La estética en el político, por Andrés Pérez García
Ocurre a veces que el político no diferencia para nada su condición de hombre público con el de un simple ciudadano. El ciudadano convertido en persona al servicio de una colectividad, de una entidad pública debe ser extremadamente cauto y meticuloso con lo dispuesto o con la filosofía de la disposición dineraria.
Digo esto porque parece ser que
algún o algunos/as dedicados a la gestión pública se han beneficiado de los
dispuesto en ayudas para aquellos casos de las personas que se supone que están
en una situación de vulnerabilidad; es decir, que ellos por el mero hecho de
ser familia numerosa se han beneficiado de unas ayudas cercanas a los 200 €
anuales como subvención a su delicada condición económica. Una de ellas, con un
sueldo más chico ha perdido perdón y ha devuelto lo recibido; el otro, con ese
sueldo de casi 100.000€ al año y con un patrimonio de 1.000.000€ se ha guardado
lo cobrado y ha argumentado además que tiene perfecto derecho puesto que cumple
con el requisito exigido: ser familia numerosa. Se ve que no ha entendido lo
que para los griegos en la época clásica y para nosotros debe significar
también la estética: “lo estético es bello y lo bello es noble”.
Esto se resolvería muy fácil: la
dimisión de esos gestores que aplican estos métodos tan vulgares para aumentar
su lucro personal.
Pero al fin y al cabo los que
consentimos estos desmanes somos los ciudadanos, pues ya hace un tiempo que
pasó “todo vale” y, repito, los ciudadanos ni decimos nada ni hacemos nada.
Simplemente lo toleramos y no nos revelamos ante tal desatino y tanta miseria.
Hagamos algo, pongámonos de
acuerdo y “luchemos” de la manera que sea, pero luchemos para acabar con esta
locura.
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