Leovigildo (519-586), Rey de los Hispanos (569-586), por A. Fernández García
José Soto Chica, Santa Fe
(Granada) 1971, es Doctor en Historia Universal por la Universidad de Granada.
Fue militar profesional y estuvo destinado en la Misión de Paz de la ONU en
Bosnia Herzegovina. Un accidente con explosivos le dejó sin una pierna y ciego,
lo que le llevó a reconducir su vida hacia la historia, que era lo suyo y de la
que ya nos ha ofrecido los siguientes libros: Imperios y Bárbaros
(2019), Los visigodos, hijos de un dios furioso (2020), El
águila y los cuervos, la caída del Imperio Romano (2021), El dios
que habita la espada (2021), Bajo el fuego y la sal
(2022), Leovigildo, rey de los hispanos (2023).
“Amplió el reino de Hispania hasta límites nunca conocidos, lo enriqueció, redactó leyes que igualaban a godos e hispanorromanos, trajo la prosperidad y la riqueza, pero de vuelta a casa solo encontraba dolor, desprecio y traición.”
Fue autor del Codex Revisus, Código de Leovigildo, “proyecto al que podían sumarse por igual tanto los hispanorromanos como los godos, aunque aún no compartieran la misma fe”.
Su hijo mayor, Hermenegildo, se alzó en armas contra él. Pero Leovigildo no actuó como un señor de la guerra en este caso, sino como un padre traicionado: quedó paralizado por el desconcierto y el dolor. “La corte de Toledo se tornó en el 580 en un lugar frío, afilado, peligroso en el que Gosvinta y Leovigildo se vigilaron, se acecharon, se intimidaron mutuamente.”
Lo derrotó y éste se refugió en una iglesia extramuros de Córdoba. “Abrazado al altar, a grandes voces, gritaba: «Que no venga sobre mí mi padre, pues es una impiedad que un hijo mate a su padre o que un padre dé muerte a sus hijos». Esto exclamaba el que un año antes, en el vado del Betis, en Osset [Sevilla], tramó una celada para cobrarse la cabeza de su padre”. Leovigildo lo perdonó y lo envió al exilio.
“El rey de los hispanos pareció albergar aún en su pétreo corazón una chispa de tenaz y destinada esperanza. Castigaría a su hijo, desde luego: lo privaría del reino y lo humillaría, pero no alzaría su mano contra él”.
Pero también se dio cuenta de que Hermenegildo “era demasiado parecido a él como para que no supusiera un peligro ominoso y constante para su otro hijo menor, Recaredo”. Se vio obligado así a la más desoladora de las situaciones: decidir cuál de los vástagos debía sobrevivir. ¿El que le había sido fiel y sería su heredero, Recaredo, o el que había hecho la guerra buscando cobrarse su sangre con tal de sentarse en el trono o arrebatarle parte del reino? Hermenegildo, definitivamente, constituía un peligro. Debía ser eliminado.
Cuando Leovigildo murió en
el año 586, “dejaba tras él un reino poderoso y ordenado en el que los godos
e hispanorromanos se regían por una misma ley y en el que su voluntad se había
impuesto desde el finis terrae de los ahora sometidos suevos, hasta el río
Ródano de los antiguos galos y desde el mar Cantábrico, hasta la frontera con
la nueva Hispania romana; dominaba toda la Península”. Recaredo,
convertido al catolicismo, le sucedió en el trono hasta 601. Los godos llegaron
a Hispania como arrianos y a partir de él nuestros monarcas siempre fueron
católicos.
Leovigildo y Recaredo |
Recópolis fue una ciudad de nueva planta mandada construir por Leovigildo en el 578 para su hijo Recaredo, en el entorno de lo que es hoy Zorita de los Canes (Guadalajara).
En el yacimiento, en la
actualidad en curso de excavación, se conservan los restos del palacio,
iglesia, puerta monumental, calles, edificios comerciales, casas, muralla,
acueducto, caminos de acceso, todo ello con un Centro de Interpretación,
dispuesto para la visita pública. Parte de los elementos constructivos de la
ciudad, sillares, escultura decorativa, etc., fueron reutilizados en los
edificios de los alrededores en la época andalusí.
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