domingo, 2 de abril de 2023

ECO.71 LUDOPATÍA EN ADOLESCENTES MURCIANOS (II)

Ludopatía en adolescentes murcianos (II), por Juan M. Ortiz, Doctor en Medicina

 

(continuación)

En la entrega anterior se comentó el hallazgo original de un aumento del riesgo de ludopatía en los adolescentes que realizan frecuentemente compras tanto en internet como visitando las tiendas. La compra compulsiva es una forma de adicción sin sustancias o adicción comportamental.

También se observa un riesgo de más del doble cuando la economía familiar se encuentra por encima de lo que se considera clase media típica. Es lógico que cuando los recursos económicos son mayores la posibilidad de caer en el juego y las apuestas o en las compras compulsivas aumente, pero en otros estudios el riesgo de ludopatía se asocia a bajo nivel económico; por lo tanto es un asunto en el que se requieren más estudios que expliquen no solo la proporción de ludópatas en función de la renta sino también las causas relacionadas con la decisión de jugar. ¿Se apuesta porque se tiene suficiente dinero para apostar o se apuesta porque se espera ganar dinero?

En relación con la situación familiar los investigadores realizan dos hallazgos que se pueden denominar curiosos y difíciles de interpretar. Uno de ellos es el factor protector que parece representar la situación familiar en la que la madre trabaja frente a la situación de desempleada y en cambio sería un factor de riesgo la situación en la que el padre actúa como amo de casa situación que refiere solamente el 1% de los encuestados. Asunto que también requiere más investigación.

En el estudio de la influencia de las actividades de tiempo libre la asociación con el riesgo de ludopatía se observa, como en general, con los varones ya que, como se indicó, es muy escasa la proporción de chicas con resultado positivo en el test que sugiere la existencia del riesgo de tener problemas con el juego.

Solamente una de las restantes actividades estudiadas parece tener un efecto de incremento sobre el riesgo de tener problemas con el juego y es la frecuencia de actividades de ocio nocturno. Ni el grupo de chicos que salen poco de noche ni en ninguno de las chicas se encuentra una proporción de personas con riego de ludopatía mayor que la que se encuentra en la población; sin embargo, los varones que frecuentan discotecas y actividades nocturnas tienen una proporción de posibles ludópatas de más del 12% frente al 8% de los varones del total. Por otra parte, cuando se tienen en cuenta en los análisis la participación de todos los factores y no solo el sexo y la edad el nivel de significación, aunque muy cerca, no llega al requerido.

Hay un conjunto de actividades que ejercen un efecto protector frente al riesgo de ludopatía y es la realización de actividades culturales como tocar un instrumento musical, cantar, pintar, o escribir hechas con una frecuencia de entre una y siete veces a la semana. Es muy interesante el hallazgo ya que permite plantear posibles actuaciones para disminuir la frecuencia de ludopatía en la población.

El resto de actividades analizadas no permite considerar resultados significativos en la población para establecer su relación con el riesgo de ludopatía de manera independiente del resto de factores. De hecho, en las mujeres no se encuentran diferencias (ya se ha comentado que el grupo con posibles problemas por el juego con apuestas resultó tan pequeño como 18 de 1.106). En los varones hay diferencias, pero solamente cuando se relacionan las variables sin tomar en conjunto todos los factores lo que viene a significar que no se puede atribuir la relación en el conjunto de la muestra en exclusiva al factor que se considera, sino que pueden participar los otros factores asociados.

En los varones la proporción de personas con riesgo de problemas con el juego es mayor cuanto menor es el hábito de lectura. Así la proporción con posibles problemas es el doble en los que leen moderadamente que en los que hacen con mucha frecuencia y en más del cuádruple en los que no leen o lo hacen muy poco. En las mujeres no parece clara ninguna relación. De todas maneras, las diferencias cuando se considera la población total y se tienen en cuenta todos los factores no es suficientemente significativa para afirmar una influencia con el riesgo ludopatía del hábito de leer, hábito tan poco apreciado por nuestros jóvenes.

En los varones la proporción con riesgo de problemas con apuestas es mayor en los que frecuentan en internet las páginas con contenido sexual para adultos; en las mujeres, aunque la proporción con riesgo es mayor, hay que considerar que en las de mayor frecuencia se trata solamente de tres casos sin valor estadístico. Tampoco hay significación suficiente en el análisis para el grupo total cuando se considera el conjunto de factores estudiados.

