Un cuento negro de Navidad: "Una mirada de infinito vacío", por Nicolás Pérez-Serrano Jáuregui
Sus ojos no tienen el blanco de
los blancos.
Su rostro es más oscuro.
Se acuclilla junto a una baranda
del barco de salvamento.
Hace unos instantes ha logrado
bajar de su cayuco.
No le sostenían las piernas.
Huele mucho. Todo le duele.
Encima solo lleva el peso de su
vida.
Una capucha ajada ha sido su
protección contra el agua, el sol, el salitre y la lluvia durante la travesía.
Llega a una Europa casi austral.
Canarias tienen mucho de África.
Allí recalan, y no solo por su cercanía a ese continente que puede significar
“Tierra sin frío”, no pocas embarcaciones de migrantes.
Cada llegada es el fin de una
epopeya, pero el comienzo ¿de qué?
Esa mirada lo resume todo.
Aun a salvo, todavía prevalece
este infinito vacío.
Una manta roja pronto cubrirá sus
hombros.
Pero los ojos seguirán ofreciendo
esa poca luz, incierta, inquieta, a un rostro demacrado.
A su alrededor más de lo mismo,
aunque otros bajan la cabeza pues prefieren no ofrecer esa imagen desvalida.
Los engranajes de la rueda
dentada, de la maquinaria de acogida o devolución, empiezan a funcionar.
Cuatro días para la Navidad.
En otra época, ese mismo día,
Otro Emigrante viajó hacia lo que era la Tierra, acaso también sin frío, de sus
ancestros.
Para algunos, de allí surgirá
algo que pueda colmar ese absoluto vacío, la nada integral, el desvalimiento
del hombre.
Habrá Redención, pero esos ojos
dudan.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Se ruega NO COMENTAR COMO "ANÓNIMO"