miércoles, 17 de abril de 2019

ECO.44 ¡Democracia!


¡DEMOCRACIA!, por A.F. García

Lo bueno de la democracia es que da opción de expresarse y defender su postura a todas las personas, incluso aquellas que no la comparten o menosprecian. 
No hace muchos días oíamos en un medio televisivo a un militar que decía representar a un millar de este colectivo, que calificaba de, “bastantes”, tal vez queriendo decir muchos, bastantes ¿para qué? A mi modesto entender, tiene todo el derecho a hablar y manifestarse, como cualquier ciudadano; pero debe ser consciente de que, en democracia, representa a un millar de votantes en medio de los 37 millones de votantes del Estado Español. Incluso dentro del colectivo de nuestras Fuerzas Armadas, unos 142.000 y unos 80.000 efectivos y que no se pronunció sobre el asunto que deseaba este general, es una porción muy pequeña. A ellos alguien pensaría añadir los demás cuerpos de seguridad del Estado como institutos armados. Sumarían unos 300.000.
Con todo el aprecio y respeto a su meritoria labor, a mi entender, por el hecho de  ser un colectivo armado, en democracia, no tiene por qué ser, social o políticamente, más representativo que otros también numerosos como el de la enseñanza o la sanidad: unos 700.000 y 1.400.000 respectivamente.

El periodo de la Guerra Civil Española de 1936-1939 y la Dictadura posterior es, a mi entender, uno de los más dramáticos y oscuros de nuestra historia.
¿Fue necesaria? Lo creí de joven porque así se hacía creer repetidamente. Según avancé en conocimiento, buscando la verdad, las dudas surgieron y fueron en aumento. Hipotéticamente se impuso una dictadura para evitar otra peor. ¿Sería lo que hoy se ha dado en llamar una guerra preventiva?
Las dictaduras, las que sean, nunca deben ser una opción. Prefiero una democracia por imperfecta que sea. Considero que una democracia es imperfecta cuando, de manera adecuada y generalizada, no se cubren las necesidades básicas de nutrición, educación, sanidad, libertad y seguridad.
Aquélla, la de la II República, no era perfecta. La democracia de hoy, siendo mejor, tampoco lo es.  
Hasta la década de los sesenta no se recuperó el nivel económico anterior a la Guerra, según los datos oficiales disponibles. En lo cultural se truncó de modo irreparable nuestra Edad de Plata.
Ya en el siglo XVI, huyendo de la Inquisición, se fueron a otros países de Europa destacadas figuras de nuestro saber. “Heterodoxos Españoles” (M. y Pelayo).
A principios del siglo XIX, el radical corte de la PEPA, nuestra primera constitución, supuso la salida de algunas decenas miles de españoles comprometidos.
En esta Guerra salieron algunos cientos de miles, no todos, por supuesto, del mismo nivel cultural.
Sin embargo, lo más grave es el número de víctimas mortales, sin precedente en nuestra historia: en el campo de batalla, al margen del campo de batalla y finalizada la guerra. Los historiadores y equipos de la memoria histórica ya están dando información y datos, que se irán aproximando a la realidad. En ningún enfrentamiento anterior murieron tantos españoles a manos de otros españoles. No es que no haya habido periodos de gran mortandad, pero se debía a epidemias, como la Peste Negra, hambrunas, que también la hubo en nuestra posguerra.
En los dos bandos hubo personas de las diferentes profesiones y de los diferentes sectores sociales, aunque en diferente proporción. En el campo, generalmente más conservador, parece lógico que los grandes terratenientes de Andalucía, La Mancha y Extremadura no aceptaran de buen grado las reformas que ofrecía la República y suponían una esperanza a las malas de sus jornaleros.
También es lógico que entre el clero y el sector de la enseñanza la proporción fuera inversa. De ahí el dicho humorista de que la Guerra fue entre curas y maestros y la ganaron los curas.
Entre los primeros, que sobrevivieron en la zona republicana,  conocí al P. Alberto Colunga, dominico, traductor de la Biblia, ya octogenario, que vivía según el Evangelio, la Buena Nueva, con la admiración de unos y otros.
En el sector militar hubo de todo,  siendo los leales a la República las primeras víctimas a mano de los compañeros que se levantaron.

