Con
este atractivo nombre, y dentro de los actos de la entrega de premios del XXXIII Concurso de cuentos “Villa de
Mazarrón” - Antonio Segado del Olmo, se convocó la Conferencia de Fernando
Sánchez Dragó para el pasado jueves 28 de Julio.
Con
algo de retraso sobre la hora prevista (las 22 horas), y con la sala llena de
un público expectante, el afamado escritor, comenzó su intervención
disculpándose de haber “perdido los papeles” en los que traía el esquema de su
conferencia. Pero que no debíamos preocuparnos, pues ya que el tema iba del
cuento, improvisaría y nos relataría algunas “historias”… Y así fue.
La
aparición, minutos después, de las perdidas “chuletas” (habían sido encontradas
en las inmediaciones de la sala y depositadas, a la espera de que apareciese el
dueño, en el mostrador del bar anexo) no sirvió para que el veterano y experto
conferenciante, retomase de inmediato el hilo argumental del título con que
habíamos sido convocados. A lo sumo, creo, se permitió tratar algunas partes de
lo que inicialmente tenía previsto, insertándolas entre las nuevas historias
que nos narraba.
Así,
con su facilidad de palabra habitual, nos estuvo contando cosas de su familia,
de su reciente paternidad, de su afición y apego por los gatos…, elementos –cuentos
o historias, si no totalmente verídicas, al menos con visos de credibilidad- que
a mi entender no formaban parte de la idea original que tenía para la
conferencia, entremezclando entre ellos otros cuentos o narraciones breves –algunos
también procedentes de su vida y experiencia personal- con los que tenía
previsto ilustrar al auditorio.
Partiendo
de que, desde el origen de los tiempos, la narración de cuentos o historias o
leyendas o mitos –cuya sorprendente coincidencia temática es común a las más
variadas culturas, a pesar de la separación entre continentes- constituye la
base de la literatura, el orador, aún sin ajustarse en el desarrollo plenamente
al título de su conferencia, y gracias a su saber estar frente a un auditorio, a
su más que contrastada experiencia narrativa y a algún que otro adorno
humorístico, buscó convencernos que, incluso en la actualidad, los cuentos y
las narraciones breves constituyen la punta del iceberg de la literatura, que solo
aflora a la superficie en una mínima parte, dejando oculta la porción mayor.
En
mi modesta opinión salió más que airoso del trance, a pesar de que a la salida,
cercana ya la medianoche, escuché algún que otro comentario en contra. ¡Siempre
es enriquecedor que haya controversia!
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