lunes, 3 de julio de 2017

ECO 35. SOMOS LOS DUEÑOS DE NUESTRA VIDA

SOMOS LOS DUEÑOS DE NUESTRA VIDA, por Nuria Llerena

Generalmente pasamos por este mundo pensando que todo lo que ocurre fuera de nosotros es lo que genera nuestro estado de ánimo, o dicho de otro modo, lo que pasa en nuestra vida y lo que hacen los demás define la calidad de nuestras emociones, de lo que sentimos. Es como si el ser humano tuviera grabado a fuego que sus desdichas vienen del exterior y es prácticamente imposible deshacerse de sus penas y aflicciones. Esta es la forma en la que vivimos, no nos hacemos responsables de nuestra propia vida; atribuimos a otros la causa de nuestros trastornos emocionales en lugar de ponernos manos a la obra y modificar nuestras emociones desagradables. Si nos decidimos a poner solución, es conveniente que seamos conscientes de qué es lo que sentimos, porque muchas veces no lo sabemos, no somos capaces de ver que lo que hay en nosotros es ira, rabia, envidia, tristeza… No nos damos cuenta de hasta qué punto contribuimos en nuestra propia forma de sentir.

Es cierto que la vida nos va poniendo a prueba cada día. Los acontecimientos que vivimos no siempre son agradables, pero de nosotros depende la forma en la que los vivimos. Tenemos tendencia a quedarnos enredados en el problema y la cabeza no para de darnos mensajes negativos, que no hacen más que agravar la situación. Tendemos a echar la culpa a los demás por lo que han hecho o por lo que han dicho y nos montamos nuestra “propia película”, echando más leña al fuego, en lugar de hacer un esfuerzo por evitar esas ideas recurrentes, haciéndonos cargo de lo que pensamos y sentimos y de ese modo sufrir menos.

Es habitual que nos creamos lo que los demás nos dicen en un momento dado: que somos torpes, poco inteligentes, que no somos justos, que estamos siempre de mal humor… y eso nos hace sentirnos heridos, pero es importante que nos demos cuenta de que lo que dicen los demás solo nos hiere si le concedemos importancia.


En definitiva, somos nosotros mismos los que nos herimos. Si no dejamos de “rumiar”, si damos vueltas a esas ideas falsas y las agrandamos con los comentarios de nuestra mente, lo único que conseguimos es una maraña impenetrable de malestar mental, emocional y físico.

Quedarnos enganchados en esa cháchara mental nos roba energía y es normal llegar agotado al final del día, ¿no te ha pasado nunca?. ¡A mi, sí!.

Cuando nos sentimos mal y decimos que no podemos controlar nuestras emociones nos engañamos, porque nuestros trastornos no vienen de fuera, vienen de nuestro espíritu, repleto de pensamientos no realistas. No percibimos que albergamos en nuestro interior estos pensamientos irracionales que, de forma inconsciente, nos generan emociones desagradables con las que tenemos que convivir. Y es que todos los esfuerzos que hacemos en cambiar las actitudes de los demás, en cambiar todo aquello que nos molesta de ellos, estarían mucho mejor empleados en cambiar nuestras propias ideas no razonables. Seamos realistas: no podemos cambiar a nadie; solo tenemos la oportunidad de cambiarnos a nosotros mismos. Además, es inútil intentar cambiar a los demás, porque no son sus actitudes o ideas las que nos hacen sentirnos mal; son nuestras propias ideas, nuestra propia película mental la que nos genera sufrimiento. Darnos cuenta de que somos los dueños de nuestro destino emotivo, de que siempre tenemos la oportunidad de elegir cómo sentirnos, nos ayudará a estar mejor con nosotros mismos y con los demás; y, sobre todo, sentiremos que nos quitamos un gran peso de encima.


Si queremos y nos ejercitamos en ello no hay nada exterior ni nadie que pueda perturbar nuestra serenidad, siempre que nos hagamos responsables de nuestros pensamientos, sentimientos y forma de comportarnos, asumiendo la realidad de ser el único dueño de nuestra vida.

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