sábado, 27 de abril de 2019

ECO.46 NUESTRAS LECTURAS: "GOMORRA" (LA CAMORRA)

NUESTRAS LECTURAS: "GOMORRA" (LA CAMORRA), por A.F.García



Roberto Saviano. Napolitano, nacido en 1979, periodista, escritor y ensayista, alcanzó fama mundial en 2006 con la publicación de “Gomorra”.  Se la cataloga como novela autobiográfica basada en hechos reales, escrupulosamente documentada. Desde octubre de 2008 vive escoltado, a cargo del Gobierno italiano, tras ser amenazado por el clan de los Casalesi, uno de los más descritos en su obra.

“Toda gran contrata y obra puede llegar a ser dominada en todas sus fases por la empresas de la Camorra de la campiña aversana. Fletes, movimientos de tierras, transportes, materiales, mano de obra... Las empresas de la campiña aversana están listas para intervenir: organizadas, rápidas, económicas y eficientes… Un auténtico ejército dispuesto a cementar todo lo que se ponga por delante…en cinco años, en pocos kilómetros cuadrados se han edificado auténticos reinos comerciales de cemento” (R. Saviano).

“Embargos que habrían destruido a cualquier empresa, pérdidas que habrían arruinado a cualquier empresario, auténticos mazazos económicos que habrían asfixiado a cualquier grupo económico, a cualquiera, menos al cártel de los Casalesi” (R. Saviano).

Uno no sabe cómo ni cuándo ni por qué han surgido estos clanes que nos describe el autor a base de una observación directa en los últimos decenios del siglo XX y primeros años del XXI. Geográficamente sitúa los clanes de la Camorra en la Campania, su tierra: en Secondigliano, un barrio de Nápoles, el más peligroso de Europa; en la limítrofe provincia de Caserta, Casal di Príncipe (los Casalesi), Santa María di Capua-Vetere; Mondragone…

 El deseo de dominio es absorbente sobre personas, espacios, cosas… y extiende sus tentáculos a las instituciones a las que pretende controlar a su manera.

Aparentemente son como unos mecenas que dejan un alto grado de autonomía a sus más directos colaboradores, sus boss, incluso financian proyectos de tipo social: centros de enseñanza, hospitales, iglesias, incluso algún proyecto o gasto personal. Suelen hacerlo sin los engorrosos trámites que exigen los bancos, de los que controlan algunos. Dan asombrosas facilidades para el préstamo y la devolución, porque la persona endeudada será un sumiso colaborador, terminará siendo miembro del clan.

En el clan pueden promocionar, hasta ser un responsable de zona, incluso enriquecerse y ser un boss. Lo que nadie podrá llegar a ser es autónomo total, disidente. La represalia será despiadada hacia él y los suyos, igual o mayor  que al enemigo exterior. Los líderes desaparecen; los clanes siguen.

Desde fuera, Don Pepino Diana, un joven sacerdote, les hizo frente con su claro mensaje evangélico, desenmascarándolo cual un Juan Bautista. Dos killer lo eliminan en su iglesia cuando se vestía para celebrar. Era un gran enemigo vivo, pero muerto, un mártir, también lo es; por ello, se difunden bulos difamatorios contra él.

Algunos  clanes llegan a ser grandes  financieras multinacionales que acumulan miles de millones de euros. A lado de la droga, heroína y cocaína, y el tráfico de armas (kalashnikov), está la fabricación de calzado y ropa de calidad, productos alimentarios y sobre todo la construcción. Se generan grandes fortunas, que mayoritariamente se blanquean fuera de allí, su origen.

Las condiciones de trabajo de sus asalariados en horarios y seguridad, son impensables en un país de la UE. Mueren muchos en la construcción; pero hacen la manera de que no sea accidente laboral, sino de tráfico.

En algún sector de producción, textil, calzado, cosmética, han difundido la marca Italia. Sin embargo, Saviano nos deja un mensaje final desgarrador sobre un futuro insostenible de habitabilidad de la Campania, rica zona tradicional de cultivos mediterráneos y de gran afluencia turística en el siglo XX.

De las industrias del Norte, incluidas las químicas, se trasportan y depositan millones de toneladas en esta zona. Aparentemente, se hace todo legalmente; hay técnicos independientes, stakeholders, que le dan de paso. Cuando los supuestos vertederos se hacen muy grandes se queman. Algunos muchachos gitanos se han hecho expertos en esos incendios; les basta unos litros de gasolina, unas cintas de vídeo, unas cerillas y unas decenas de euros.

En algunas zonas el aire se vuelve irrespirable para una persona normal y el camionero del TIR se niega a entrar al vertedero y realizar la descarga. Siempre habrá un muchacho de 14 o 15 años, que por 250€ efectúe esa operación con unas simples indicaciones mecánicas. El propietario de un bar donde los buscan y contratan comenta: “Esa ropa que les hacen llevar, cuanto más se la echen al cuerpo y la respiren, antes les hará reventar. A esos los mandan a morir, no a conducir”.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Se ruega NO COMENTAR COMO "ANÓNIMO"