La Purísima y el Milagro de Mazarrón (V), por Paco Acosta
(continuación)
NOVENA DECLARACIÓN:
El dicho Juan de Zamora,
Alcalde Ordinario de esta villa y su término y jurisdicción, hizo comparecer
ante mí a Rodrigo García de Escobar, de el cual se tomó e recibió
juramento en forma de derecho e habiéndolo fecho y siendo preguntado por el
caso dijo, que en diez y siete días de el mes de noviembre de este año pasado
de mil quinientos ochenta y cinco años, Domingo de mañana, vinieron a dar aviso
los guardias de la Cueva de los Lobos en que dijo: Que había oído gran rumor y
que le pareció que era de mucha gente, y ansí tocaron la campana a rebato y la
gente se levantó; y al rebato a él y con la gente de a pie y a caballo que se
pudo juntar fueron a la vuelta de la mar hasta donde de los dichos Guardias
habían dicho habían sentido el rumor y como allí llegaron vieron según se dijo,
a siete Vageles de remos gruesos a la buelta de poniente hasta Cope, y andando
mirando por las costas junto a el Vol que dicen del Rinconcito de Piedra Mala,
hallaron juellega de gente; y los que allí se hallaron se espantaron infinito;
y ansí andando buscando vieron como iba el rastro y juellego casi a la falda de
la Sierra de Piedra Mala y pasando cerca del Cabo de la Leonera, dieron en el
camino que venía a la Cueva del Plano y de allí tomaron la voquera de la vereda
de el Señor Alcalde y por la regadera adelante se pusieron por la juellega,
hasta la Olla de las Moreras de el dicho Señor Alcalde y a la Torre y de allí
vivieron por la Rambla que viene de Lorca y Murcia a dar en el Bel de Susaña y
a las Sierras de Andrés Sepúlveda, y por allí revocaba el rastro a una cañada
de Antonia Ardid a la Cruz que está sobre esta Villa, y a la Rambla, Rabol de
esta Villa, y el Camino Real abajo hasta pasar por las dichas casas de la
Rambla y el pozo de el Ladrillar y a el Camino que va a las Pedreras Viejas y
al Puerto de Piedra Mala; y ansí la gente toda quedó admirada de ver tan grande
rastro como la gente había fecho, que bien parecía por la dicha juellega ser
mucha cantidad de Moros de más de quinientos o seiscientos; y ansí admirados y
espantados, se volvieron a esta Villa dando gracias a Nuestro Señor de que tan
grande peligro y perpetuo cautiverio les había escapado; y luego que se vino de
ver los dichos rastros, se entraron en Misa, y este testigo, salidos, se puso a
comer y acabado de comer oyó tocar la Campana de la iglesia de Nuestra Señora
de la Concepción, Hospital de esta Villa, y la gente decía a voces que había
Milagro en la dicha iglesia. Y ansí este testigo fue a la puerta de allá y
entró a la dicha Iglesia donde halló infinidad de gente y los dos Curas de las
iglesias de esta Villa dando grandes voces; y vido como la Lámpara que estaba y
está en la dicha Capilla, que ardía, y vido ese testigo que vertía en grande
abundancia aceite y caía en el plato que estaba debajo de el cual muchas gentes
tomaban para salud y se untaban los ojos y partes enfermas; y este testigo hizo
lo propio y luego al cabo de un rato de ir este testigo, vido en el rostro de
la Imagen que en el altar de la dicha Iglesia estaba, gotas de sudor en especial
en el carrillo derecho de la dicha Imagen y ansí; empezaron a dar grandes
alaridos alabando a Nuestro Señor por las mercedes que a esta Villa había fecho
en nos librar de tan mal poder y mostrarnos perfectamente que su Divina
Majestad lo había fecho, por intercesión de su Benditísima Madre Señora Nuestra
la Virgen María, y ansí nos lo quiso mostrar este dicho día porque no pudo ser
menos si no es Milagro pues habiendo llegado esta noche quinientos Turcos
enemigos de nuestra Santa Fe Católica tan cerca de esta Villa, que no
estuvieron quinientos pasos de ella sin haber sido sentidos de persona alguna y
pasado por el medio de las casas de la Rambla donde pudieron torcer y cautivar
gentes, no lo hicieron y haber venido dos leguas y media hasta la Villa y otra
legua desde allá, hasta donde se embarcaron sin haber hecho mal alguno, antes
