miércoles, 24 de abril de 2019

ECO.45 EMOCIONES EN LA MINA

Emociones en la mina, por Fina Casado Celdrán


Un día un grupo de amigos organizamos una excursión a la mina “Agrupa Vicenta”. Tenía tal ilusión que contaba las horas cuando ya se acercaba el día.

Llegado el día, yo iba llena de entusiasmo y curiosidad ante ese mundo desconocido para mí. Cuando, por fin, llegaba el momento de adentrarnos en el interior de la mina sentía que mi corazón se agitaba y desbordaba de emoción.

Al caminar por las galerías y escuchar esos martillos picar, esas explosiones inesperadas me sumergían en un mundo enigmático y a la vez fascinante que siempre quise conocer.

Sentía en cada golpe de pico el sudor de esos hombres, oía sus coplas mientras trabajaban, que más que coplas parecían oraciones; coplas que yo he canturreado de pequeña, como:

“Se está quedando La Unión
como corral sin gallinas,
con tanto minero enfermo
en el fondo de las minas”.

Según avanzábamos en la mina pude darme cuenta que uno de los compañeros del grupo empezaba a ponerse muy agobiado. Pensé que sería por el calor o sentido de claustrofobia y no le di importancia. No me acerqué a hablar con él por no perder las explicaciones del guía; pero cuando, de nuevo, volví la cabeza vi que se marchaba disimuladamente.

Cuando terminamos la visita y salimos al exterior le pregunté a mi amigo qué fue lo que le pasó. Con palabras entrecortadas todavía por la emoción y entre sollozos me contó lo que le había ocurrido.

Él era muy pequeño cuando su padre murió arrollado por una vagoneta. Solo le dijeron eso, pues con solo nueve años qué más se le podía decir.

Ante tanto realismo que allí se vivió él se imaginaba lo que realmente allí habría ocurrido y vinieron a su mente los recuerdos de su niñez sin su padre y lo que tantas veces se había preguntado cómo habría sido. Todo de repente vino a su espíritu y se derrumbó.

Yo traté de consolarle diciéndole que se tenía que sentir muy orgulloso de su padre y que, por fin, después de tanto tiempo, todas las preguntas que tenía sin resolver hallaban respuesta en el fondo de la mina.

Sin embargo, a pesar de esta triste historia, esta visita fue para mí una experiencia muy interesante y positiva; ese cúmulo de sensaciones quedaron para siempre en mi recuerdo. También me ayudó a comprender que los mineros no tenían tiempo de pensar en el peligro, pues ése era su único medio de vida.

No quiero terminar este relato sin expresar mi admiración y reconocimiento a esos valientes hombres, que con su esfuerzo y trabajo contribuyeron, sin duda, a la riqueza de nuestra tierra.


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