sábado, 26 de agosto de 2017

ECO 37. GLOBALIZACIÓN

Globalización, por A.F.García

Es un término muy en boga en el campo económico y muy aplicable, aunque no se mencione tanto en el mundo de la cultura. En ambos casos responde a un hecho indiscutible.

Ya en 1929 la zozobra bursátil de la bolsa de Nueva York arrastró varios años de crisis en la economía mundial.

Con el mismo origen, a finales de 2007 surgió otra no menos grave, cuyos coletazos aún estamos sufriendo. No nos engañemos: la riqueza del mundo se está concentrando en menos manos, la pobreza y el hambre van en aumento, la desigualdad abre su abanico.

En nuestro país el Gobierno no está legitimado éticamente para celebrar nada: el poder adquisitivo de asalariados y pensionistas es inferior a cuando ellos asumieron el poder a finales de 2011; las mejoras sociales duramente conseguidas han retrocedido más de treinta años.

El mundo avanza vertiginosamente, casi desbocado, y no sabemos en qué dirección. El horizonte no aparece claro, ni prometedor. Los gobernantes de algunos países, de gran peso económico no piensan en el bien global, sólo en el de su país y en este ni siquiera en el bien de todos, sino de la clase social que les ha llevado al poder.

Algunos países, llamados emergentes, han alcanzado un alto nivel de desarrollo; ¿ha traído bienestar al colectivo total o mayoritario de sus habitantes?

La tecnología informática hace que las noticias lleguen en cuestión de segundos a todos lugares del planeta, que eso mismo ocurra con la música, la canción, el baile, el film… que ha enganchado al público y se ha puesto de moda. Queda para una minoría, de la que no excluimos a los jóvenes, el gusto y el interés por las cosas de otra época.

A priori eso tendría que ser positivo; tendría que acercar a las personas de diferentes culturas y etnias, favorecer la compresión, el intercambio humano, la solidaridad, la tolerancia… pero ¿está sucediendo así?

Más bien parece que la desigualdad y la falta de solidaridad se da más entre los países y entre las personas del mismo país, incluso en el viejo continente donde los derechos sociales parecían más consolidados. No faltan iniciativas de personas y grupos de personas que hagan esfuerzos desinteresados, heroicos a veces, a favor de los demás, pero su alcance social tiene un límite mientras no se impliquen los poderes públicos.

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