ANDAR Y VER POR LA PINILLA, por Andrés
Pérez García
La carretera de la Pinilla comunica Mazarrón
con la Pinilla atravesando la Sierra de El Garrobo; es un vial estrecho y con
numerosas curvas que hacen ir a uno con mucho cuidado. Pero el viaje ha sido precioso,
primero porque la bonanza del tiempo, en estos primeros días de marzo, te
invitaba a ello, y luego porque disponía de toda la mañana para tomar el sol y
estar en plena naturaleza. También he aprovechado el tiempo para coger un buen
manojo de espárragos silvestres, que, en honor a la verdad, son un plato
exquisito, ya sean hechos en salsa, tortilla, a la plancha, crudos o
incorporándolos a un arroz de verduras.
Los vehículos que circulan por esta estrecha
carretera lo hacen con demasiada velocidad, creyendo, posiblemente, que el
tráfico es casi nulo, pero se ven bastantes coches y hay que tener cuidado no
te vayan a sacar del asfalto.
El paisaje es ameno, dentro de lo que tenemos
en Mazarrón, con una vegetación escasa y pobre, pero notándose, tras las
últimas lluvias, esparragueras con los espárragos ya duros, aunque permitiendo
aún hacerse de unos cuantos comestibles, bolagas, jaras, malvas, romeros,
tomillos, baladres, alcibaras ,etc. todos verdes y algunos con flores. Abundan
también algarrobos, olivos y almendros, algunos de reciente plantación. En
general, el suelo de labor está cuidado, limpio de hierba y labrado, aunque hay
que lamentar la presencia de muchos pinos secos: unos, por falta de agua; pero
otros, por no haber curado la procesionaria ni el barrenillo.
Nada más iniciar el viaje diviso una
plantación de olivos arbequinos que dan el aceite más fino y aromático del
mercado. Veo que un trabajador está echándoles una especie de betún a parte del
tronco de algunos árboles. Le pregunto por la finalidad del untamiento; y me
dice que es para evitar las consecuencias de la poda mecánica: se lisian muchos
troncos y con esta aplicación consigue que cicatricen bien y rápido las
heridas.
Los árboles arbequinos están plantados en
forma de setos, pero con los troncos limpios a la altura de un metro de la
tierra y con calles a cada lado. La recolección se hace también mecánica: una
gran plataforma, como si fuese un enorme tractor, pasa por encima de los olivos
y recoge los frutos que almacena en una tolva incorporada. Una vez llena, la
descarga en un camión de gran tonelaje con carrocería en forma de bañera
previamente estacionado cerca de allí. De esta forma, la aceituna se recolecta
en no más de dos o tres horas, sin sufrir deterioro del tiempo.
Es un proceso parecido al que se hace con las
uvas para el vino. Junto a esta plantación existe otra de nectarinos, fruta de
gran aceptación en el mercado interior y en la exportación por su calidad y
aparición temprana. Da gusto ver su floración con esas tonalidades tan bellas.
Mi idea era desviarme en los Parajes de los Condes y regresar por El Saladillo,
por el camino de Agüera, dentro del barranco o depresión del mismo nombre, que
encierra unos paisajes interesantes, “acompañado”, además, de unas agradables
notas de silencio y soledad. No ha podido ser: ese camino y casi todos los que
hay en esa carretera hacia el interior, tienen instaladas cadenas impidiendo el
paso y carteles anunciando su condición de particular, es decir, privados. Soy
partidario de amparar a los dueños de las casas y de los terrenos aledaños,
pero igualmente soy defensor de las vías públicas.
Quiero destacar la construcción, en fase ya
de terminación, de una moderna y lujosa mansión, en medio de los montes y a
unos 500 metros de la carretera, aislada de todo signo de vida y que choca con
los restos de antiguas viviendas, casi todas en ruinas, necesitadas de
rehabilitación la mayoría, todas sin habitar. Desconozco la gente que se va a
instalar en tan especial y peculiar lugar.
Cierro mi periplo en la visita a las antiguas
canteras de yeso, abandonadas, solamente con señales del arranque de las
piedras de yeso y el resto de un horno de quema del mineral. Estas canteras
tuvieron su importancia en la mitad del pasado siglo, pues no sólo cubrían las
necesidades de la comarca sino que también se exportaban piedras, sobre todo a
Argelia y a Portugal. Se acarreaban en carros tirados por mulas hasta los
camiones que las llevaban a la explanada del Puerto y desde allí en barcazas a
los vapores anclados mar adentro.
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