¡MIRAD
AL PASO!, por Eva Sevilla Cervantes.
Domingo luminoso en La Azohía, el aire
acaricia templado, el sol asoma por las baterías y te invita a salir al sendero,
caminar por caminar…? ¡no!. Mirar al paso. La variedad vegetal, gracias a las
últimas lluvias, aparece humilde pero espectacular, verde intenso, verde
plateado, asomos de jarilla incipiente, el esparto que huele a esparto; y ¿cómo
no? el tomillo florecido en tonos rosas y morados, el romero azul pastel, el
orégano en los bordes de los senderos y el rey, el verde botella del palmito en
el frescor de su sombra y lo que esconde en sus adentros…; todo invita a
echarte al sendero ¿caminar por caminar…? ¡no!.
9,30 horas: preparamos la mochila pequeña con
agua, un tentempié, bolsas para basura y cualquier otro menester, mechero,
navaja multiusos, documentación y móvil (cargado con batería hasta arriba) y mi
“gallao” al hombro. Salimos desde la explanada del cuartel y tardamos unos 10
minutos en llegar al cruce del Campillo en la carretera general dirección
Cartagena. Dejamos la furgo aparcada en un recodo del cruce, soltamos
al perro a su aire y tomamos el camino que bordea los invernaderos de tomates.
Desde el primer momento el esparto magnifica
el dorado del sol; el camino brilla con las piritas y los oligistos rojos.
Divisamos a lo lejos nuestro objetivo, la mina. Subimos sin prisas pero sin
pausa; no se nos hizo pesado. Vimos brotes de espárragos trigueros y espinacas
y … algo diferente asoma entre el tomillo florecido, parece una maraña de pelo
rojiza, me acerco y pienso en la estopa de los albañiles; pero no, es un rojo
vivo, destaca sobre el morado de las florecillas, lo toco y está fresco, puedo
separar los hilos unos de otros sin romperlos, pero muestran una leve
resistencia, decido hacerle fotos, pues era la primera vez que tropezaba con
algo así; y continuamos la marcha, volví a ver un par de marañas sobre romero y
orégano, hice alguna foto más y el resto de la actividad fue genial.
La descripción de este paraje la tenéis plasmada
en los números del año 2011 de esta publicación por lo que me centraré en dicha
maraña rojiza que llamó mi atención.
“Cuscuta
ephitium”, barba de capuchino, manto de la virgen, falso azafrán, tiene
diversas denominaciones dependiendo de la zona geográfica en la que se
encuentra.
Cambia de color dependiendo de la temperatura,
humedad y sustrato, va del rojo al amarillo pasando por el naranja y entre
junio y julio florece.
Lo curioso es que vive de otras plantas: es
parásita. Carece de hojas, por lo que no realiza la fotosíntesis; entonces, abraza
a otras plantas con sus haustorios (estructuras chupadoras que no se ven a
simple vista) y absorbe las sustancias nutritivas de su víctima.
Si os la encontráis en vuestras andaduras, tocadla;
el tacto, cuando está roja, es fresco y delicado; intentad separar las hebras;
son independientes las unas de las otras y de cada una en junio sale un pequeño
pomo de florecillas entre blanco y rosado.
La cuscuta está en el grupo de esos seres que
aparentan ser un vegetal, pero que se alimenta de otras plantas como hacemos
los animales. Entonces … bicho o planta, ahí os lo dejo para que investiguéis;
pero, si os daré otro detalle, que hace que sea una dura superviviente: su
semilla es capaz de estar hasta 15 años sin germinar si las condiciones no son apropiadas.
Nuestros ancestros utilizaron la cuscuta como
laxante, como estimulador de secreciones biliares y como alivio de la
flatulencia.
No olvidemos que muchas de las plantas y
arbustos mediterráneos forman un bello elenco de aromas, colores y tisanas
calentitas con sabor a monte.
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