sábado, 26 de agosto de 2017

ECO 37. I CENTENARIO DE LA REVOLUCIÓN RUSA: 1917-2017 (y II)

I Centenario de la Revolución rusa: 1917-2017 (y II), por Paco Hernández
   (Continuación)                              (ir a la Parte I)

Organizados y decididos, se atrevieron a asaltar el Palacio de Invierno del Zar, donde se había establecido la Duma -hoy en día todo esto es el fastuoso Museo del Hermitage- y lograron hacerse con el poder en Octubre del antiguo calendario, 7 de noviembre de 1917 del calendario mundial actual.

A partir de una serie de decretos redactados por Lenin: gestionar la paz con Alemania, nacionalizar las empresas, repartir las propiedades agrarias, etc. iniciaron el llamado socialismo o comunismo; pero a la vez comenzaron las grandes dificultades: como es natural, a los nobles no les gustó que les quitaran sus haciendas y sus palacios, a los empresarios tampoco les gustó que les nacionalizaran las fábricas, y tramaron e invirtieron parte de su riqueza en organizar cuadrillas armadas, el ejército blanco, para impedirlo, surgiendo una guerra civil interna.

Mientras los trabajadores de todo el mundo observaban con esperanza los sucesos, los burgueses de muchos países se asustaron y enviaron ejércitos contra Rusia, invadiéndola por todas partes. Se trataba de poner todas las dificultades posibles a ese nuevo tipo de sociedad que estaba contra los aristócratas y los banqueros.

Aquí fue Trotski el que destacó organizando en principio una milicia roja, que creció y se enfrentó tanto a los rebeldes internos como a los invasores extranjeros. Además, había una gran dificultad en un país tan grande y pobre: el atraso, el analfabetismo y la falta de cultura de la población sometida a ideas religiosas ancestrales.

A estas dificultades se sumó la enfermedad de Lenin que murió en 1924 y las discrepancias entre Trotski y Stalin, que llevaron al primero a exiliarse a Ciudad de México, donde fue asesinado por un español mandado por Stalin. Este estableció una dictadura a la que pronto se sumó el nuevo ataque alemán, esta vez el ejército nazi de Hitler, que arremetió con todo su poder contra la U.R.S.S. en la 2ª Guerra Mundial. No obstante, Rusia, destruida y desangrada, detuvo la invasión y contraatacó liberando uno a uno todos los países de Europa hasta el centro de Berlín, donde Hitler, al parecer, se suicidó.

Con todo, la Revolución Rusa había dado un impulso enorme al marxismo en todo el mundo. Apoyó a otras muchas revoluciones, como ocurrió en España con la 2ª República y la Guerra Civil, que mejor llamaríamos 'guerra revolucionaria' contra el fascismo local.

A la larga, este influjo fue disminuyendo, ante la enorme propaganda desplegada en contra, a lo que colaboró la propia dureza del régimen de Stalin y el poder de la nueva clase social, inédita hasta entonces en el mundo, constituida por la “burocracia o nomenclatura”, la corte de jefes políticos y militares que disfrutaban de enormes privilegios para sí y para sus familias, que vivían en la opulencia -aunque no pudieran heredar ni dejar herencia- mientras la mayoría de los ciudadanos sobrevivía con lo justo. Tampoco colaboraron para ser ejemplo otras revoluciones como la China, dirigida por Mao Tse Tung, y otras menores, como la ridícula de Corea del Norte. Aunque alguna triunfó, como la cubana, o en Viet-Nam, donde los rojos consiguieron doblegar a los EEUU militarmente, si bien todas o casi todas, han cedido ya al poder del capitalismo neoliberal global.

Más tarde, la U.R.S.S. cayó en la trampa de invadir Afganistán en 1978, con lo que rompió el principio sagrado de no injerencia ni intervención en los asuntos de otro país, lo que causó pésimo efecto entre sus propios ciudadanos y ejército. Además, la intervención se gestionó fatalmente, con lo que cada soldado devuelto en una caja de zinc se convirtió en una manifestación de desaprobación.


Mientras, a EEUU, país especializado en intervenir en todas partes, según le convenga, porque su principal negocio es la guerra y el segundo el botín, le vino estupendamente para presionar la caída del régimen soviético. Tras la implosión de la URSS en 1991, un tanque de pensamiento de EEUU, imperio triunfante, llamado Francis Fukuyama, publicó un libro llamado “El fin de la Historia en el que argumentaba que, tras la caída de la Unión Soviética, el capitalismo había triunfado en el mundo para siempre, y los EEUU gestionarían la paz y la democracia capitalista en el mundo hasta su fin. Como la PAX en el imperio romano, de varios siglos de duración, que inició Augusto, continuamos con la PAX USA, que será eterna, durante la era del actual Emperador Donald Trump.



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