NUESTRAS LECTURAS: “LA JOVEN DE LA PERLA”, por A.F.García
LA JOVEN DE LA PERLA, de TRACY CHEVALIER.
Es la novela que hizo famosa esta autora hasta convertirla en una
bestseller internacional. Nacida en Washington en 1962, hija de un fotógrafo
del Washington Post, quedó sin madre muy pronto, se trasladó a Inglaterra para
hacer el postgrado de Escritura Creativa en la Universidad East Anglia y
actualmente reside en Londres.
Parece ser lo suyo la novela histórica y, a juzgar por la presente, hay
que admirar su acierto y su éxito. Recrear a base de un cuadro, aunque sea el
más significativo, esta bella obra, muestra que la escritura creativa llegó a
dominarla con brillantez.
El cuadro, pintado en 1665, es de Jan Van der Meer, 1632-1675, que
nació y vivió en Delft, siendo decano del gremio de pintores de 1663 a 1670.
Esta es una bella ciudad, de unos cien mil habitantes, a medio camino entre
Rotterdam y La Haya, patria de Guillermo de Orange, surcada de canales, muy
monumental y muy conocida por la cerámica azul.
El pintor, su esposa Catharina, su suegra María Thin, hasta su amigo
Anton Van Leeuwenhoek, comerciante de telas, aficionado a tallar lentes, que
legó 26 microscopios simples.
Lo que no se ha sabido es la modelo, aunque los técnicos no lo
consideran un retrato, sino un rostro y una expresión: los ojos cristalinos, la
boca entreabierta y la perla.
Sin embargo, Chevalier hace de ella el personaje central, muy
caracterizado. Es hija de un fabricante de azulejos, que pinta de azul,
tradición de la ciudad, que en un accidente en su fábrica se quedó ciego. La
familia se fue a la ruina y Griet, su hija mayor, con 16 años, tiene que
empezar a trabajar de criada en casa del pintor.
Entra en un mundo distinto, realiza un trabajo agotador: limpiar una
casa grande, mucha vajilla, lavar mucha colada, hacer la compra y limpiar el
estudio del pintor, donde sólo entra éste, María Thin y ella. Estas dos últimas
tareas, por diferentes motivos son un refugio para ella, en una casa donde se
siente extraña y siempre sin seguridad de continuar.
En la carnicería de la Plaza se encuentra con un buen chico con el que
se terminará casando al cumplir los 18. En el estudio lo observa todo fascinada
y empieza a desarrollar su instinto natural para captar los espacios, la
situación de las cosas, la luz, los colores… hasta ese gesto estático que el
pintor parece descubrir en ella de manera casual, pero que parece propio de su
estilo.
La escritora y admiradora de este pintor debió servirse de lo que
aprendió de su padre, fotógrafo para describir con tal precisión tales
peculiaridades pictóricas. Parece crecer entre la joven y el pintor una mutua
fascinación, más evidente en ella porque la narración se desarrolla en primera
persona. La de él es más disimulada, más cuando confía la elaboración y
combinación de los colores a la joven surgen los recelos de Catharina por el
tiempo que la criada está en el desván o en el estudio.
Cuando descubre que ésta ha sido la modelo del último cuadro y ha sido
con sus pendientes de perlas surge una escena explosiva en que la protagonista
sale de la casa, sin que nadie la apoye ni recoja siquiera sus pertenencias.
María Thin reconocía su eficacia en la limpieza, el orden y en el
apoyo y ahorro de tiempo al pintor, que debió resentirse él y la economía de la
casa, pues murió diez años después. La joven casada y con dos niños ya se
entera de la triste noticia así como aviso de que pase por la vivienda, donde
la viuda y Van Leeuwenhoek le entregan los pendientes con perlas que Van der Meer,
el pintor, le había dejado en testamento.
Los Países Bajos tenían reconocida su independencia como reino desde
1648. Es un país económicamente próspero, su flota mercante supera a la de
cualquier otro estado. En el plano cultural atraviesa su Edad de Oro, más
visible en la pintura. Su volumen de publicaciones supera a la de cualquier
otro país. Sin embargo, las diferencias sociales son abismales tal como
aparecen en la narración, y no hablemos de derechos sociales. Por el contrario,
se nota una gran libertad, es como si se anticipara al liberalismo del XI.
Es una gran novela y muy agradable de leer, aunque no sea de acción,
sino de planos y situaciones, lo que refleja muy bien la película
correspondiente. De hecho, se la considera una bestseller y nuestro grupo la ha
leído en la 16ª edición.
La película sigue el esquema general
de la novela, saltando detalles entre los que hay destacar la visita del pintor a la casa de Griet, el
personaje Van Leeuwenhoek y la escena de recogida de los pendientes de la
perla. En todo caso, narración y película giran en torno a la joven
protagonista, excepcionalmente bien definida.
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