jueves, 18 de septiembre de 2025

ECO.86 LA PURÍSIMA Y EL MILAGRO DE MAZARRÓN (V)

La Purísima y el Milagro de Mazarrón (V), por Paco Acosta

(continuación)

 

NOVENA DECLARACIÓN:

El dicho Juan de Zamora, Alcalde Ordinario de esta villa y su término y jurisdicción, hizo comparecer ante mí a Rodrigo García de Escobar, de el cual se tomó e recibió juramento en forma de derecho e habiéndolo fecho y siendo preguntado por el caso dijo, que en diez y siete días de el mes de noviembre de este año pasado de mil quinientos ochenta y cinco años, Domingo de mañana, vinieron a dar aviso los guardias de la Cueva de los Lobos en que dijo: Que había oído gran rumor y que le pareció que era de mucha gente, y ansí tocaron la campana a rebato y la gente se levantó; y al rebato a él y con la gente de a pie y a caballo que se pudo juntar fueron a la vuelta de la mar hasta donde de los dichos Guardias habían dicho habían sentido el rumor y como allí llegaron vieron según se dijo, a siete Vageles de remos gruesos a la buelta de poniente hasta Cope, y andando mirando por las costas junto a el Vol que dicen del Rinconcito de Piedra Mala, hallaron juellega de gente; y los que allí se hallaron se espantaron infinito; y ansí andando buscando vieron como iba el rastro y juellego casi a la falda de la Sierra de Piedra Mala y pasando cerca del Cabo de la Leonera, dieron en el camino que venía a la Cueva del Plano y de allí tomaron la voquera de la vereda de el Señor Alcalde y por la regadera adelante se pusieron por la juellega, hasta la Olla de las Moreras de el dicho Señor Alcalde y a la Torre y de allí vivieron por la Rambla que viene de Lorca y Murcia a dar en el Bel de Susaña y a las Sierras de Andrés Sepúlveda, y por allí revocaba el rastro a una cañada de Antonia Ardid a la Cruz que está sobre esta Villa, y a la Rambla, Rabol de esta Villa, y el Camino Real abajo hasta pasar por las dichas casas de la Rambla y el pozo de el Ladrillar y a el Camino que va a las Pedreras Viejas y al Puerto de Piedra Mala; y ansí la gente toda quedó admirada de ver tan grande rastro como la gente había fecho, que bien parecía por la dicha juellega ser mucha cantidad de Moros de más de quinientos o seiscientos; y ansí admirados y espantados, se volvieron a esta Villa dando gracias a Nuestro Señor de que tan grande peligro y perpetuo cautiverio les había escapado; y luego que se vino de ver los dichos rastros, se entraron en Misa, y este testigo, salidos, se puso a comer y acabado de comer oyó tocar la Campana de la iglesia de Nuestra Señora de la Concepción, Hospital de esta Villa, y la gente decía a voces que había Milagro en la dicha iglesia. Y ansí este testigo fue a la puerta de allá y entró a la dicha Iglesia donde halló infinidad de gente y los dos Curas de las iglesias de esta Villa dando grandes voces; y vido como la Lámpara que estaba y está en la dicha Capilla, que ardía, y vido ese testigo que vertía en grande abundancia aceite y caía en el plato que estaba debajo de el cual muchas gentes tomaban para salud y se untaban los ojos y partes enfermas; y este testigo hizo lo propio y luego al cabo de un rato de ir este testigo, vido en el rostro de la Imagen que en el altar de la dicha Iglesia estaba, gotas de sudor en especial en el carrillo derecho de la dicha Imagen y ansí; empezaron a dar grandes alaridos alabando a Nuestro Señor por las mercedes que a esta Villa había fecho en nos librar de tan mal poder y mostrarnos perfectamente que su Divina Majestad lo había fecho, por intercesión de su Benditísima Madre Señora Nuestra la Virgen María, y ansí nos lo quiso mostrar este dicho día porque no pudo ser menos si no es Milagro pues habiendo llegado esta noche quinientos Turcos enemigos de nuestra Santa Fe Católica tan cerca de esta Villa, que no estuvieron quinientos pasos de ella sin haber sido sentidos de persona alguna y pasado por el medio de las casas de la Rambla donde pudieron torcer y cautivar gentes, no lo hicieron y haber venido dos leguas y media hasta la Villa y otra legua desde allá, hasta donde se embarcaron sin haber hecho mal alguno, antes sí ¡han dejado de las municiones y cosas suyas que llevaban! y a lo pareció iban los dichos moros huyendo y ansí pareció por haber encontrado en el camino que hicieron las piedras muy grandes movidas de un lugar gran trecho; y vido este testigo en la dicha Iglesia que el Cura del señor San Andrés, que es el Padre Parra tomó unos corporales y limpió el rostro de la dicha Imagen de Nuestra Señora de la Concepción, y cuando iba limpiando el rostro de la dicha Imagen, quedaron los corporales mojados de él; este testigo y los demás que allí estaban que eran grande número de gente, quedaron satisfechos que era sudor lo que la dicha Imagen tenía y el verdadero Milagro y ansí se juntó mucha gente y se hizo una solemne procesión que salió de la dicha Iglesia de la Concepción y se fue a las iglesias parroquiales con las cruces y Cofradias de esta Villa y clérigos, dando grandes alabanzas a Dios Nuestro Señor por tantas mercedes como en esta Villa Su Majestad había tenido esta mañana y volvió dicha procesión hasta la dicha Iglesia de la Concepción, y sabe este testigo que en este dicho día diecisiete de noviembre fue el día de lo dicho y el Milagro tan grande que tiene obligación esta Villa y todos os vecinos de ella a olgar y no trabajar este día y dar infinitas gracias a Nuestro Señor y a su Madre Santísima, por tantas mercedes y hacer a el Santo del día gran fiesta; y que esto es la verdad de lo que sabe, para el juramento fecho; y que es de edad de cuarenta años poco más o menos; no firmó porque dijo que no sabía. Firmó el dicho señor Alcalde, Juan de Zamora Vivancos. Ante mí, Jorge de Escobar.

