El Mayor: ¿un cuento?, por Andrés Pérez García
Érase un hombre que
ya en el ocaso de su vida, sin recursos económicos y sin familiares cercanos
donde acudir para alojarse y seguir siendo útil a la sociedad, pensó, durante
días, de qué forma podía seguir ayudando a sus semejantes, colaborando con la
gente y, también, aprender cosas de aquellos que se dedicaban a formar
culturalmente, pues así podría saber, para su contento, y para comunicar lo
aprendido a otras personas.
A tal fin guio sus
pasos a un centro-residencia que impartía enseñanza y una vez allí, solicitó
que le acogiesen y le transmitieran lo que ellos sabían. Pero fue contestado
por el director de esta forma: "no
podían enseñarle lo que ellos sabían porque no estaba preparado para recibir
las adecuadas lecciones”; ellos podían darle el sustento diario y el
alojamiento y él, a cambio, barrería todos los días los patios del centro.
Así comenzó su
tarea, de forma diligente y humilde, pero todavía no habían pasado quince días
cuando los responsables del centro observaron que nuestro buen hombre no sólo
hacía su tarea perfectamente, también su semblante era cada vez más feliz y sus
ojos brillaban de alegría.
Al mes, y viendo
que nuestro buen hombre mostraba más felicidad, decidieron preguntarle a qué se
debía tal felicidad y él les contestó: cada vez que limpio un trozo de patio
tengo la sensación que también limpio parte de mis vicios, mis rencores, mis
envidias, mis desganas, mis deseos de mal e igual que el recinto florece de
aseo, mi cuerpo y mi pensamiento se van despojando de esos males y me voy
haciendo una persona mejor.
Por ello, soy más
feliz cada día, porque mi alma se inunda de un gozo infinito.
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