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CENTENARIO DE LA REVOLUCIÓN RUSA: 1917/2017 (I), por Paco Hernández
Este año se cumple -¿se celebrará?- el primer
centenario de la Revolución Rusa cuando ya se han revertido sus efectos en el
país que la originó: el Día de Navidad de 1991 la U.R.S.S (Unión de Repúblicas
Socialistas Soviéticas) dejó de existir, perdiendo un tercio de su superfice y
de su población. Era el país más extenso del mundo (22'4 millones de Km2) y de
él queda Rusia, que sigue siendo el país más grande, aunque buena parte
permanezca congelado casi todo el año, principalmente en Siberia. Desde el fín
de la 2ª Guerra Mundial, en que la U.R.S.S. llegó hasta Berlín, había ido
perdiendo zonas de influencia en varios países europeos y con su disolución,
hasta 17 repúblicas se desgajaron de La Unión (Soyuz) en Europa, el Cáucaso y
Asia Central.
Pero no es de espacios o territorios de lo
que pretendemos hablar sino de la ilusión y la esperanza de una vida mejor en
un mundo más justo que esta revolución extendió por todo el mundo: era posible
erradicar el capitalismo, la explotación que sufren la mayoría de los humanos
(trabajadores, que necesitan vender su capacidad de trabajo para sobrevivir)
que tienen que someterse a unos pocos, los ricos, que obtienen precisamente su
riqueza del trabajo mal remunerado de la mayoría. Capitalistas que se
convierten también en explotadores de las riquezas naturales, mediante la
apropiación y explotación de los bienes que la naturaleza ofrece para todos.
Explicándolo mejor: la ilusión y la alegría por esta revolución no fué para
todos, no lo fué para los capitalistas, sino para la inmensa mayoría de los
habitantes de todos los países, los trabajadores asalariados llamados entonces
proletarios. Estas ilusiones y esperanzas de unos, los trabajadores, se habían
ido desvaneciendo hasta desaparecer cuando la U.R.S.S. implosionó, y todos los
países resultantes, Rusia incluida, establecieron de nuevo el capitalismo en
1991.
Otro tanto ocurrió con la revolución más
famosa de las muchas que en el mundo han sido, la Revolución Francesa. Como ha
habido muchas revoluciones en Francia precisaré que me refiero a la grande, que
se desarrolla entre 1789, cuando se asaltó La Bastilla el 14 de julio en París,
fecha que aún se conmemora todos los años, y 1799 en que un avispado joven
militar, Napoleón, se hizo con el poder para, poco después, autonombrarse 'emperador'. En este ciclo tan corto se
habían producido en Francia cambios profundos aunque, aparentemente, no había
pasado nada: Le había costado la cabeza, que perdió en la guillotina, al rey
Luis XVI, pero no se había acabado con la monarquía, ya que el joven advenedizo
Napoleón reinstauró otra estirpe. Entonces, ¿qué había cambiado esta revolución
en Francia?. Fundamentalmente que los que mandaban antes eran del “antiguo régimen”,
la aristocracia –condes, duques, marqueses...- poseedora de grandes propiedades
agrícolas y de las personas que vivían en ellas. Este poder fué sustituido por
una nueva clase social, “la burguesía”, compuesta por comerciantes, empresarios
y banqueros”, los poseedores de capital, o capitalistas, que desde entonces
dominan en el mundo.
En Rusia, que era un país muy atrasado,
habían pasado dos siglos y aún estaba dominado por la aristocracia medieval, se
pretendió hacer las dos cosas a la vez y, contra todo pronóstico, se consiguió.
Una primera revolución en febrero de 1917 consiguió quitar al Zar Nicolás II
(los rusos no llamaban rey al rey, sino 'zar' que quiere decir 'césar') y con
él también quitaron a la aristocracia dominante (condes, duques y nobles
poseedores de enormes extensiones de tierra y de vasallos que la trabajaban)
para poner una 'Duma', que es un
parlamento de tipo occidental, y un presidente. En teoría, pasaba a mandar el
'nuevo régimen' burgués, los comerciantes, empresarios y banqueros, los
capitalistas. Como en la Revolución Francesa. Pero no se detuvieron aquí los
atrevidos revolucionarios rusos. Prepararon otra revolución diferente para
octubre.
Pero hay que recordar que durante muchos años
antes, un judío alemán, Carlos Marx, al que acompañaba un amigo inglés que era
empresario llamado Federico Engels, difundían por Europa una nueva forma de
estudiar el mundo a través de la economía, la historia y la filosofía, que
ahora se conoce como “marxismo”, y que se había expandido por todo el mundo a
través de una organización llamada 'La
Internacional'.
Resumiendo mucho, el marxismo pretendía –y pretende aún–
que es posible una sociedad en que las personas no vivan explotadas unas por
otras, apropiándose unos pocos del valor del trabajo de la mayoría a la que
sólo se le paga lo justo para sobrevivir. Era posible organizar una sociedad
sin clases sociales: ni aristocracia (condes, duques, reyes...), ni burguesía
capitalista (comerciantes, empresarios, banqueros...). Esta sociedad utópica se
podría alcanzar por una revolución en las sociedades avanzadas: Alemania,
Inglaterra... pero no en Rusia, donde se vivía aún en la Edad Media.
Esto decían los
“expertos” de la época. Pero los atrevidos revolucionarios rusos pensaron que
sí era posible. Entre ellos destacaban tres: uno al que apodaban Lenin, otro
era un judío de Ucrania al que llamaban Trotski y un tercero era un georgiano
apodado Stalin. Estaban organizados en un partido, el de los 'bolcheviques'
–cuya traducción sería 'socialistas o comunistas'- que empezó a reclamar en la
Duma todo el poder para los 'soviets'
o asambleas políticas de obreros, campesinos, soldados... Esta reclamación se
extendió por toda Rusia, sobre todo en Petrogrado (hoy San Petersburgo),
durante el verano de 1917, aprovechando el enorme rechazo que provocaba la
sangría de la 1ª Guerra Mundial con su corte de muerte y miseria para la
población.