 

AUTO.-Y luego el dicho Señor Acalde dijo; que certificaba a todos los señores que esto vieron que lo susodicho por los testigos en esta información es ansí por sus disposiciones y por su Merced haberse hallado presente a todo lo que dicho es, según que aquí se contiene, y que a los dichos y deposiciones de los dichos testigos se debe y se puede dar entera fe y crédito; y que a ello interponía y interpuso su autoridad y decreto judicial, tanto cuanto ha lugar en derecho y firmolo. Juan de Zamora Vivancos. Ante mí, Jorge de Escobar.

 

 

Hasta aquí la transcripción de las 9 declaraciones de vecinos de Almazarrón; y sus testimonios recogidos en ese informe oficial nos relatan los prodigios que ocurrieron en la madrugada de aquel 17 de noviembre de 1585.

 

Estos “sucesos milagrosos”  se difundieron con rapidez por todo el Reino de Murcia, de tal forma que pocos días después “Gómez Pérez das Marinas, Corregidor y Justicia Mayor de las ciudades de Murcia, Lorca y Cartagena, Adelantado y Capitán Mayor de este reino, a cuyo cargo está la defensa de la costa”, enterado de lo ocurrido quiere confirmarlo y para ello ordena a una persona de su confianza para que “hagáis averiguaciones en personas fidedignas”…”lo cual todo haréis con todo cuidado y diligencia”.

 

Nos sorprende que sea la autoridad civil la que se interese inmediatamente por este asunto, y no la autoridad religiosa… Quizás al corregidor le preocupara saber si el sistema defensivo establecido en la costa había funcionado, pues en su carta escribe  según e sido informado” … “al amanecer siete galeotas gruesas de enemigos” … “aportaron a la costa de Almazarrón y en ella echaron en tierra mucha cantidad de turcos para yr a saltear y robar la gente de aquella villa”. Por eso le interesa saber con certeza, “de las galeotas que ansí llegaron a la costa, la gente que echaron en tierra y la parte y lugar do llagaron y la causa de su retirada y el daño que hizieron y si al desembarcar, las guardas de aquella parte los vieron y sintieron avisaron a la justicia de la dicha villa y si en ello tuvieron descuydo o culpa alguna y lo que dicen haberse tocado la dicha campana”.

 

Con esto terminan los testimonios históricos. En las siguientes entregas publicaremos lo que al respecto escribió, casi dos siglos después -en 1761-, Fray Ginés García Alcaraz, lector de teología.

 

(continuará)




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