jueves, 18 de septiembre de 2025

ECO.86 NO ME GUSTA... LA "GUERRA DE ARANCELES"

NO me gusta... la "guerra de aranceles", por Paco Acosta


NO me gusta… la guerra de aranceles que últimamente está impulsando el gobierno populista norteamericano.

 

Efectivamente los aranceles son una herramienta de la política de los gobiernos. Y son “barreras comerciales” que desde siempre se han utilizado -fundamentalmente- para corregir fuertes desequilibrios en el comercio entre países, o en otros casos para “proteger” determinadas industrias nacientes (y hay que ser muy cuidadoso en las consecuencias de las prácticas proteccionistas… -esas u otras-)”, y también se han utilizado para “castigar” a algunos países que realizan prácticas comerciales desleales (arancel enmascarado diplomáticamente como una respuesta a estas prácticas desleales inadmisibles). Prácticas comerciales inadmisibles, podrían ser, por ejemplo, el trabajo de niños para minimizar los costes, el “dumping” (o venta de productos a un precio sensiblemente inferior al que corresponda o se considere normal), los subsidios o subvenciones a productos para favorecer la competitividad, y otras similares). Pero ¿realmente son estos casos los que han dado lugar a esta “guerra de aranceles”?

 

NO me gusta, pues, la “imposición forzada y agresiva” de aranceles, sin que previamente hayan tenido lugar reuniones de diplomacia económica, de negociaciones basadas en las reglas (y políticas) comerciales mundialmente aceptadas en, y para, el comercio internacional.

 

NO me gusta…, el anuncio “bombo y platillo” de la aplicación de nuevos (e importantes) aranceles a determinados países (o como en este caso a la UE) con objeto de forzarles a una negociación para que cambien sus políticas comerciales… Y de paso pretender así conseguir el “acobardamiento” del contrario…, cosa que si no se logra (del todo) provocará represalias (es común que el afectado responda con medidas propias), también en forma de aranceles. Es lo que recibe el nombre de “guerra de aranceles”.

 

No me gusta la guerra de aranceles, que ha iniciado el gobierno norteamericano, porque significa una medida proteccionista extrema -muy contraria a las políticas liberales de un mundo globalizado-, con la que se pretende lograr una “ganancia política interna”. Creo que, en general, las políticas “proteccionistas” tienden a ser “populares” entre la población que teme la pérdida de empleos (o de influencia) a causa de la competencia extranjera. ¿Será éste el fin último de la imposición de estas medidas?

 

NO me gusta la guerra de aranceles, porque en ella nadie gana (dicen que a largo plazo…). Aunque al principio se puedan conseguir algunas concesiones del rival, el coste para la propia economía y la de sus ciudadanos suele ser significativo. Las empresas se enfrentan a mayores costes, los consumidores pagan más por lo mismo y la incertidumbre reduce las inversiones. Lo que comienza como una medida de protección para unos pocos sectores puede terminar dañando a muchos, demostrando que, en el juego del comercio global, la cooperación y el diálogo suelen ser más productivos que la confrontación.

 

NO me gusta la guerra de aranceles, porque cuando un país impone impuestos a las importaciones, los productos extranjeros se vuelven más caros, lo que suele trasladarse a los precios al consumidor (la factura final recae en las familias). Se reduce el poder adquisitivo, “golpeando” especialmente a quienes tienen ingresos bajos o fijos…

 

NO me gusta la guerra de aranceles, porque las empresas, y especialmente las pymes, sufren importantes incrementos de costes (y también retrasos -en un mundo interconectado, muchos productos dependen de insumos procedentes de distintos países-); encarecimiento de la producción que obliga a las empresas a buscar proveedores alternativos, a veces de inferior calidad. Industrias que dependen de exportaciones pueden sufrir caídas de demanda, lo que se traduce en inseguridad laboral, despidos, reducción de salarios y cierre de empresas.

 

NO me gusta la guerra de aranceles, porque, en la ciudadanía, puede generar un ánimo de boicotear “todo lo que provenga del otro país” (un rechazo generalizado a todo lo importado), con el consiguiente perjuicio añadido a las estructuras comerciales que hasta ese momento estaban funcionando. ¿Y si no se encuentran otras alternativas equivalentes en calidad y precio?

 

NO me gusta la guerra de aranceles, porque genera un conflicto comercial que tiende a desestabilizar no solo las relaciones internacionales, sino también la economía de los propios países implicados, generando un menor crecimiento económico. La incertidumbre comercial disuade la inversión y reduce el comercio internacional, lo que además de ralentizar el crecimiento económico global puede, en el peor de los casos, provocar una recesión. Y lógicamente todo esto afecta más al país más débil. ¿De acuerdo?

 

Seguro a vosotros, tampoco os gusta… el panorama que se nos viene encima.





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