"TURISTAS EXTRANJEROS" POR LA ZONA DE CARTAGENA Y MAZARRÓN, EN LOS SIGLOS XVIII Y XIX (y XII), por Paco Acosta
(continuación)
M. ARTHUR ENGEL (1855-1935)
Este ciudadano
francés, numismático y arqueólogo, nació en el seno de una familia acomodada.
Su padre, industrial, aficionado al arte y las antigüedades, logró reunir una
importante colección.
Tras su
formación arqueológica, participó en diversas excavaciones y fue enviado a
España en 1886 en misión arqueológica oficial a Andalucía, comisionado por el
Ministerio de Instrucción Pública francés, con el objetivo de estudiar sobre el
terreno y adquirir noticias fidedignas sobre la escultura ibérica. Recorrió y
excavó, entre 1891 y 1892, diversos lugares de Alicante, Murcia, Albacete y
Andalucía. Colaboró en la adquisición, en 1897, de La dama de Elche, para su
traslado al Louvre.
De sus viajes
a España nos ha dejado Rapport sur une misión archéologique en Espagne
(1891). Puede resultar sorprendente que no se refiera, ni de pasada, a
las ciudades, los monumentos o las costumbres. En el caso de nuestra región, se
centra exclusivamente en su trabajo concreto, efectuar una relación de los
fondos arqueológicos existentes en los museos, y comentar las piezas más
valiosas que le fueron presentadas.
Y escribe “El
Museo Provincial -de Murcia- posee buenas esculturas romanas procedentes
de Mazarrón, la Ficaria romana, […], tres pequeños bustos
de mármol de un larario descubierto en Cartagena en 1865, un gran cubo
romano (esportón) embetunado en hojalata y madera ahumada, bien conservado,
encontrado en una antigua mina en Mazarrón, y que había servido para la
extracción de agua y minerales,…”. Pero no todo lo que cita está en los
museos. Hay un “profesor que posee diversos artículos no faltos de
interés. Citaría, en primer lugar una lucerna romana de Mazarrón, y a su
alrededor un círculo de muescas en relieve de un triens de Anastasio”, “Una
lucerna análoga ha sido donada al Louvre”.
PAUL MAURICE PALLARY (1869-1942)
Arqueólogo, naturalista y
paleontólogo francés, vino a nuestra región invitado por los hermanos Siret
-que tenían casa en el paraje de Parazuelos de Mazarrón-, para
que pudiera conocer personalmente los yacimientos que ellos habían estudiado.
El relato de su viaje lo publicó,
con el título De Carthagène a Almeria, en la Revue Géographique
Internationale, en 1895. Y de lo que escribe, resulta que Pallary es un curioso
observador de todo lo que le rodea. Por esta razón, también describe las
costumbres de los pueblos por donde pasa y las características peculiares de
algunos tipos humanos con los que se relaciona.
Llegó a Cartagena, desde Orán, en
agosto de 1892. Hasta la hora de partir hacia Mazarrón, con el guía que le han
enviado los Siret para acompañarle, hace un pequeño recorrido por Cartagena. Lo
suficiente para “enterarse de todo”, y cuenta lo que ve y lo que le informa su
guía. Del puerto dice que “es uno de los mejores puertos del Mediterráneo”.
Desde el barco ve las chimeneas de las fundiciones de plomo, y afirma que “estas
fábricas solo funcionan de modo intermitente”.
Sabe que hay un arsenal y un
presidio, donde los encarcelados trabajan. Ve los navíos de guerra anclados,
que encuentra “bastante destartalados”. Menciona la calle Mayor
donde “se hallan situados los más hermosos almacenes y cafés de Cartagena”.
Dice que “la línea del tranvía -de vía estrecha- no pasa por la calle
Mayor”, porque “gira a la derecha, delante del Hotel de Francia”. Y
comenta sorprendido, “Allí, los fruteros exponen soberbias frutas y
legumbres: naranjas, manzanas, peras, racimos de uvas como no existen en otra
parte”.
Se fija en los paisanos y
compara: “las damas españolas buscan con ansia las modas francesas, pero eso
las perjudica”; “hacen mal en abandonar el traje nacional. Están,
ciertamente más elegantes con mantilla que con sombrero”.
El trayecto de Cartagena a
Mazarrón lo hace en “una espantosa tartana” en la que iban apiñadas,
catorce personas. “Los alrededores de Cartagena son de una tristeza
desgarradora. Todo está árido. Creeríamos estar en un desierto”.
“En fin, como podemos llegamos
al Puerto de Mazarrón. El paraje es pintoresco y su vista me repone un poco de
este viaje tan atroz”. “Hay una gran animación, pues es la feria del lugar.
Bailan por todas partes”.
De Mazarrón, ha de seguir a
Parazuelos (16 km.), pero decide hacer la ruta a pie. Solamente encuentra un
cochero, pero no puede “aceptar sus pretensiones exorbitantes (25 francos)”.
Esa caminata la describe así: “La
noche llega rápidamente y no nos permite retrasarnos contemplando el paisaje.
Estamos en medio de un lugar montañoso y el verdor es raro. A poca distancia de
Mazarrón, a la derecha, pasamos ante los yacimientos de alunita, que fueron
explotados desde hace algunos siglos. Descubrimos numerosas instalaciones para
la extracción de minerales de plomo y de hierro”; “Existen en estas minas
vestigios de trabajos romanos considerable, en donde se han encontrado
soberbios objetos”.
Llega a las diez y media de la
noche a casa de Siret, “que se había acostado hacía poco”.
A la mañana siguiente, -“a
poca distancia de la casa”- visitan un poblado “entre la piedra y el
bronce”; encuentran “una punta y una hoja de sílex, restos de alfarería,
conchas marinas y sobre todo un fragmento de un crisol con trozos de escoria de
cobre adheridos”.
Después van a la cueva de Las
Perneras, a la acrópolis de Ifre, “magnífica aldea de la época del bronce”
y examina una parte de las colecciones del anfitrión. Menciona que todo lo
visto, había sido descrito “por los Sres. Siret en su trabajo: «Las
primeras épocas del metal en el S.E. de España»”.
En sus siguientes etapas acompañó
a los Siret por otros yacimientos de Almería, y cita especialmente el de Los
Millares.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Se ruega NO COMENTAR COMO "ANÓNIMO"