viernes, 15 de marzo de 2024

ECO.77 El naufragio gallego

EL NAUFRAGIO GALLEGO, por José Luis Mozo

Galicia es tierra de gentes de agua, o sea, de mar. Gentes firmes, endurecidas por las tragedias que con exceso se han cebado en ellos a través de olas hostiles. Pero nunca, hasta hoy, hemos tenido que ver esto: que se hunda un barco antes de su botadura.

En realidad era un barco promesa, la de dar empleo a unos pocos miles de parados de Ferrol que deberían construirlo. Pero la incredulidad del electorado lo ha mandado al fondo sin comenzar. Un barco de guerra, aunque sin cañones, con destino a la armada española. No sé exactamente para qué sirve un navío de guerra sin cañones. Supongo que para transporte. Tal vez Ucrania ha reconquistado Crimea (sin enterarnos los de a pie) y queremos enviar refuerzos. En cualquier caso, era un paso firme de nuestro relanzamiento económico según dicen. Aunque a mí me cuesta entender en qué benefician a lo propia economía estas operaciones tipo Juan Palomo. Yo me construyo un barco para mí mismo y me lo pago. Lo entendería en bienes de equipo o sistemas semejantes que añadieran valor al último recurso o producto final, pero para consumirlos el mismo que los fabrica lo entiendo bastante peor.

Me hace recordar a un tabernero de nariz colorada que se sentía optimista pensando en las ganancias que iban a reportarle unas cuantas cajas de botellas de vino de marca, que había conseguido a muy buen precio. Cuando su contable informó de las pérdidas de aquella operación, el hombre no lo entendía y le exigía explicaciones. Y la explicación era muy simple: la nariz se le había puesto aun más colorada porque se había bebido su propio inventario. Y consumir el propio inventario no es la mejor forma de generar beneficios. Venderlo a un país extranjero, ahora que el desarrollo del transporte marítimo está creciendo por la expansión económica de Oriente, sí puede dar beneficios. Contratar la construcción de cruceros, otro negocio en expansión, también los daría. Y en último caso, si son incapaces de negociar internacionalmente, podrían aumentar el valor añadido fabricando barcos más capaces para los guardianes de nuestras costas, con sus cañones y, si fuera posible, con sus lanzatorpedos. Así estos guardianes conseguirían frenar, aunque fuera un poquito, el crecimiento acelerado del negocio de la droga y, de paso, evitar que individuos pestilentes (palabra derivada de peste) los asesinen con total impunidad.

En fin, si alguno de nuestros dirigentes acepta que tiene que mejorar su formación en economía no es necesario que se gaste nuestro dinero en carísimas escuelas de negocio. Basta asomarse al mercado de alimentación y estudiar cómo se ha subido la bolsa de la compra un 27% en dos años. Ése sí que es un negocio redondo. Protestan productores y transportistas a los que no ha llegado ninguna loncha de tan suculenta tajada pero, ¡oigan!, nunca ha llovido a gusto de todos y siempre se dice que la lluvia es necesaria. Que sigan protestando. Hasta puede que se les unan los ganaderos porque parece ser que nuestro gobierno “negocia” con Marruecos el paso libre de sus camiones y su ganado, certificados por normas marroquíes, que están a considerable distancia de las europeas. Y no esperen que Europa, si llega el caso, se trague este marrón. Prohibirían la entrada de nuestros productos agropecuarios, y así nos sobrarían excedentes que incinerar si hubiere contagios fatales en nuestras cabañas.  

En el peor de los casos, siempre quedará algún etéreo navío para otro naufragio. 



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