¿CLAREA EL HORIZONTE?, por A.F.García
El horizonte de nuestro país parece que empieza a clarear. Parece
alborear con alguna claridad sobre los oscuros montes: la situación
socioeconómica, la situación social, el problema catalán, la corrupción…
Si en siete años de gobierno
podemos aceptar que crece el PIB, diremos que ya era hora, pues no estamos
convencidos de que hayamos mejorado ni respecto al período anterior ni respecto
a la media internacional. Los pensionistas y la mayoría de los asalariados han
perdido por adquisitivo. Los derechos laborales y las prestaciones sociales han
retrocedido más de tres décadas. Desde luego hay menos cotizantes a la
Seguridad Social que hace diez años. Parece que la recuperación está siendo a
costa de los que menos pueden, grave defecto que se debe corregir sin excusas
ni aplazamientos.
Un esperaba que las elecciones del 21 de diciembre resolvieran la
fractura de la sociedad catalana, pero, al contrario, se consolidó. Sin
embargo, ya no se ve un bloque cerrado, como tren lanzado, sin freno, hacia la
república. Algunas mentes empiezan a poner pies en tierra y pensar en los
catalanes. No entiendo el efecto mesiánico y la fascinación que el líder ejerce
sobre unas gentes de por sí muy prácticas. Tampoco entiendo que quienes
apartaron sin traumas al más legitimado Artur Mas identifiquen tanto con
Cataluña a quien la abandonó por deseo propio. No parece lógica tal pasión. En
sus peculiares manifestaciones sólo se aprecia preocupación por su suerte, la
de su procés y la de los que se
embarcaron con él, ninguna por la de los 7.5 millones de catalanes.
En asunto de corrupción han aparecido implicados dispuestos a
colaborar con la justicia. Es lo que procede entre personas con sentido moral y
de justicia. El ocultar los delitos del compañero es propio de las personas que
se asocian para delinquir y ponen el compañerismo como primer principio o
único.
El responsable político tiene que ser justo y hacer que lo sean los
demás. Si quienes comparten responsabilidad delinquen, se hace cómplice de su
delito.
Si no se entera, es incompetente para ese cargo y debe abandonarlo.
Mal puede velar por la justicia y el bien público quien no controla siquiera al
que tiene a lado y comparte responsabilidad.
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