LOS MAGOS EN ISLA PLANA, por A.F.García
Llegaron de incognito. Llegué a donde se les esperaba, pero no los ví.
Entonces, abordé a uno que me lo parecía y lo seguí hasta el lugar. Allí
aparecieron en sus tronos y empezó a llegar gente, adultos en su mayoría,
además resultaban muy altos y hube de subirme a una silla para poder tomar la
foto de algún niño al lado de los magos. No pude ocultar mi impresión a una de
las jóvenes mamás que yo conocía, aunque la verdad es que me sorprendió por la
incomodidad de obtener la foto que yo quería y solo relativamente.
Conocí un colegio de barrio en Gijón, a principios de los noventa, en
el que coincidían cuatro nutridos octavos de la E.G.B. con dos ralos primeros.
Esa imagen de hace unos treinta años en la que se veía a un adulto con varios
niños al lado se ha invertido; ahora, vemos a un niño, rara vez dos o tres,
rodeado de varios adultos.
Al contrario que en La Azohía, donde los magos y sus pajes parecían
sembrar caramelos o golosinas, aquí me pareció que las niñas llevaban pequeñas
muñecas de sencilla y bella figura.
En un caso y en el otro los niños daban muestras de estar contentos
con lo que recibían y las fotos que se les hacía. Esta buena acción de las
asociaciones que la llevan a cabo hace que todos los niños puedan tener un
regalo de reyes aunque sea modesto, les iguala un poco como seres humanos. Así
lo reconocemos desde estos renglones.
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