Ludopatía en adolescentes murcianos (II), por Juan M. Ortiz, Doctor en Medicina
(continuación)
En la entrega
anterior se comentó el hallazgo original de un aumento del riesgo de
ludopatía en los adolescentes que realizan frecuentemente compras tanto en
internet como visitando las tiendas. La compra compulsiva es una forma
de adicción sin sustancias o adicción comportamental.
También se observa un
riesgo de más del doble cuando la economía familiar se encuentra por encima de
lo que se considera clase media típica. Es lógico que cuando los recursos
económicos son mayores la posibilidad de caer en el juego y las apuestas o en
las compras compulsivas aumente, pero en otros estudios el riesgo de ludopatía
se asocia a bajo nivel económico; por lo tanto es un asunto en el que se
requieren más estudios que expliquen no solo la proporción de ludópatas en
función de la renta sino también las causas relacionadas con la decisión de
jugar. ¿Se apuesta porque se tiene suficiente dinero para apostar o se apuesta
porque se espera ganar dinero?
En relación con la
situación familiar los investigadores realizan dos hallazgos que se pueden
denominar curiosos y difíciles de interpretar. Uno de ellos es el factor protector
que parece representar la situación familiar en la que la madre trabaja frente
a la situación de desempleada y en cambio sería un factor de riesgo la
situación en la que el padre actúa como amo de casa situación que refiere
solamente el 1% de los encuestados. Asunto que también requiere más
investigación.
En el estudio de la
influencia de las actividades de tiempo libre la asociación con el riesgo de
ludopatía se observa, como en general, con los varones ya que, como se indicó,
es muy escasa la proporción de chicas con resultado positivo en el test que
sugiere la existencia del riesgo de tener problemas con el juego.
Solamente una de las
restantes actividades estudiadas parece tener un efecto de incremento sobre el
riesgo de tener problemas con el juego y es la frecuencia de actividades de
ocio nocturno. Ni el grupo de chicos que salen poco de noche ni en ninguno de
las chicas se encuentra una proporción de personas con riego de ludopatía mayor
que la que se encuentra en la población; sin embargo, los varones que
frecuentan discotecas y actividades nocturnas tienen una proporción de posibles
ludópatas de más del 12% frente al 8% de los varones del total. Por otra parte,
cuando se tienen en cuenta en los análisis la participación de todos los
factores y no solo el sexo y la edad el nivel de significación, aunque muy
cerca, no llega al requerido.
Hay un conjunto de actividades
que ejercen un efecto protector frente al riesgo de ludopatía y es la
realización de actividades culturales como tocar un instrumento musical,
cantar, pintar, o escribir hechas con una frecuencia de entre una y siete veces
a la semana. Es muy interesante el hallazgo ya que permite plantear posibles
actuaciones para disminuir la frecuencia de ludopatía en la población.
El resto de
actividades analizadas no permite considerar resultados significativos en la
población para establecer su relación con el riesgo de ludopatía de manera
independiente del resto de factores. De hecho, en las mujeres no se encuentran
diferencias (ya se ha comentado que el grupo con posibles problemas por el
juego con apuestas resultó tan pequeño como 18 de 1.106). En los varones hay diferencias,
pero solamente cuando se relacionan las variables sin tomar en conjunto todos
los factores lo que viene a significar que no se puede atribuir la relación en
el conjunto de la muestra en exclusiva al factor que se considera, sino que
pueden participar los otros factores asociados.
En los varones la
proporción de personas con riesgo de problemas con el juego es mayor cuanto
menor es el hábito de lectura. Así la proporción con posibles problemas es el
doble en los que leen moderadamente que en los que hacen con mucha frecuencia y
en más del cuádruple en los que no leen o lo hacen muy poco. En las mujeres no
parece clara ninguna relación. De todas maneras, las diferencias cuando se
considera la población total y se tienen en cuenta todos los factores no es
suficientemente significativa para afirmar una influencia con el riesgo ludopatía
del hábito de leer, hábito tan poco apreciado por nuestros jóvenes.
En los varones la
proporción con riesgo de problemas con apuestas es mayor en los que
frecuentan en internet las páginas con contenido sexual para adultos; en las mujeres,
aunque la proporción con riesgo es mayor, hay que considerar que en las de
mayor frecuencia se trata solamente de tres casos sin valor estadístico.
