El
tiempo… el tiempo, nuestro tiempo, eso que valoramos tanto porque no hay dinero
que lo pague. Durante mucho “tiempo” en mi vida he tenido la sensación de que
voy a salto de mata. Entre el trabajo, las tareas de la casa, los estudios, los
imprevistos y todas las cosas que tenemos diariamente que hacer; a veces, parece
que no nos queda tiempo para disfrutar. El estrés diario, el ir corriendo
siempre a todos los lados para robar unos segundos en los que poder sentarnos a
leer, a descansar o a hacer algo que nos aporte tranquilidad, hace que vayamos
cada día, desde que nos levantamos a toda velocidad, con la cabeza llena de
todas las cosas que tenemos pendientes por hacer.
Pero
el tiempo se puede convertir en nuestro amigo y aliado o en nuestro enemigo.
Ya
lo decía Einstein, el tiempo es relativo: un mismo espacio de tiempo puede
pasar volando o se puede volver eterno y todo depende de si lo estamos
disfrutando o lo estamos pasando mal. Cuando uno enferma, el tiempo se ralentiza
y parece que los males no se van a curar nunca; cuando uno está haciendo algo
que no le gusta, el tiempo se espesa y parece que los segundos fueran horas,
pero cuando uno se siente bien, haciendo lo que esté haciendo, el tiempo vuela
y las horas no son suficientes, siempre queda esa sensación de que nos ha
sabido a poco.
Es
importante saber invertir nuestro tiempo, porque es el bien más preciado que
tenemos. Cuando se lo regalamos a los amigos o a la familia, hemos de darlo con
alegría, sabiendo que es el mejor regalo que podemos hacer. Si no lo utilizamos
debidamente, nos vamos a la cama con la sensación de haberlo malgastado, de
haber tirado nuestro tiempo.
Si
tenemos cosas que hacer que son ineludibles, es mejor afrontarlas lo antes
posible y quitárnoslas de en medio, porque posponer nos hace sufrir con la
sensación de que tenemos algo pendiente que nos pesa en la conciencia; de este
modo, podremos deleitarnos en utilizar el resto del tiempo que nos quede para
nuestro propio disfrute, haciendo lo que más nos haga vibrar. Aunque hay un
refrán que dice que primero es la obligación y después la devoción, pero no
estoy muy de acuerdo: cuando nuestra vida está tan llena de obligaciones que no
nos deja un respiro, es bueno de vez en cuando tomarnos un poco de tiempo con
nosotros mismos y disfrutarlo a gusto, sin remordimientos, sabiendo que después
reanudaremos la tarea con mucha más fuerza y energía. Siempre es bueno saber
combinar el tiempo de descanso con el de trabajo, porque la vida está hecha para
disfrutarla, eso no hay que olvidarlo nunca.
Creo
firmemente que la clave para poder saborear cada instante en nuestra vida es
hacer las cosas con ilusión, nos costarán menos trabajo y nos sentiremos más
satisfechos con la tarea realizada. He llegado a la conclusión de que si la
vida pasa tan rápido es porque cada vez estoy más a gusto conmigo misma,
viviendo la vida que quiero vivir y eso hace que cada vez el paso del tiempo me
preocupe menos.
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