Utilizo esta expresión, y no
supermans o superhombres, para referirme a los líderes, masculinos o femeninos,
que nos gobiernan. Perdonen esta dura expresión en un hombre de a pie, gris
como yo, pero soy uno de los miles o millones de españoles a los que les duele
nuestra España y no tenemos, ni deseamos tener, más arma que la palabra.
Lo más importante para ellos, tal
como hablan y actúan, no me atrevo a hablar de lo que piensan o sienten, no es
que haya un gobierno en España sino que no sea este o aquel partido, este o
aquel líder, es decir, el interés del partido o del personaje, para el caso es
lo mismo, se pone por delante de los intereses de todos los españoles. Por eso,
cuando les oímos hablar, donde más calor ponen no es en el paro, la pérdida del
poder adquisitivo, los desahucios, la pobreza de millones de personas, sino en
que no gobierne este o aquel partido, este o aquel líder. Se echa en falta el
debido y necesario sentido de Estado.
Se da la sensación de estar
retrocediendo decenios, a un periodo preconstitucional: algunos desconocen la
forma del Estado constitucional; otros, la división de poderes y las diferentes
instituciones; algún otro, su referente en Europa; la mayoría, los derechos
constitucionales básicos de los ciudadanos. No sé, al fin, si éstos no se saben
o se pasa de ellos. Otra cosa, ¿alguien pretende gobernar una España sin los 47
millones de españoles porque no caben en su rígida cabeza?
Ha habido una renovación en todos
los partidos; pero se ha llevado a cabo de manera muy intransigente, sin
ninguna consideración al que se situó del otro lado, rival o disidente. Se ha
visto casi como una purga en los grandes partidos a nivel estatal.
Uno puede sentirse orgulloso de
nuestra historia, de nuestras aportaciones culturales, de nuestros éxitos en
los distintos deportes, de nuestra solidaridad con conocidos y desconocidos, de
los miles de personas que ayudan a necesitados dentro y fuera de nuestro país,
de nuestra capacidad integradora hacia quienes vienen a vivir entre nosotros…
Sin embargo, uno no llega
sentirse orgulloso de nuestros líderes políticos. Diría incluso que son un mal
ejemplo para el ciudadano normal. Son más bien un mal ejemplo en cuanto a
respetar adecuadamente las instituciones, en cumplir y hacer cumplir las leyes.
¿No juran algo así?
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