2030, Fin del Camino de Oz, por José Luis Mozo
La guerra cumplió su primer
aniversario mientras, a la hora de escribir estas líneas, nuestro gobierno no
ha decidido aún qué chatarra va a repintar para enviarla a Ucrania, en tanto
que China manda a Rusia aviones no tripulados de última generación. Pero no hay
mal que cien años dure y éste, dentro de lo malo, tiene fecha límite. 2030, el
año en que la felicidad nos espera, habrá de llegar tras pasar su hito más
importante: la paz y la justicia en el mundo.
Los más de 140 países que votaron
a favor de esta ruta, no tendrán más remedio que oponerse con la necesaria
firmeza o hacer el ridículo. Parece que esta última opción gana en adeptos,
porque cada uno adora al sol que le conviene como en todas las guerras habidas.
Fin de la pobreza y el hambre, el
otro gran objetivo, va por su camino. Los alimentos habían disparado sus
precios a finales de 2022 (lógico, diciembre y sus fiestas suelen traer un
extra de consumo). Pero llegó enero… y siguen disparándose. De continuar la
tendencia, conseguirán reducir el número de hambrientos. Por defunción.
La “sostenibilidad” (las palabrejas
se inventan para que signifiquen lo que le dé la gana al inventor, los demás a
callar, “sostenimiento”, por lo visto, no daba) nos va a llegar a todos y por
todas partes. En especial, por una energía accesible y asequible. Hace falta
desfachatez para, tras cincuenta años de paciente conspiración, dejarnos a los
pies de los caballos de los señores del gas y del petróleo y soltar esto. Desde
la moratoria nuclear, el camino hacia este fondo sin salida estaba trazado y el
rebaño docilizado (puestos a inventar palabrejas, no me voy a quedar atrás)
para seguirlo hasta el fin. Pero siguen llamando sostenibles a ciertas formas
de generación de energía, en un país pobre en viento y agua. Y los molinos
aumentan con tal rapidez en número y tamaño que ya no habrá caballero andante
que pueda con ellos. Una descomunal inversión para una mísera producción, del
orden del 5% de su capacidad máxima, porque el viento no da para más. Y un
colosal negocio financiero para alguien. No se molesten en calcular porque a
los de a pie no nos va a tocar un chavo.
Esta famosa sostenibilidad va a
llegar, por supuesto, a los ecosistemas terrestres y marinos, y a la “acción
por el clima” (¿?). Aunque no sé bien en qué consiste, sí sé que para el 2035
(ratificado el paraíso) todos los coches serán obligatoriamente eléctricos. Ahora
bien, si en uno de nuestros montes a algún geólogo se le ocurre localizar una
pegmatita de litio, el villorrio más próximo se llenará de pancartas progres
exigiendo que a nadie se le ocurra abrir la mina. Claro que no me atrevo a
quitarles la razón a los del villorrio. Ya están sufriendo la persecución al
ganado, a ciertos cultivos, a campos sin rastrojar. En vez de dejar hacer a
agricultores, ganaderos, cazadores, en fin, a gente que entiende, cuatro ignorantes
pijos progres se apoltronan en sus sillones de mando y toman decisiones con las
que los montes arden. A lo mejor es que los incendios forestales son la acción
por el clima y no hemos caído en ello aún.
Y tal vez también tengan razón a
la hora de prohibir el litio. Ya se ha dado la alarma sobre la autoignición de
sus baterías. Especialmente en el transporte marítimo. Varios miles de coches
yacen ya en el fondo del mar. Así que si suben a un ferry para ir de excursión,
elijan uno que no lleve coches. Y si en su casa hay un garaje comunitario
debajo de su piso, convenzan a sus vecinos para que carguen la batería en la
calle.
Sería graciosísimo si no fuera tristísimo
que desde 1977, en los foros internacionales de agua potable, se esté
defendiendo su condición de derecho común para toda la humanidad, y después de
varios planes decenales (creo que corre ahora el 2018-2028) estemos como
estamos. Se nos echa encima la conferencia mundial de la ONU de marzo 2023
sobre el agua y ya veremos qué da. No hace mucho, audaces cambios políticos en
nuestra propia tierra trajeron un “nuevo talante” y se retocaron varios estatutos
autonómicos. No se lee “el río es mío y a quien intente tocarlo le corto la mano”
de forma literal, pero en algunos a mí me parece bastante implícito. El regeneracionista
somontano Joaquín Costa dijo algo así como que España saldría del submundo
cuando sus jóvenes cerebros dejaran de perderse por falta de escuelas y las
aguas de sus ríos dejaran de perderse por falta de obras hidráulicas. Hoy, las
aguas siguen yendo al mar. Y hasta vivimos la ocurrencia de resolverlo llenando
las playas de desalinizadoras, actividad de alta contaminación y alto consumo
eléctrico. Mismas poltronas, mismas decisiones y mismas ignorancias.
Pero, de nuevo, serenidad.
Estamos en el camino de Oz hacia el mágico 2030 para encontrar el viento de
regreso a la tierra, que los tornados nos arrebataron al desviarnos por la
senda de los ladrillos amarillos, un amarillo idéntico al metal que fue el
sueño, más bien la pesadilla, del rey Midas. Para salvarnos ya no habrá dinero
ni propiedad privada. Habrá felicidad. Y se nos concederán también sentimientos,
valor y cerebro. Especialmente oportuno éste último, que falta hace.
Claro que para gozar de esta
felicidad se necesita una preparación previa. Algunos hitos del camino son
difíciles de comprender. Reducir la desigualdad entre países a base de quedar
en manos de los riquísimos señores del gas y del petróleo y del señor del
dinero (China, el único país infraproductor admitido al selecto club) es
difícil de entender. Empoderar mujeres y niñas debería ser fácil, ya que esta
vez la palabreja no se ha inventado, sino que se ha rescatado del desván de los
vocablos en desuso, desechando el sinónimo actual apoderar. De su doble
acepción, transitiva (dar poder) o reflexiva (tomárselo por las bravas), es
obvio que vamos por la transitiva. No se le ocurra quejarse a algún profesor
porque una alumna le meta un navajazo. Que ellas tengan ya poder para abortar
cuando quieran sin dar explicaciones, no significa que hayan alcanzado techo.
La concesión de autoridad e influencias para conquistar la igualdad no ha
terminado. Hasta la RAE, para no ser tachada de cavernícola, ha tomado cartas
en el asunto y empoderar es ahora “dar autoridad, influencia y conocimiento”.
¿Y de dónde el conocimiento? De una educación inclusiva y equitativa. O sea,
ignorantes todos.
Éste es el verdadero horizonte
que se esconde tras la niebla dorada del 2030. Guerras nunca faltarán mientras
existan los nacionalismos y los fanatismos religiosos, pero no habrá grandes
guerras, ni frías ni calientes, porque las manadas de lobos se han dado cuenta
de que son más bien pocos comparados con la inmensidad de los rebaños de
corderos. Los comunistas y los capitalistas no seguirán matando por controlar
el mundo. Hay para todos. Sus foros dominarán la alimentación, la energía y el
dinero. Ese dinero que se supone habrá dejado de existir estará en sus manos,
en tanto nosotros pasaremos el teléfono por lectores electrónicos para lo que
nos pidan o para lo que nos quieran dar.
Isaac Asimov dijo que los
antintelectuales tienen la noción falsa de que democracia significa que mi
ignorancia vale igual que tu conocimiento. Asimov era un optimista. La
ignorancia vale hoy mucho más.
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