El legado fotográfico de Hans Nonnast. Retrato de una época (1911-1927), por Giovanni Criscione
Hoy, en la era de las redes
sociales, es normal fotografiar nuestro trabajo, tiempo libre o encuentros con
amigos. Pero en la década de 1910-1920, el relato fotográfico de la vida
cotidiana era algo extremadamente raro, tanto por los elevados costes del equipo
como por las dificultades técnicas que implicaba. Por eso, el libro publicado a
principios de 2025 por el historiador Mariano C. Guillén Riquelme, titulado “El
legado fotográfico de Hans Nonnast. Retrato de una época (1911-1927)”
(Mazarrón, Ayuntamiento de Mazarrón, Pictocoop), tiene una importancia
excepcional, quizá única, en el panorama de nuestra historia.
El libro contiene, de hecho, más
de un centenar de fotografías de época realizadas por el ingeniero alemán Hans
Nonnast durante su estancia de casi veinte años en Puerto de Mazarrón. La
elegante edición, fiel al formato de los antiguos álbumes fotográficos, evoca
el encanto de los recuerdos en blanco y negro de una época lejana. Las imágenes
proceden del archivo de Robert Nonnast, hijo del ingeniero, quien a principios
de los 90 las puso a disposición del autor y del Ayuntamiento de Mazarrón. A lo
largo de los años, estas fotos han servido para exposiciones, conferencias y
publicaciones. “El legado fotográfico de Hans Nonnast” las reúne por primera
vez en un volumen organizado temáticamente, permitiendo apreciar mejor los
gestos del trabajo, los ocios, los paisajes, los lugares, los rostros y los
rituales de convivencia, revelando no solo la vida de un hombre, sino el alma
de una comunidad.
¿Quién fue Hans Nonnast? Nacido en 1877 en una localidad de Silesia —en la frontera entre los imperios alemán, ruso y austrohúngaro—, Hans Nonnast Krzemiński estudió ingeniería y química para trabajar en las minas de hierro y carbón de la región. En 1911 aceptó una oferta de la Compañía Metalúrgica de Mazarrón y se trasladó a Puerto de Mazarrón para dirigir el laboratorio de análisis químicos de la fundición Santa Elisa. Allí permaneció 17 años, desplegando una frenética actividad social, científica, cultural y deportiva que documentó puntualmente con su cámara de fuelle.
Apasionado de la fotografía, fue pionero del vuelo sin motor, promotor de actividades deportivas, excursiones y obras de teatro amateur. En 1920 se casó con Gloria Manchón de Cartagena, con quien tuvo dos hijos: Willy (1922) y Robert (1925). Tras el cierre de Santa Elisa (1927), se trasladó a Madrid para trabajar en Esab Ibérica. Evacuado por la embajada alemana al inicio de la Guerra Civil, regresó a España en 1938, estableciéndose en Sevilla, donde trabajó hasta su jubilación en 1946. Desde 1952 pasaba los veranos en Puerto de Mazarrón, lugar al que siempre estuvo ligado. Murió en 1980, a los 92 años.
El libro, que es también un homenaje a su persona, se organiza en secciones temáticas.
En la sección "Los primeros años en el Puerto de Mazarrón" se alternan las imágenes de su primera casa, las vacaciones de la alta sociedad murciana, las representaciones teatrales, los grupos de amigos, los jardines, las playas y su autorretrato.
La sección "La fundición Santa Elisa" recoge una documentación fotográfica general y detallada del establecimiento industrial donde se producían lingotes de plomo y plata, de los procesos, las máquinas, las fases laborales e incluso de los obreros, técnicos y directivos que allí trabajaban.
La sección "El chalet del director de la metalúrgica" nos abre las puertas de la villa del ingeniero alemán Ernst Greiff Heiss, director de la Compañía Metalúrgica. La villa, situada en una altura a pico sobre el mar, inmersa en el verde de frondosos jardines, nos ofrece una instantánea de la vida que allí se llevaba y de sus elegantes y refinados ambientes.
La sección "Excursiones" despliega horizontes de paisajes marinos y montañosos, con fotografías tomadas durante paseos a lomo de mula, vistiendo impecables trajes oscuros y el salacot para protegerse del sol. Así es posible apreciar cómo eran aquellos paisajes en su tiempo, hoy modificados por las transformaciones del territorio.
En la sección "Navegación y el mar de Mazarrón" encontramos toda su pasión por el mar: se retratan embarcaciones de todo tipo, su pequeño velero, momentos de una regata, barcos encallados tras una tormenta. En particular, la instantánea que inmortaliza el instante en que la ola rompe contra los acantilados y explota en mil esquirlas de espuma que salpicaban hacia el cielo, fue elegida para la imagen de portada.
La sección "Aeronáutica, Gimnasia y Escultismo" ilustra el aspecto lúdico y recreativo de su vida: su pasión por el vuelo sin motor (construyó un planeador con el que se lanzó desde el promontorio de la Cumbre para aterrizar en la playa de la Isla, gesto que tuvo gran eco en los periódicos de la época), pero también las actividades realizadas en el gimnasio y al aire libre por el Club gimnástico que él fundó, y las actividades escultistas en la Sierra Espuña.
En la última sección "Mazarrón, las minas y el puerto", se recogen una serie de vistas de la ciudad, las minas, las salinas y el puerto. El texto de Mariano C. Guillén Riquelme añade un comentario a las imágenes, aclarando el contexto con precisos referentes históricos.
El libro ofrece, además,
múltiples puntos de interés. En primer lugar, dirige la atención al flujo de
capitales y profesionales alemanes y extranjeros en general en la España de
principios del siglo XX, empleados en el sector minero. En segundo lugar, repasa
la historia de la moda y el costumbrismo, mostrando vestimentas y accesorios,
pero también estilos y mobiliario de la época. En tercer lugar, relata una
etapa de la Historia de la fotografía, con el uso de técnicas y herramientas
como placas de vidrio, procesos de revelado, composiciones con cámaras de
fuelle con luz natural, pero también tiempos de exposición y elección de
encuadres entre el pictorialismo y el documentalismo. Una mirada penetrante, la
de Hans Nonnast, que logra transformar cada toma en un documento histórico y
capturar el alma silenciosa de una época.
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