sí ¡han dejado de las municiones y cosas suyas que llevaban! y a lo pareció
iban los dichos moros huyendo y ansí pareció por haber encontrado en el camino
que hicieron las piedras muy grandes movidas de un lugar gran trecho; y vido
este testigo en la dicha Iglesia que el Cura del señor San Andrés, que es el
Padre Parra tomó unos corporales y limpió el rostro de la dicha Imagen de
Nuestra Señora de la Concepción, y cuando iba limpiando el rostro de la dicha
Imagen, quedaron los corporales mojados de él; este testigo y los demás que
allí estaban que eran grande número de gente, quedaron satisfechos que era
sudor lo que la dicha Imagen tenía y el verdadero Milagro y ansí se juntó mucha
gente y se hizo una solemne procesión que salió de la dicha Iglesia de la
Concepción y se fue a las iglesias parroquiales con las cruces y Cofradias de
esta Villa y clérigos, dando grandes alabanzas a Dios Nuestro Señor por tantas
mercedes como en esta Villa Su Majestad había tenido esta mañana y volvió dicha
procesión hasta la dicha Iglesia de la Concepción, y sabe este testigo que en
este dicho día diecisiete de noviembre fue el día de lo dicho y el Milagro tan
grande que tiene obligación esta Villa y todos os vecinos de ella a olgar y no
trabajar este día y dar infinitas gracias a Nuestro Señor y a su Madre
Santísima, por tantas mercedes y hacer a el Santo del día gran fiesta; y que
esto es la verdad de lo que sabe, para el juramento fecho; y que es de edad de
cuarenta años poco más o menos; no firmó porque dijo que no sabía. Firmó el
dicho señor Alcalde, Juan de Zamora Vivancos. Ante mí, Jorge de Escobar.
AUTO.-Y luego el
dicho Señor Acalde dijo; que certificaba a todos los señores que esto vieron
que lo susodicho por los testigos en esta información es ansí por sus
disposiciones y por su Merced haberse hallado presente a todo lo que dicho es,
según que aquí se contiene, y que a los dichos y deposiciones de los dichos
testigos se debe y se puede dar entera fe y crédito; y que a ello interponía y
interpuso su autoridad y decreto judicial, tanto cuanto ha lugar en derecho y
firmolo. Juan de Zamora Vivancos. Ante mí, Jorge de Escobar.
Hasta aquí la transcripción de
las 9 declaraciones de vecinos de Almazarrón; y sus testimonios recogidos en
ese informe oficial nos relatan los prodigios que ocurrieron en la madrugada de
aquel 17 de noviembre de 1585.
Estos
“sucesos milagrosos” se difundieron con
rapidez por todo el Reino de Murcia, de tal forma que pocos días después “Gómez
Pérez das Marinas, Corregidor y Justicia Mayor de las ciudades de Murcia, Lorca
y Cartagena, Adelantado y Capitán Mayor de este reino, a cuyo cargo
está la defensa de la costa”, enterado de lo ocurrido quiere confirmarlo y para
ello ordena a una persona de su confianza para que “hagáis averiguaciones en
personas fidedignas”…”lo cual todo haréis con todo cuidado y diligencia”.
Nos
sorprende que sea la autoridad civil la que se interese inmediatamente
por este asunto, y no la autoridad religiosa… Quizás al corregidor le
preocupara saber si el sistema defensivo establecido en la costa había
funcionado, pues en su carta escribe “según
e sido informado” … “al amanecer siete galeotas gruesas de
enemigos” … “aportaron a la costa de Almazarrón y en ella echaron en
tierra mucha cantidad de turcos para yr a saltear y robar la gente de aquella
villa”. Por eso le interesa saber con certeza, “de las galeotas que ansí
llegaron a la costa, la gente que echaron en tierra y la parte y lugar do
llagaron y la causa de su retirada y el daño que hizieron y si al desembarcar,
las guardas de aquella parte los vieron y sintieron avisaron a la justicia de
la dicha villa y si en ello tuvieron descuydo o culpa alguna y lo que dicen
haberse tocado la dicha campana”.
Con esto terminan los testimonios históricos. En las siguientes entregas publicaremos lo que al respecto escribió, casi dos siglos después -en 1761-, Fray Ginés García Alcaraz, lector de teología.
(continuará)
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