El
cuento ha existido desde que el ser humano fue capaz de pensar, sentir y
comunicarse con sus semejantes. El deseo humano de comunicarse, de sentirse
admirado unas veces e imponerse otras añadiría fantasía e imaginación al hecho
real, heroico o emocional, haciéndolo extraordinario, más allá de lo real.
Algunos,
más significativos, se transmitían de generación en generación en todas las
culturas. Es cierto que tiene cierto paralelismo en su desarrollo y transmisión
con los mitos y las leyendas en el origen de los pueblos (estados); pero, desde
una visión más actual, es conveniente situarlos en diferentes planos
histórico-literarios: uno tiene un objeto y función de sacralizar o validar la
identidad de un pueblo, su poder, el héroe; el cuento no se dirige al colectivo
sino al individuo con la función de entretener y dar un valor moral a la
conducta humana.
Los
primeros de transmisión escrita proceden de la India. Recordemos
los que mandó traducir del árabe Alfonso X el Sabio.
Sin
duda, el cuento ha sido el primero en el lenguaje hablado y uno de los últimos
en ser desarrollado como género literario escrito.
Hace
menos de treinta años, ejerciendo mi docencia en Gijón, quise echar una ojeada
a la biblioteca del centro y descubrí, por azar, un libro que me sorprendió “Recopilación de cuentos tradicionales
asturianos”. El autor, Faustino de Lucas Ampudia, declaraba haberlos
recogido en las zonas rurales. Me sorprendió más aún al descubrir que la
mayoría los había oído contar de niño más de una vez de boca de un familiar que
iba de aldea en aldea como carpintero.
En
el siglo XIV el cultivo del cuento se extiende por Europa en diversas maneras.
Sin embargo, es en el XIX cuando alcanza su apogeo.
El
28 de julio, en el Hotel Playa Grande, como es habitual, se efectuó la entrega
de premios Villa de Mazarrón en su XXXIII edición, en un acto solemne y pleno
de asistentes.
El
concurso ha evolucionado favorablemente: ha aumentado el número de
participantes, alcanzado los novecientos en la presente edición; su amplitud
geográfica abarca casi todos los países de habla hispana; los trabajos han
mejorado en calidad. Esa variedad se aprecia sobre todo en el fondo de la
narración de quien parece ofrecernos una leyenda de su tierra o país o quien
parece ser su guía turístico.
Sus
organizadores, de la
Universidad Popular y del Ayuntamiento, manifiestan una
satisfacción lógica y legítima. Sin embargo, lo que pareciera, a primera vista,
una plataforma de noveles escritores o promesas desaparece cuando detrás de
cada ganador se descubre un largo historial literario para quien el Villa de
Mazarrón es un trofeo más. ¿Es la deseable función?
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