RABO DE LOBO, por Eva Sevilla Cervantes
Durante largo tiempo pensaba que los
espárragos trigueros eran inconfundibles. De hecho, somos muchos los que
disfrutamos en los meses de enero y febrero de paseos mañaneros en los que
siempre te llevas a casa un “puñaíco” de espárragos.
Me gusta sentirme nómada, recolectora por un rato; además, el tiempo se para y cuando despiertas de esa hipnosis a la que te induce la naturaleza, vuelves a la realidad más absoluta, con la sensación de jet-lag en tu cuerpo y, si lo que te despierta es el picotazo de una avispa, pues… “haber mirado antes de meter la mano”. Con toda esta historia pretendo deciros que la prudencia en el monte es tu billete de vuelta. Me picó la avispa y encontré otros bastante gorditos y de color marrón…¡ ojo ¡ no son espárragos trigueros; son espárragos de lobo o rabo de lobo o jopo y contienen alcaloides que mal administrados pueden tener un efecto tóxico.
Al igual que la cuscuta, se alimenta de otras plantas, es parásita.
Esta inflorescencia culmina entre marzo y mayo, abriéndose el pomo en flores escalonadas más o menos triangulares y con colores que van del beige al violeta pasando por el rosa, luego con el calor y los insectos maniobrando en sus interiores se polinizan, produciendo miles de semillas que como curiosidad, son las más pequeñas que se conocen; pero, aunque pueden aguantar hasta diez años sin germinar, cuando las condiciones son favorables, una raíz modificada llamada apresorio se lanza a la carrera sobre la raíz de la planta más cercana, la abraza y con una boquilla absorbe los nutrientes lentamente y finalmente acaba con su vida.
Bueno, hace su trabajo, una forma de mantener
el equilibrio entre la población vegetal.
El espárrago de lobo también se alimenta de cultivos. Es capaz de esparcir sus semillas con el viento y afectar al 100% de lo sembrado por lo que el agricultor se ve obligado a mantener limpio el terreno, porque, una vez que se instala, es muy difícil eliminarlo.
Como veis, la naturaleza es sabia, una maquinaria de relojería engrasada: Ahora, los excesos se pagan y mientras no tengamos una conciencia real del abuso al que la sometemos, la iremos perdiendo poco a poco.
¿Mis nietos llegaran a conocer las abejas?, ¿la cuscuta?, ¿los Bombus?, ¿el espárrago de lobo?, ¿las piedras de la playa?.
A mi me gustaría y ¿a vosotros?.
Pues a ver si hacemos entre todos una “piñica”
y nos ponemos manos a la obra.
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