Un año de muchos días, por José Luis Mozo
Dicen que el hombre es esclavo de sus
palabras. Así que los que además las escribimos somos doblemente esclavos.
Pronto hará un año que en esta misma publicación este gacetillero escribía: “Se
esperaba la inmediata y coordinada movilización de todos los recursos
disponibles ante una catástrofe de tal magnitud. La más nefasta de esas
imprevisiones fue el silencio de las alarmas”. Y más adelante arriesgué
esta profecía: “Mazón me da cierta lástima porque se va a tragar el sapo más
gordo”.
Fue un riesgo torpe y mal calculado.
En seguida me llegaron escritos y hasta telefonemas preguntándome si yo
apostaba que Mazón era inocente. Ni inocente ni culpable. Yo no juzgo a Mazón
ni a nadie. No soy quién. Para eso están los jueces. Simplemente expresaba – y
expreso – mi reticencia a que con la imputación de Mazón como cortina de humo se
cerrara, tras largos, días una lista de imputables que no debería ser corta.
Podríamos remontarnos a 2004, cuando
un proyecto que preveía canalizar la margen izquierda del río Magro y restaurar
los cauces naturales de la rambla del Poyo fue tirado sin más a la papelera por
el gobierno de la nación cuando ya se asomaba al BOE. Aceptable si se hubiera
sustituido por otro plan, pero se sustituyó por nada. Incluso, cuando muchos
años después (2021) se presupuestó un nuevo plan, que también acabó en el pozo
de los trastos inútiles.
Si del gobierno de la nación, ante un
desastre de tal magnitud, pueden salir frases como “si necesitan algo que lo
pidan” o “el ejército no está para todo” podría responder con el
escrito de un militar valenciano: “Nos quejamos en la cantina del cuartel de
que no nos dejan hacer nada, viendo como nuestros compatriotas yacen muertos en
sus hogares o cientos de personas están desabastecidas e incomunicadas”.
Es previsible que alrededor del
juicio se monte el circo habitual de negocios e intereses políticos – vienen a
ser lo mismo – por los oportunistas de siempre. Pero confío en que los jueces y
los responsables serios dediquen su esfuerzo a dar justicia a los cientos de
personas que la reclaman para su dolor después haber perdido sus bienes y en
muchos casos a sus seres queridos sin que avisaran alarmas ni emergencias.
Y que Mazón no se aburra de soledad en el banquillo. Que sea
largo.
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