FUNCIÓN DE TEATRO EN
LORCA, por Paco Acosta
Por estos parajes del Bello
Rincón (expresión que defiende nuestro presidente Antonio Fernández) y sus
proximidades, no tenemos demasiadas ocasiones de asistir a funciones de teatro
profesional.
Así que cuando hace un par de meses
en el Club de Lectura del Puerto de Mazarrón, Marian nos indicó la posibilidad
de asistir a una representación que a mediados de Mayo iba a celebrarse en
Lorca, creo que todos nos apuntamos con celeridad. Y eso que lo único que
sabíamos era que en la obra iba a actuar Lola Herrera, la gran actriz que, entre
otras soberbias intervenciones, hace bastantes años triunfó, en una
representación memorable (y ampliamente recordada), con su actuación en
solitario en la obra “5 horas con Mario”, de Miguel Delibes.
El jueves 18 de Mayo, en un
autobús completo fletado por el ayuntamiento, cincuenta y tantos entusiastas
aficionados al teatro, partimos de Mazarrón con destino a Lorca, dispuestos a
disfrutar de una buena función.
La obra “La velocidad del otoño”, de Eric Coble; con únicamente dos
intérpretes: Lola Herrera y Juanjo Artero (lamentablemente los presupuestos no
dan lugar a obras con mayor elenco de actores…); el local: “Teatro Guerra”,
coqueto, con una cúpula central pintada al fresco con motivos teatrales (es
decir imágenes de autores clásicos españoles –Calderón, Lope de Vega,
Cervantes, Quevedo,..- y su obras, flaqueados por las musas del teatro –Talía,
Perséfone, etc.-), reducido en sus dimensiones y capacidad, lleno a rebosar,
con incluso sillas adicionales en los espacios de mayor amplitud.
A la entrada no recibimos folleto
alguno… ¡Ay, esos malditos recortes!. Al menos yo lo eché de menos, ávido de
saber algo más de esa obra que no conocía, y su autor.
La subida del telón nos muestra
un escenario sobrio, sencillo, de fácil montaje (obligado en estas funciones
itinerantes, que al igual de las de los cómicos de antaño, se representan hoy
aquí y mañana a un montón de kilómetros más allá). Un sofá casi al centro del
escenario, un panel al fondo representando una cristalera que deja entrever un
árbol, y a la derecha otro panel con elementos de atrezzo –marcos de cuadros,
zapatos de mujer, algún vestido colgado,..-, que da a entender nos encontramos
en el interior de una casa. La obra, de un único acto, transcurre enteramente
ahí, diría que en su mayor parte en el sofá, sin que éste sea importante en la
trama.
El argumento: la pretensión de
unos hijos para que su madre, bien entrado el otoño de su vida, y las
dificultades que ello comporta, deje de vivir en soledad, abandone su casa y su
entorno de recuerdos, para ir a una residencia…, las relaciones entre la madre
y los hijos próximos –los que no intervienen directamente en la obra-, y el
tirante encuentro entre la madre y el hijo menor –largamente ausente y
desentendido del problema…-. Y hasta aquí puedo contar...
La obra la soporta con su
maestría habitual Lola Herrera, que en todo momento llena el escenario, en sus
momentos de fino humor y trasfondo dramático, con su saber estar y trasmitir,
con su dicción clara y su expresión artística. La réplica de Juanjo Artero,
aceptable. En algunos momentos convincente en su papel. Forzado en otros,
aunque siempre se podrá decir que así lo exigía el guión.
El público, en su mayor parte
mayor, por no decir eso tan manido de la tercera edad, respetuoso (excepto
algún móvil que sonó varias veces), entregado aplaudió con convicción hasta
hacer saludar a los actores en varias ocasiones.
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