Nuestra mente crea nuestro mundo, por Nuria Llerena de Frutos
El
cerebro humano, que para la Medicina Tradicional China es una entraña
extraordinaria, es un ordenador impresionante todavía por descubrir y el ser
humano, con todos sus adelantos tecnológicos, no ha sabido imitar. A nivel
científico, la investigación de nuestro cerebro y sus posibilidades, está en
pañales.
Durante
mucho tiempo se ha creído que solo utilizábamos un 10% de nuestro cerebro, pero
esto parece ser un mito. Estudios recientes indican que durante todo el día
utilizamos cada parte del cerebro por lo que está activo casi todo el tiempo,
únicamente cuando estamos en reposo y pensando utilizamos solo el 10%.
Aunque
siempre se le ha considerado el centro de la memoria, nuestro cerebro realiza a
lo largo del día multitud de tareas: nos ayuda a escribir cuentos o novelas, a
componer sinfonías, a solucionar problemas matemáticos, pero también del él
sale nuestro comportamiento o nuestros sentimientos. El cerebro es un elemento
de nuestra anatomía tan complejo que no es sorprendente que siga siendo un
misterio en sí mismo.
Lo
que sí va estando cada vez más claro es que nuestros pensamientos generan unas
emociones que nos hacen sentir de una manera determinada y esto es algo que
nosotros mismos podemos corroborar en nuestra vida diaria. Si pensamos en algo
que nos agrada, se dibujará una sonrisa en nuestra boca y nuestro ser, a todos
los niveles, se sentirá bien.
Si,
por el contrario, imaginamos o recordamos algo que no nos gusta, nuestro
entrecejo se fruncirá y comenzaremos a tener sensaciones desagradables por todo
nuestro cuerpo. Pensamientos de tristeza o enfado generarán sentimientos de la
misma índole. Por ello es tan importante convertirnos en los vigías de nuestra
forma de pensar, ser conscientes de lo que ronda por nuestra mente y actuar de
filtro para que los pensamientos vuelen en la dirección adecuada.
Aunque
a veces nos parezca mentira, podemos cambiar nuestra forma de pensar y así
cambiaremos nuestra forma de sentir, nuestras emociones y todo lo que siente
nuestro cuerpo. En definitiva, podemos decidir el estado en el que se
encuentre. Somos los dueños de nuestro cerebro, somos los guardianes de nuestro
pensamiento y por ello, estamos facultados para llevarlos donde nosotros
queramos.
Esta
nueva faceta de hacernos responsables de nosotros mismos nos ayuda a vislumbrar
la manera de salir y dejar de pensar de forma recurrente, ese hábito que a
veces nos hace entrar en una espiral de dolor emocional y físico. No digo que
sea fácil, pero es posible y nuestro cerebro es como cualquier músculo de
nuestro cuerpo, si lo ejercitamos podemos transformarlo.
Los
estudios en neurología están descubriendo la importancia de hacer que nuestro
cerebro haga gimnasia. Parece ser que para tratar de forma preventiva
enfermedades como el Alzheimer, es importante realizar actos cotidianos de
forma diferente; es decir, si somos diestros en realizar más tareas diarias con
la mano izquierda, como lavarnos los dientes, coger cosas con esa mano,
escribir, abrir puertas…; en fin, utilizar de esta forma nuestro lado derecho
del cerebro. Parece ser que durante toda nuestra vida continúan formándose
nuevas conexiones neuronales y estos actos sencillos en los que ejercitamos
nuestro cerebro haciendo las tareas de forma diferente, ayudan a que esas
conexiones se establezcan. La vida es un reto continuo, podemos hacer todo
desde la mañana a la noche como aprendimos a hacerlo en su día, o podemos ir
metiendo pequeñas modificaciones, que nos hagan hacer las cosas de forma
diferente, al fin y al cabo somos un ser diferente en cada momento que vivimos.
Estamos
acostumbrados a dejar obrar a nuestra mente, a que vaya a su libre albedrío y
muchas veces no nos damos cuenta de lo que está pasando por nuestro cerebro,
como si estuviéramos dormidos. La mente vaga elucubrando situaciones que no han
sucedido o se recrea reviviendo momentos dolorosos del pasado y ese es el
momento de actuar. Lo primero para salir de esta espiral es ser consciente de
lo que está pasando en nuestra cabeza y lo siguiente es tomar la decisión de
cambiarlo y darnos cuenta que somos los únicos responsables de todo lo que
genera nuestro pensamiento.
Por
tanto: ¿porqué no optar por pensar en positivo? Últimamente oímos a muchas
personas hablar de esto, de los pensamientos positivos, pero ¿qué es pensar en
positivo? Es cambiar los pensamientos recurrentes de tristeza, miedo, ira,
envidia, malestar, queja, por otros que están en el lado opuesto. Estos
pensamientos positivos pueden llegar cuando nos damos cuenta de lo afortunados
que somos porque tenemos salud, familia, pareja, hijos, nietos, amigos,
trabajo, un lugar en el que vivir, una cama en la que dormir, comida
suficiente, agua potable… Muchas veces todos estos acontecimientos pasan de
largo por nuestra vida, estamos acostumbrados a ellos y no los valoramos.
Nuestra mente prefiere centrarse en todo lo “malo” que acontece en nuestra
vida, quejarse dejándose llevar por el lado oscuro, en lugar de valorar todo lo
bueno, lo positivo en lo que estamos inmersos…
Así,
siendo consciente de todo lo bueno que hay en nuestra vida, podremos abrazar la
energía del agradecimiento, la que que nos hace centrar nuestro pensamiento en
todo lo bello, real, placentero, en todo lo que nos aporta buenos sentimientos
y bienestar en nuestra vida, y tomar la costumbre de agradecer por todo lo
bueno que pasa, para que de ese modo, esa actitud, esa energía siga atrayendo
más acontecimientos buenos.
Cuando
comenzamos a hacernos cargo de nuestros pensamientos y nuestra forma de sentir,
nos hacemos responsables de nuestra vida y dejamos de echar la culpa de lo que
pasa a los demás.
Nosotros
somos los artífices, los actores de nuestra propia obra de teatro, los demás
son los actores de las suyas, dejemos que cada uno escriba sus propias páginas,
centrados en mejorar nuestra vida y respetando la vida y las decisiones de los
demás. Podemos crear la vida que queremos realizando pequeños cambios en
nuestra forma de pensar. Ha llegado el momento.
¡Si
yo cambio, la vida cambia!
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