siente nuestro cuerpo. En definitiva, podemos decidir el estado en el que se encuentre. Somos los dueños de nuestro cerebro, somos los guardianes de nuestro pensamiento y por ello, estamos facultados para llevarlos donde nosotros queramos.

Esta nueva faceta de hacernos responsables de nosotros mismos nos ayuda a vislumbrar la manera de salir y dejar de pensar de forma recurrente, ese hábito que a veces nos hace entrar en una espiral de dolor emocional y físico. No digo que sea fácil, pero es posible y nuestro cerebro es como cualquier músculo de nuestro cuerpo, si lo ejercitamos podemos transformarlo.

Los estudios en neurología están descubriendo la importancia de hacer que nuestro cerebro haga gimnasia. Parece ser que para tratar de forma preventiva enfermedades como el Alzheimer, es importante realizar actos cotidianos de forma diferente; es decir, si somos diestros en realizar más tareas diarias con la mano izquierda, como lavarnos los dientes, coger cosas con esa mano, escribir, abrir puertas…; en fin, utilizar de esta forma nuestro lado derecho del cerebro. Parece ser que durante toda nuestra vida continúan formándose nuevas conexiones neuronales y estos actos sencillos en los que ejercitamos nuestro cerebro haciendo las tareas de forma diferente, ayudan a que esas conexiones se establezcan. La vida es un reto continuo, podemos hacer todo desde la mañana a la noche como aprendimos a hacerlo en su día, o podemos ir metiendo pequeñas modificaciones, que nos hagan hacer las cosas de forma diferente, al fin y al cabo somos un ser diferente en cada momento que vivimos.

Estamos acostumbrados a dejar obrar a nuestra mente, a que vaya a su libre albedrío y muchas veces no nos damos cuenta de lo que está pasando por nuestro cerebro, como si estuviéramos dormidos. La mente vaga elucubrando situaciones que no han sucedido o se recrea reviviendo momentos dolorosos del pasado y ese es el momento de actuar. Lo primero para salir de esta espiral es ser consciente de lo que está pasando en nuestra cabeza y lo siguiente es tomar la decisión de cambiarlo y darnos cuenta que somos los únicos responsables de todo lo que genera nuestro pensamiento.

Por tanto: ¿porqué no optar por pensar en positivo? Últimamente oímos a muchas personas hablar de esto, de los pensamientos positivos, pero ¿qué es pensar en positivo? Es cambiar los pensamientos recurrentes de tristeza, miedo, ira, envidia, malestar, queja, por otros que están en el lado opuesto. Estos pensamientos positivos pueden llegar cuando nos damos cuenta de lo afortunados que somos porque tenemos salud, familia, pareja, hijos, nietos, amigos, trabajo, un lugar en el que vivir, una cama en la que dormir, comida suficiente, agua potable… Muchas veces todos estos acontecimientos pasan de largo por nuestra vida, estamos acostumbrados a ellos y no los valoramos. Nuestra mente prefiere centrarse en todo lo “malo” que acontece en nuestra vida, quejarse dejándose llevar por el lado oscuro, en lugar de valorar todo lo bueno, lo positivo en lo que estamos inmersos…

Así, siendo consciente de todo lo bueno que hay en nuestra vida, podremos abrazar la energía del agradecimiento, la que que nos hace centrar nuestro pensamiento en todo lo bello, real, placentero, en todo lo que nos aporta buenos sentimientos y bienestar en nuestra vida, y tomar la costumbre de agradecer por todo lo bueno que pasa, para que de ese modo, esa actitud, esa energía siga atrayendo más acontecimientos buenos.

Cuando comenzamos a hacernos cargo de nuestros pensamientos y nuestra forma de sentir, nos hacemos responsables de nuestra vida y dejamos de echar la culpa de lo que pasa a los demás.

Nosotros somos los artífices, los actores de nuestra propia obra de teatro, los demás son los actores de las suyas, dejemos que cada uno escriba sus propias páginas, centrados en mejorar nuestra vida y respetando la vida y las decisiones de los demás. Podemos crear la vida que queremos realizando pequeños cambios en nuestra forma de pensar. Ha llegado el momento.


¡Si yo cambio, la vida cambia!

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