sábado, 26 de agosto de 2017

ECO 37. EL TIEMPO DE CALIDAD

El tiempo de calidad, por Nuria Llerena

El tiempo… el tiempo, nuestro tiempo, eso que valoramos tanto porque no hay dinero que lo pague. Durante mucho “tiempo” en mi vida he tenido la sensación de que voy a salto de mata. Entre el trabajo, las tareas de la casa, los estudios, los imprevistos y todas las cosas que tenemos diariamente que hacer; a veces, parece que no nos queda tiempo para disfrutar. El estrés diario, el ir corriendo siempre a todos los lados para robar unos segundos en los que poder sentarnos a leer, a descansar o a hacer algo que nos aporte tranquilidad, hace que vayamos cada día, desde que nos levantamos a toda velocidad, con la cabeza llena de todas las cosas que tenemos pendientes por hacer.

Pero el tiempo se puede convertir en nuestro amigo y aliado o en nuestro enemigo.

Ya lo decía Einstein, el tiempo es relativo: un mismo espacio de tiempo puede pasar volando o se puede volver eterno y todo depende de si lo estamos disfrutando o lo estamos pasando mal. Cuando uno enferma, el tiempo se ralentiza y parece que los males no se van a curar nunca; cuando uno está haciendo algo que no le gusta, el tiempo se espesa y parece que los segundos fueran horas, pero cuando uno se siente bien, haciendo lo que esté haciendo, el tiempo vuela y las horas no son suficientes, siempre queda esa sensación de que nos ha sabido a poco.

Es importante saber invertir nuestro tiempo, porque es el bien más preciado que tenemos. Cuando se lo regalamos a los amigos o a la familia, hemos de darlo con alegría, sabiendo que es el mejor regalo que podemos hacer. Si no lo utilizamos debidamente, nos vamos a la cama con la sensación de haberlo malgastado, de haber tirado nuestro tiempo.

Si tenemos cosas que hacer que son ineludibles, es mejor afrontarlas lo antes posible y quitárnoslas de en medio, porque posponer nos hace sufrir con la sensación de que tenemos algo pendiente que nos pesa en la conciencia; de este modo, podremos deleitarnos en utilizar el resto del tiempo que nos quede para nuestro propio disfrute, haciendo lo que más nos haga vibrar. Aunque hay un refrán que dice que primero es la obligación y después la devoción, pero no estoy muy de acuerdo: cuando nuestra vida está tan llena de obligaciones que no nos deja un respiro, es bueno de vez en cuando tomarnos un poco de tiempo con nosotros mismos y disfrutarlo a gusto, sin remordimientos, sabiendo que después reanudaremos la tarea con mucha más fuerza y energía. Siempre es bueno saber combinar el tiempo de descanso con el de trabajo, porque la vida está hecha para disfrutarla, eso no hay que olvidarlo nunca.

Creo firmemente que la clave para poder saborear cada instante en nuestra vida es hacer las cosas con ilusión, nos costarán menos trabajo y nos sentiremos más satisfechos con la tarea realizada. He llegado a la conclusión de que si la vida pasa tan rápido es porque cada vez estoy más a gusto conmigo misma, viviendo la vida que quiero vivir y eso hace que cada vez el paso del tiempo me preocupe menos.

Disfrutemos cada momento de lo que estamos haciendo y el tiempo comenzará a dilatarse, buscando que sea de calidad, de este modo, cuando miremos hacia atrás podremos ver, sentir todos esos instantes gozados, y esos, amigo lector, ¡nadie podrá arrebatárnoslos!

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