Lo que se está haciendo con la memoria histórica, que incluye el Valle de los Caídos, y la recuperación de los restos por parte de sus familiares, debió hacerse antes; pero más vale tarde que nunca.  Es un hábito, un derecho y un deber de los más arraigados en la conciencia humana desde que el hombre existe, aplicado en todas las religiones y culturas. No comprendo esa falta de empatía en personas, que, mayoritariamente, se declaran católicas y defensoras de su moral. ¿No aparece como una desviación o perversión de esa conciencia cristiana?.
Está en la opinión pública el qué hacer después en el Valle de los Caídos de cara al futuro. Modestamente, me atrevo a dar la mía. Alguien habló de destruir. Yo no soy partidario de que se destruya nada de cuanto el hombre ha hecho. Sin embargo, muchas veces, demasiadas, se ha destruido, se ha querido borrar; pero queda la palabra; las piedras, las obras de arte, los objetos…son mudos sin la palabra, pero la corroboran, son testimonio.
Me gustaría que fuera un centro cultural, un centro de interpretación, además de un museo.
La ideas básicas debieran proceder de historiadores de reconocido prestigio, investigadores del tema, tanto si son españoles como de otro, valiosos hispanistas. Sería bueno un gran consenso sin que suponga que cada partido político. A la hora de desarrollar y proyectos se debiera contar con personas del sector educativo, del arte, del espectáculo…
Los programas deben abarcar desde exposiciones, ciclos de conferencias, congresos, escenificaciones…que recreen la vida social y cultural. Se trata de dar a conocer nuestro pasado de manera clara, agradable y accesible a los distintos tipos de público de cada evento.
Una persona debe saber mirar serenamente a su pasado, sin traumas. Un país debe aprender a mirar su pasado de modo distante, objetivo y sereno, sin tabúes. En uno y otro caso, el conocer ayuda a reconocer y superar errores  y evitarlos.
Uno ve en su entorno cómo gran número de personas, incluso inteligentes y titulaciones académicas se cierran, se niegan ensanchar el horizonte de la historia de los dos últimos siglos, correr la cortina para ver detrás, mirar el río desde el otro lado.
Eso es necesario para analizar, reflexionar a lo que yo, modestamente, invito desde estos renglones. Los leerán unos cientos de personas, no llegarán a mil.
Para el general Fernández-Monzón eran “bastantes”; para mí, mi granito de arena, mi pica en Flandes.
Desde principios del siglo XIX, después de la Guerra de la Independencia, España fue dejando de figurar entre los primeros estados del mundo, después de más de siglos de gran relevancia. Sus Fuerzas Armadas también dejaron de tener la proyección internacional que habían tenido en los tres siglos anteriores.  Sus máximos responsables empezaron a dirigir los asuntos internos del Estado y dejar sus nombres en algunas de las principales calles de la Capital.
En 1936 el general Franco fue mucho más lejos. Se alzó en armas contra un gobierno democrático,  se hizo con el poder absoluto en una guerra dura y larga y murió sin haber dejado el poder.
Hasta el último año hubo ejecuciones porque los enemigos del Régimen eran enemigos de España, como lo eran algunos países de Europa, que retiraban su embajador como protesta. Sin proyección positiva hacia el exterior, se ha asignado los principales espacios públicos de las ciudades y se ha erigido un mausoleo, sin precedentes en nuestra Historia, mientras el más universal de nuestros poetas, Lorca, asesinado sin delito y sin juicio, no sabemos dónde yace. ¿Qué se ha erigido en honor de nuestros personajes de las artes, las ciencias y las letras? ¿Qué a nuestros grandes héroes del pasado?
¿Esta es la visión que deseamos tener de nuestro país? Como Quevedo me duele España y hablo con las muchas personas extranjeras que hay en nuestro entorno de mi gran país  sin complejos, salvo ese periodo de 1936-1975, que no está a la altura del resto de nuestra historia.
Al Caudillo y a su Régimen les sobraban o estorbaban mucho españoles, buenos ciudadanos incluso ilustres, a los que se les acusaba de ser enemigos de España, pero cuyo único delito era hacer uso de la palabra en defensa de la libertad, en contra del Régimen.
Yo quiero una España en democracia, donde no sobre ningún español, ni siquiera los adictos al Régimen, pero que acepten ser ciudadanos normales, con voz y voto. No quiero que surjan más salvadores de la Patria, aunque nuestra democracia les parezca un caos. Déjennos con nuestra imperfecta democracia. Entre todos la arreglaremos, porque el pueblo español es un gran pueblo, capaz de crecerse en los momentos difíciles.

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