¿NO SIEMPRE ES UN BUEN DÍA?, por Nuria Llerena
El ser humano pasa la vida buscando la
felicidad, sentirse mejor y aunque muchas veces lo hace de forma inconsciente, emplea
mucho tiempo en mejorar su calidad de vida. Desde pequeños competimos por ser
los mejores en todo porque nos han inculcado que los mejores serán los
primeros, serán los que tengan sueldos más altos, puestos de mayor
responsabilidad,, mejores vidas… pero esto, ¿realmente es así?. Conozco muchas
personas que han estudiado duro para encontrar el trabajo que querían, que
tienen un buen sueldo, una buena casa y un coche fantástico y aún así, no son
felices. Es evidente que para poder vivir en paz, necesitamos tener nuestras
necesidades cubiertas, no solo las primarias, pero no siempre el tener más
cosas hace que nuestra vida sea mejor. Cuanto menos tenemos, menos tenemos que
preocuparnos por ello (que nos lo roben, que nos lo rompan, que un huracán se
lo lleve...) por lo que, a veces, el no tener también tiene sus ventajas. Quizá
haya llegado el momento de parar un instante y darnos cuenta de que
pertenecemos a ese reducido tanto por ciento de seres humanos que habitan este
planeta que tiene un plato de comida caliente cada día, agua potable y un techo
bajo el que cobijarnos. Quizá también sea el momento de dar gracias por ello,
porque esa también es una forma de hacernos conscientes de lo afortunados que somos.
Y aunque nos propongamos a diario trabajar en
nosotros mismos para ser un poco más felices cada día, “por desgracia” vivenciamos
situaciones en las que es muy difícil sentir felicidad.
Todos pasamos momentos en la vida en los que
la tristeza se adueña de la situación, momentos difíciles en los que la
preocupación o el cansancio son los protagonistas. La vida fluctúa, es cíclica,
los cambios de estación nos hablan de ello y nosotros, como seres vivos que
somos, también cambiamos, crecemos, evolucionamos…; y para ello es necesario sentir
todas las emociones. Aunque busquemos ser felices, es irremediable estar de vez
en cuando tristes e incluso permitirnos pasar una temporada tristes, porque
todas las emociones hacen su labor, en el fondo son buenas y hay que
exteriorizarlas, no es conveniente que se queden dentro. Es tranquilizador hablar
de lo que sentimos y de como nos sentimos; no pasa nada por estar tristes, por
llorar, que desahoga mucho, lo importante es no quedarnos ahí, “enganchados” en
la tristeza. Tenemos que hacer por normalizar la vida y encontrar la parte
buena a ese suceso que nos ha desestabilizado, aunque a veces resulte difícil
encontrarlo; cada vivencia tiene una parte positiva, un aprendizaje. Cada
experiencia de nuestra vida va forjando nuestra forma de ser y la forma en la que
la vivenciemos, la sintamos, la expresemos, hará que esas situaciones que no
nos gustan, que nos hacen sufrir, pasen de forma más suave, sacando la
enseñanza, para de esta forma poder decir, con conocimiento de causa que:
Sí, ¡Siempre es un Buen día!
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