miércoles, 12 de abril de 2017

ECO 34. LAS HERENCIAS.

LAS HERENCIAS, por A.F. García.

El ser humano, en la medida de disponibilidades, ha tendido a dejar siempre algo a sus sucesores y, a su vez, estos han procurado dejar algo en su tumba. Gracias a ello hoy podemos admirar obras imperecederas y los investigadores de la historia disponen de fuentes para reconstruirla. De lo que no ha quedado rastro es de las grandes fortunas, ni siquiera de metales preciosos si no han sido utilizados como material artístico. El relato de Viajes de Marco Polo recoge la leyenda según la cual el último califa de Bagdad fue encerrado por los invasores turcos en el sótano donde guardaba su tesoro conseguido a base del hambre de sus súbditos, donde falleció de ella.

Hasta hace no mucho los poderosos se hacían construir grandes mansiones, que fueron el orgullo de su linaje y la admiración, por su magnitud y belleza, de las siguientes generaciones. En no pocos casos llegaron a acumular tesoros artísticos de especial calidad de autores de renombre a los que incluso habían llegado a patrocinar.

Aparte de esto ¿queda algo de las grandes fortunas acumuladas? No solo me refiero al tesoro evangélico, que ni ladrón roba ni polilla corroe.

“No se os haga tan amarga
la batalla temerosa
que esperáis,
pues otra vida más larga
de fama tan gloriosa
acá dexáis”
(Jorge Manrique).    

No hace muchos días aparecía en internet que las ocho fortunas más grandes acaparaban la mitad del capital del Planeta. Esas familias ¿acaparan esa misma proporción de felicidad? ¿Qué será de ellos al cabo de medio siglo?.

En nuestro país algunas familias han hecho fortunas mientras se ha empobrecido la mayoría de los ciudadanos. En algunos casos fue de forma fraudulenta. No estamos seguros de que acaben en prisión y menos de que reaparezca el producto del fraude; siempre habrá hábiles juristas que harán que aparezca como legal lo que ha sido una deshonesta estafa. Tendrán su dinero a buen recaudo, disfrutarán de él; pero no con la seguridad y satisfacción de quien lo ha obtenido honestamente; siempre tendrán enfrente la posibilidad de la censura en los medios, en la calle, hasta dentro de la misma familia, si no es en la segunda generación será en la tercera; no lo podrá evitar el amigo cómplice que está en el poder ni el avispado jurista. Más que nunca el hombre corre, hasta sin decencia en muchos casos, tras la fortuna volátil.

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