domingo, 11 de agosto de 2019

ECO.49 DEMOCRACIA. PODER DEL PUEBLO


DEMOCRACIA. PODER DEL PUEBLO, por A.F. García

Nuestro pueblo, el pueblo español, ha ejercido su poder votando cuatro veces en el espacio de un mes. El voto es el procedimiento de participación en el poder en las actuales democracias. Si solo es eso, se queda en una democracia formal, en la que quien ha recibido nuestro voto se escapa a nuestro control. Es lo que tenemos, lo menos malo.

Llevamos cuatro años de intensa campaña, de un lenguaje duro, agresivo, impropio de quien se ofrece a representarnos, buscando la fácil emotividad más que el convencimiento racional. Sin embargo, pienso que los ciudadanos, aunque estén menos informados de lo deseable, no son tan necios, tan fáciles de manejar.

El voto se ha dispersado, por la derecha, por la izquierda, por el centro. Eso es bueno. Obliga a dialogar. Las mayorías absolutas son nefastas. Recordemos las dos últimas. En una se apoya una guerra sin sentido; en otra se aplica la política más antisocial de la democracia. El gobernante, se siente dueño único del Estado, porque los suyos se limitan a aplaudir diga lo que diga y haga lo que haga. Los portavoces de la oposición son descalificados como enemigos de la patria. 

Soy de los que están convencidos de que las armas deben dejar paso a la palabra, al diálogo. El diálogo hubiera evitado millones de muertos en la historia de la humanidad y, por supuesto, nuestra Guerra Civil y Dictadura. Es lo más consecuente con los derechos humanos y, por supuesto, con el mensaje evangélico.

Es muy positivo que quien ha ejercido violencia, o entra en sus planteamientos, y renuncia a ella para sustituirla por el uso de la palabra en las instituciones democráticas, aceptando sus reglas de juego, se les abra la puerta y se les dé la oportunidad, lo que no impide que se someta a la acción de la justicia si ha cometido algún delito. No es justo descalificarlos ni políticamente bueno. La descalificación por sistema, que se hace para halagar a víctimas resentidas y ganar votos no ayuda nada a la paz, la armonía y la tolerancia, y desde luego, muestra una carencia de sentido de Estado y, sobre todo, cristiano.

No hace muchos días un destacado columnista afirmaba que Franco había muerto; pero el franquismo, no. No es difícil de apreciar en alguna de sus formas: abuso de banderas y otros símbolos, abundancia de sonoras proclamas huecas, vacías de contenido social; y, lo que es más relevante, el considerar y descalificar al adversario político como enemigo de la patria.

Yo no sé si nuestros líderes políticos no conocen la historia de España o no la quieren conocer. Es como si envueltos aún en la estela de la Dictadura no fueran capaces de distanciarse un poco, como quien mira desde fuera de nuestras fronteras para ver mejor esa realidad que parecen no ver.

En España no ha habido jamás una dictadura de izquierdas. Sí ha habido una dictadura de ultraderecha, tras rebelión y una cruel Guerra Civil con un decisivo apoyo del fascismo de Mussolini y el nazismo de Hitler.

Las cien víctimas, según admitía un ministro del Régimen a Gabriel Jabson, anteriores al levantamiento no justifican el casi millón de vidas humanas como secuelas de la Guerra, las ejecuciones, las hambrunas y los exiliados. Son víctimas también, como las de ETA, como las de los grupos islamistas, como las más de mil mujeres, asesinadas desde 2003. Todas esas personas son víctimas que merecen ser honradas y respetadas de igual manera en su memoria.

Mientras con la debida altura de miras y generosidad no apliquemos la misma vara y rasero y un sentido ético y cristiano de nuestros derechos ciudadanos, no seremos capaces de superar ese odio, esa estrechez mental, esa pobre y ridícula dialéctica, ese enfrentamiento mezquino e irresponsable, que tan tristemente asoma, indigna y asquea.

Repito que los españoles con todas sus lenguas, sus ideas políticas, religiosas y de todas sus regiones formamos un gran pueblo, con mucha y digna historia detrás. Merecemos algo mejor de lo que se nos está ofreciendo a diario.

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