¿Alguna vez os habéis planteado
que la vida, la de cada uno, es como un cuento? Todo empieza con la primera
respiración, ese aliento que hincha nuestros pulmones y nos da la vida. Desde
ese momento, no paramos de aprender, de experimentar y durante todos los años
que vivimos vamos descubriendo nuevos lugares o personas, adquiriendo
conocimiento y experiencia que nos va configurando tal y como somos.
A veces,
miro hacia atrás y me parece que no he vivido una vida, sino muchas, porque en
ella se han ido desarrollando las diferentes tramas y han ido apareciendo
“personajes” distintos que me han acompañado por un tiempo, a veces corto,
otras largo.
Durante muchos años pensé que ni
yo ni nadie podía cambiar su forma de ser, es decir, pensaba que cada persona
nacía con unos rasgos de personalidad determinados y que las interacciones y la
educación recibida durante la infancia y adolescencia lo iban configurando tal
y como era, convirtiéndose en algo inamovible.
Ahora opino que estaba
equivocada, que todos podemos cambiar, solo si somos conscientes de todo
aquello que pone limitaciones en nuestra vida (nuestro mal humor, impaciencia,
miedos…) y siempre que deseemos hacerlo.
Durante todos los años que vivimos
vamos cambiando, cada uno a su forma y es normal que no pensemos como lo
hacíamos antes, que nuestra forma de comportamiento sea diferente.
En el mundo en el que vivimos,
desde pequeños nos van inculcando que todo es cuestión de azar, que no depende
de nosotros cómo nos vaya, que solo es cuestión de buena o mala suerte. Pero da
la casualidad que, si nos paramos a mirar las vidas de las personas a las que
aparentemente les va bien, suelen estar protagonizadas por personas despiertas,
que continúan explorando, tanto dentro de sí mismos como en el exterior y que deciden
aumentar su calidad de vida, haciendo aquello que les aporta paz, salud,
bienestar.
Está en nuestras manos no dejar de aprender, seguir ejercitándonos
física e intelectualmente para llegar a mayores en las mejores condiciones
posibles.
Cuando empezó nuestra historia,
la de cada uno, por desgracia no recibimos el manual de instrucciones. Lo más
importante y difícil que hacemos curiosamente viene sin hoja de ruta; pero con
el tiempo, y si somos lo suficientemente observadores, nos daremos cuenta que
para estar bien, para ser felices hemos de aprender a disfrutar de las pequeñas
cosas que la vida nos regala a diario. Realmente, solo estamos de viaje, no
somos de aquí, vinimos con un soplo del universo, convertidos en polvo de
estrellas, por lo que todo lo que “tenemos” no es nuestro, solo está en nuestra
vida para que lo disfrutemos y cuando nos vayamos aquí se quedará. Esto nos da
la clave, nos ayuda a hacernos conscientes de que todo es un regalo para que
las pérdidas que vamos sufriendo en la vida nos las tomemos, ¿como diría yo…?
Con más deportividad.
Y en cada día regalado podemos descubrir que no hay ni un
día igual, que el cielo siempre muestra un espectáculo diferente, que no hay un
grano de arena en la playa que se repita, que no hay una persona en la tierra
idéntica a otra….
Como conclusión y citando a Elsa
Punset en su libro “Una Mochila para el Universo” (os lo recomiendo) “Cada persona es un pequeño milagro de la
naturaleza y eso hay que celebrarlo cada día. ¡No lo dejes para mañana!”
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