ALARGANDO
UN BUEN DÍA, por
A.F.García
En la salida del 26 de marzo se cambiaba la
hora. Este horario de verano, del último fin de semana de marzo hasta el último
de octubre, 7 meses, tenemos que levantarnos y organizar nuestra jornada
adelantando una hora respecto a la hora solar. Supuso un esfuerzo por nuestra
parte que se vio compensado a lo largo del día. Llegamos antes de las diez y
antes que el guía. Eso nos permitió desayunar atendidos por una sola persona,
en el único establecimiento al que llegaba el bus. De ello aprendimos que
deberíamos avisar de nuestra llegada.
Con nuestro buen ánimo y el de la guía
enfilamos el camino de la gruta de las letras, kilómetro y medio; está en la
roca escarpada; en los últimos metros hay que agarrarse, nunca mejor dicho;
nuestros antepasados, el pueblo indalo, buscaba lugares seguros donde
refugiarse y dejar su huella. La guía nos dividió en dos grupos para poder
acercarnos.
A continuación, nos fuimos al castillo del
Marquesado de Los Vélez, en el que habían ampliado los espacios visitables. Los
Fajardo habían hecho de él una exhibición de riqueza, poder y esplendor de arte
renacentista. Sus herederos, varias generaciones después, lo malvendieron. Lo
mejor ha ido a enriquecer colecciones particulares; los bajorrelieves de
Mategna al Metropolitano de Nueva York.
Llegamos al mesón del área recreativa a las
14h, hora muy buena para comer; pero allí había mucha afluencia. De no haber
reconocido el principal responsable que tenía prevista nuestra llegada, nos
hubiéramos ido de allí con las ganas; pero éste nos aseguró que seríamos
atendidos en unos minutos. Así lo hizo y parece que a gusto nuestro.
Andábamos por los cafés cuando recibimos
llamada del guía de la tarde para ver el Jardín Botánico. Se extendía ladera
arriba a partir de los 1400m de altitud hasta unos cientos más, a base de
bosque natural, sobre el que aún había manchas de nieve. Parece que había
nevado el viernes, hacía dos días. La parte inferior, los primeros 200m., es lo
propiamente jardín, aunque de plantas autóctonas de Andalucía y de cierta
altitud. Parece muy completo, pero necesitado de más cuidado.
Descendimos hasta la ermita de la Virgen de
La Cabeza, unos cientos de metros, librándonos de la fría brisa de la altura.
Quedaba mucha tarde y algunos deseaban ver, pues no habían estado en la
anterior, algo del casco antiguo de Vélez Blanco. Parece que eran mayoría y el
guía, aunque fuera de su hora accedió a acompañarnos. Recorrimos la arteria
principal mostrando y explicando lo más sobresaliente.
Tuvimos la suerte de encontrar abierta la
iglesia principal y escuchar más de una pieza de música gregoriana. Un buen
día, nuestro reconocimiento a los dos guías, al conductor de bus y buena
disposición de los participantes.
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