domingo, 2 de abril de 2023

ECO.71 CALIGULA (ADAPTACIÓN DE UN CUENTO DE JOSÉ LUIS GUIJARRO)

CALÍGULA   (Adaptación de un cuento de José Luis Guijarro), por Marco A. Santos Brandys

Mi familia, siempre ha sido muy bichera. De niño, en Palma de Mallorca, mi tío Pepe siempre tenía varios gorriones, verderones o lo que fuera, volando por la casa, saliendo al campo y regresando por la noche a cenar el alpiste dado por mi tío con su boca, como si fuera la mamá pájara. Desde pequeño, mi casa estaba llena de perros y gatos, alguna tortuga y gusanos de seda, en una caja.

A mi madre, le gustaban los animales y trató que estuviéramos en contacto permanente con ellos desde pequeños. A mí, no me molaban demasiado los bichos, pero debido a los desvelos de ella, ahora me gustan mucho, pero carezco de la pasión característica de mi hermano, tratando de acercarse a todo bicho viviente con quienes a veces, conseguía resultados asombrosos y mi hermana, una enamorada de la vida animal. Mis hijos han repetido el esquema: el mayor respeta y defiende a los animales, pero de chico le daban cierta prevención ya superada, Su madre y sus hermanos son unos forofos de cualquier especie, no siendo la nuestra.

Mis hijos, han tenido la suerte de crecer en medio del Campo Charro, de nuevo rodeados por toda suerte de animales, caballos, burros, cabras y ovejas, cerdos y vacas, todo lo que hay en una finca salmantina. En cambio, cuando vivía allí, me asombró la crueldad innecesaria e incomprensible para mí, mostrada por la gente del campo hacia los animales, pareciendo que los odiaban. Los perros, por ejemplo, que les ayudaban en sus tareas, cuando estaban ya para el arrastre y no les servían, morían de maneras atroces, como si se lo pasaran bien haciéndoles barbaridades y viéndolos sufrir. Y ¡ay! de cualquier animalito que se les cruzara en el camino, ya fuera pájaro, conejo, liebre, zorra, lagarto o culebra. Morían indefectiblemente, como si su destrucción fuera un deber moral o así. Evidentemente que había excepciones, pero eran eso, excepciones a la regla de la crueldad generalizada contra los bichos. Y es casi imposible imaginar la saña que mostraban, cuando destruían un animal considerado nocivo (¿por nuestra mitología?), la serpiente, fuera víbora (peligrosa), o culebra (inocua). Salía a relucir horriblemente, toda la maldad humana concentrada.

Fruto de esta manía destructiva, alguien encontró un día, una madriguera de zorra con sus cachorros y como era de esperar, destruyeron la camada, no quiero ni imaginar cómo. Una de las personas que lo hizo, sin embargo, debería tener algo de compasión y salvó del “castigo” a un pequeño cachorrito, una bolita gris con los ojitos cerrados y se la regaló a mi esposa, sabiendo que iba a cuidarlo lo mejor posible.

Acabábamos de poner en escena en el Liceo de Salamanca y en el salón de baile del pueblo de Santa María de Sando, la obra de Camus, CALÍGULA, que tuvo un notable éxito de público. Y no se nos ocurrió mejor nombre que ése, para el zorrito recién adoptado, al que teníamos que alimentar mediante el gotero de un frasco de “privina” con el que le insuflábamos leche tibia, hasta que abrió los ojos y pudo comer solito. En aquella época teníamos adoptado también un conejo chico, "Tambor", que igualmente había el pobre, quedado huérfano.

Fueron buenos compañeros de infancia, y muchas veces, "Tambor" se acurrucaba entre las patas de "Calígula" para dormir en buena compañía. Menos mal que no compartían la misma dieta, porque a "Calígula" no le gustaba bromear con las cosas serias de la vida, como la comida, sobre todo, si la comida era carnívora. Ahí, ni a nosotros nos dejaba hacerle bromitas, gruñendo y enfadándose ante cualquier amago de quitársela.

Jugaba con nosotros, naturalmente, como todos los cachorros, pero a lo salvaje. Mordiendo de veras con unos afiladísimos dientes que te destrozaban las manos, o arañando con sus larguísimas uñas muy afiladas también, destrozando cortinas, faldones de camilla y butacas. Todo lo que pillaba lo destrozaba. Por muy domesticado que estuviera, no se parecía en eso nada a un perro cuando juega, pero era muy gracioso y simpático dentro de lo que era, una “alimaña".

Cuando chiquito, su pelambrera era grisienta, no saliendo de la casa o de su jardín vallado, pues a "Tambor" y a él le bastaban aquel espacio. Jamás tuvieron problemas con los perros y gatos de los que estábamos rodeados, dentro y fuera de casa. Vivíamos en buena armonía.

Intentamos ponerle un collar y una cadena, pero se revolvía furioso y no quería verse atado, cosa también que les ocurre a los cachorros de perro, acostumbrados bastante pronto a llevarla. A "Calígula" en cambio, le costó casi un año, admitirlo y así poder pasear con nosotros. Para entonces, ya había empezado a dorarse y a conseguir que su cola se fuera haciendo más gordita, como buen zorro.

Y un glorioso día, ¡por fin!, vino con nosotros en un larguísimo paseo, como si fuera un perrito faldero. ¡Qué contentos y orgullosos estábamos de gozar de la compañía de aquel simpático y vistoso acompañante! A "Tambor" en cambio, no había quien lo sacara a pasear. Esperaba pacientemente a su amigo en el jardín o en casa, eso sí, descargando bolitas negras sin parar.

Esa primera noche, después del paseo y durante la cena que había engullido antes que nosotros, estábamos a la mesa cuando a “Calígula” se le ocurre ponerse a jugar con el cable de una lámpara de pie que, encendida, iluminaba la escena. No nos dimos cuenta de su peligroso juego, pero de repente, un chisporroteo y una sacudida del animalito a mis pies, nos dejó helados.

Se había electrocutado y estaba totalmente inerte, con un hilo de sangre saliéndole de la boca semiabierta. Qué mal nos sentó la cena y que desesperación tan grande nos entró. Allí, delante de nosotros. ¡ZAS!, dejó de existir nuestro "Calígula".

Todavía al contarlo, después de muchos años, se me ha encogido el corazón. Unas fotos me lo han traído visualmente a la memoria, con lo que la impresión, es incluso mayor.

Pero esas fotos, me han mostrado, que mi perrito actual, el ínclito "Lolo", es casi un hermano gemelo de "Calígula".

Es increíble, lo que se parecen.

 


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