Tampoco hay significación suficiente en el análisis para el grupo total cuando
se considera el conjunto de factores estudiados.
En cuanto a la práctica
de deportes o entrenamiento y ejercicio físico no se encuentran grandes
diferencias ni entre los dos sexos ni con el riesgo de problemas con las
apuestas.
Los autores del
estudio plantean como acciones preventivas prestar atención a las conductas que
suponen factores de riesgo como el uso compulsivo de internet, las compras, el
cannabis y las actividades de ocio nocturno y favorecer los entretenimientos
como la lectura y sobre todo actividades como pintar, cantar o tocar algún
instrumento musical para los que se ha encontrado un cierto efecto protector.
En su artículo los
autores se interesan por la relación entre riesgo de ludopatía y diversos
comportamientos de los adolescentes con los resultados que hemos comentado,
pero además nos ofrecen los datos sobre participación en dichos
comportamientos. Esto nos permite comentar algunos aspectos interesantes sobre
cómo utilizan su tiempo libre los jóvenes de la población estudiada, que
pensamos es una muestra razonablemente extensa de los jóvenes murcianos (y que
probablemente se comportan como los de otras comunidades).
En la muestra el 64%
de las madres y el 88% de los padres están trabajando mientras que estarían en
desempleo el 9% y el 11% respectivamente. Los datos coinciden bastante bien con
los oficiales para la región y para los mayores de 25 años lo que permite
confiar en la validez de la muestra.
Más de la mitad de
los jóvenes (56%) declaran haber consumido alcohol en el último mes.
Casi la mitad de los encuestados son menores de 16 años y solamente el 5% tiene
18 años lo que permite suponer que las limitaciones en el consumo de alcohol en
menores no tienen el efecto esperado y podría ser aún peor si el consumo se
refiere a bebidas de más del 16% de alcohol dato que no se indica.
La proporción de
consumidores es prácticamente igual en los chicos que en las chicas. Es
evidente que el consumo de alcohol en nuestro país forma parte de un
comportamiento cultural apoyado por cuestiones económicas que desprecia los
riesgos para la salud de su consumo y que se dan incluso si no se llega a la adicción
propia del alcoholismo.
Un 15% de los
jóvenes han consumido cannabis en el último mes lo que no parece poco
para una sustancia cuya venta está prohibida. Hay una discreta diferencia entre
hombres y mujeres (58% y 42% de los consumidores, respectivamente). La cifra
coincide con la publicada en el última monografía sobre cannabis para el
territorio español en cuanto a consumo en el último mes y según la cual, la
cifra de consumidores en algún momento de su vida para los adolescentes está
cerca del 30%, normalmente en forma de porro o canuto y con el problema añadido
a los posibles efectos sobre la salud ya que se trata de personas propensas a
realizar conductas de riesgo (sexo sin precauciones, conducir “fumado”,
etc.).
Actividades de ocio
nocturno.
Tampoco aquí hay brecha de género y chicos y chicas se reparten en proporciones
casi idénticas cuando se trata de frecuentar la discoteca o ir de fiesta. En
ambos casos un tercio declara una frecuencia de una a siete veces por semana,
otro tanto solamente una a tres veces al mes y lo mismo para los que no van
nunca o lo hacen menos de cuatro veces al año.
En las actividades
lúdicas como pintar, cantar, etc. la mayoría de los adolescentes se
incluyen en los grupos que declaran frecuencias bajas en este tipo de
actividades y la mitad de ellos prácticamente no las realizan (frecuencia de
nunca a 3 veces al año).
Si la mitad de
los adolescentes declaran que no practican ningún “hobby” o lo hacen como mucho
tres veces al año no es de extrañar que en una proporción incluso mayor
(casi 60%) reconozcan que no leen nunca un libro o que lo hacen menos de
cuatro veces al año. Por supuesto se trata de libros excluidos los de
texto, es decir leer por el placer de leer. El resto se reparte a partes
iguales entre los que leen con mucha frecuencia (hasta diariamente) o
simplemente alguna vez al mes (de 1 a 3 veces).
Cierto es que el hábito de lectura funciona de manera diversa entre unos
y otras. Mientras que en los chicos la proporción de los que no leen es
mayoritaria en las chicas, aunque predominan las no lectoras la diferencia con
los otros grupos es mucho menor. En la siguiente tabla se puede comprobar.
(continuará)
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