En cuanto a la práctica de deportes o entrenamiento y ejercicio físico no se encuentran grandes diferencias ni entre los dos sexos ni con el riesgo de problemas con las apuestas.

Los autores del estudio plantean como acciones preventivas prestar atención a las conductas que suponen factores de riesgo como el uso compulsivo de internet, las compras, el cannabis y las actividades de ocio nocturno y favorecer los entretenimientos como la lectura y sobre todo actividades como pintar, cantar o tocar algún instrumento musical para los que se ha encontrado un cierto efecto protector.

En su artículo los autores se interesan por la relación entre riesgo de ludopatía y diversos comportamientos de los adolescentes con los resultados que hemos comentado, pero además nos ofrecen los datos sobre participación en dichos comportamientos. Esto nos permite comentar algunos aspectos interesantes sobre cómo utilizan su tiempo libre los jóvenes de la población estudiada, que pensamos es una muestra razonablemente extensa de los jóvenes murcianos (y que probablemente se comportan como los de otras comunidades).

En la muestra el 64% de las madres y el 88% de los padres están trabajando mientras que estarían en desempleo el 9% y el 11% respectivamente. Los datos coinciden bastante bien con los oficiales para la región y para los mayores de 25 años lo que permite confiar en la validez de la muestra.

Más de la mitad de los jóvenes (56%) declaran haber consumido alcohol en el último mes. Casi la mitad de los encuestados son menores de 16 años y solamente el 5% tiene 18 años lo que permite suponer que las limitaciones en el consumo de alcohol en menores no tienen el efecto esperado y podría ser aún peor si el consumo se refiere a bebidas de más del 16% de alcohol dato que no se indica.

La proporción de consumidores es prácticamente igual en los chicos que en las chicas. Es evidente que el consumo de alcohol en nuestro país forma parte de un comportamiento cultural apoyado por cuestiones económicas que desprecia los riesgos para la salud de su consumo y que se dan incluso si no se llega a la adicción propia del alcoholismo.

Un 15% de los jóvenes han consumido cannabis en el último mes lo que no parece poco para una sustancia cuya venta está prohibida. Hay una discreta diferencia entre hombres y mujeres (58% y 42% de los consumidores, respectivamente). La cifra coincide con la publicada en el última monografía sobre cannabis para el territorio español en cuanto a consumo en el último mes y según la cual, la cifra de consumidores en algún momento de su vida para los adolescentes está cerca del 30%, normalmente en forma de porro o canuto y con el problema añadido a los posibles efectos sobre la salud ya que se trata de personas propensas a realizar conductas de riesgo (sexo sin precauciones, conducir “fumado”, etc.).  

Actividades de ocio nocturno. Tampoco aquí hay brecha de género y chicos y chicas se reparten en proporciones casi idénticas cuando se trata de frecuentar la discoteca o ir de fiesta. En ambos casos un tercio declara una frecuencia de una a siete veces por semana, otro tanto solamente una a tres veces al mes y lo mismo para los que no van nunca o lo hacen menos de cuatro veces al año.

En las actividades lúdicas como pintar, cantar, etc. la mayoría de los adolescentes se incluyen en los grupos que declaran frecuencias bajas en este tipo de actividades y la mitad de ellos prácticamente no las realizan (frecuencia de nunca a 3 veces al año).

Si la mitad de los adolescentes declaran que no practican ningún “hobby” o lo hacen como mucho tres veces al año no es de extrañar que en una proporción incluso mayor (casi 60%) reconozcan que no leen nunca un libro o que lo hacen menos de cuatro veces al año. Por supuesto se trata de libros excluidos los de texto, es decir leer por el placer de leer. El resto se reparte a partes iguales entre los que leen con mucha frecuencia (hasta diariamente) o simplemente alguna vez al mes (de 1 a 3 veces).  Cierto es que el hábito de lectura funciona de manera diversa entre unos y otras. Mientras que en los chicos la proporción de los que no leen es mayoritaria en las chicas, aunque predominan las no lectoras la diferencia con los otros grupos es mucho menor. En la siguiente tabla se puede comprobar.

(continuará)




No hay comentarios:

Publicar un comentario

Se ruega NO COMENTAR COMO "ANÓNIMO"