lunes, 26 de septiembre de 2022

ECO.68 ALGUNAS CONSIDERACIONES SOBRE LA DIVERSIDAD DE GÉNERO (V)

Algunas consideraciones sobre la Diversidad de Género (V), por Juan Miguel Ortiz, Doctor en Medicina 


(continuación)

DesTrans

Ya se han comentado algunas de las preocupaciones que se plantean ante los cambios sociales que presenta la disconformidad con el sexo asignado al nacimiento en función del genotipo frente al comportamiento asignado culturalmente al género que se cree tener.

El problema fundamental lo plantea la exigencia de algunos grupos y partidos políticos de admitir el derecho a cambiar de sexo sin necesidad de más trámite que la decisión soberana del individuo.

Una vez admitido este principio la consecuencia inevitable es la desaparición de la diferencia de género como tal o dicho en conceptos del feminismo clásico “si cualquiera puede ser mujer sin más que declararlo las mujeres dejamos de existir como tales” (vale igualmente para los hombres). El corolario es, evidentemente, que el género debe de desaparecer de los documentos de identificación (registro de nacimientos, de defunción, etc.) de la misma forma que no se explicita la religión que se profesa o no. Muy probablemente esto facilitaría la eliminación de discriminaciones basadas en el sexo, aunque es evidente que no podrán desaparecer totalmente mientras no se igualen los fenotipos correspondientes. Por eso se hace manifiesta la crítica de algunos al concepto de género en el sentido de señalar que se trataría de una “pura construcción jurídica sin correspondencia real”.

Es curioso constatar que los primeros problemas aparecidos en los medios de comunicación son los relacionados con la actividad deportiva. En general aparecen en los casos de deportistas, sobre todo en competiciones individuales, que han pasado de hombre a mujer y que cuando competían como hombres contra hombres tenían marcas mediocres y que al pasar a competir como mujer contra mujeres obtienen fácilmente registros sobresalientes (aparte de las quejas por su presencia en vestuarios, etc.). Hay casos en natación, lucha y otros. En algunas federaciones se pretende resolver mediante restricciones en los niveles de algunas hormonas en sangre (por ejemplo testosterona) pero esto no serviría de mucho cuando el cambio de género se permita sin ningún requisito de tratamiento farmacológico o quirúrgico e intentar impedir su participación a quien ha declarado un cambio de género pueda denunciarse como discriminación.

Otro problema importante que se plantea como consecuencia del cambio de género es el económico. También en palabras del feminismo clásico las técnicas de afirmación de género suponen tratamientos hormonales de por vida e intervenciones quirúrgicas costosas que implican “un gran negocio para compañías farmacéuticas y para algunas clínicas” y que en algunas comunidades serán financiados por los contribuyentes en general, si se incluyen en la carta de servicios financiados por los sistemas públicos de salud, y no por los propios interesados como suele ocurrir con ciertos tratamientos estéticos.

En los países en que gran parte de la asistencia sanitaria no es pública, sino que se obtiene mediante empresas de seguros son éstas las que incluyen o excluyen las técnicas de afirmación de género del panel del seguro contratado.

Por su parte los Estados pueden emplear su poder legislativo para “premiar o castigar” a las compañías de seguros según que estas incluyan o no los tratamientos de afirmación de género en sus paquetes de seguros permitiendo o no desgravaciones fiscales asociadas a la consideración de cooperadores en la salud pública.

La discusión se centra finalmente en la consideración de si existe o no evidencia clínica sobre los beneficios en la salud de la afirmación de género.

Quienes los niegan lo emplean como argumento contra su financiación pública y por eso resulta esencial considerar si la disforia de género es o no una enfermedad.

Los que creen que se trata de una simple decisión personal sobre qué género les corresponde y consideran un derecho cambiar o no sin más que su voluntad, tienen difícil justificar que los gastos que se ocasionen para lograr su cambio deban ser pagados por otros cuando no van a producir ninguna mejora en su salud que, por definición, no está alterada.

Puesto que estas técnicas producen mejores resultados cuanto más joven es la persona sobre las que se realizan se plantea la cuestión de que en muchos casos se aplicarán sobre menores de edad (en muchos casos menores de 14 años). No es fácil justificar el admitir sin más la voluntad del menor en asunto como éste cuando se trata de personas a las que se les limita su iniciativa en otros asuntos relacionados con la salud. Si a un menor no se le puede vender alcohol o tabaco, aunque exprese de manera indubitable que desea beber o fumar o no se le permite el matrimonio o acceder a tener relaciones sexuales consentidas es ilógico permitir que se administre hormonas que pueden producir cambios somáticos permanentes y mucho menos que acceda a una castración sea física o química cuando ni siquiera la aquiescencia de quienes ejercen la patria potestad permite transgredir algunas de las citadas limitaciones. Esto explica la crítica de la mayoría de los expertos a las legislaciones que favorecen los procesos de transformación en menores de edad. Por otra parte, la existencia de menores con disforia de género es un hecho y es lo que alegan los partidarios de legalizar los tratamientos a menores. Parece que lo más razonable sería acudir a la ayuda psicológica o psiquiátrica en el caso de menores y dejar las técnicas quirúrgicas y hormonales para los adultos a pesar de tener que dejar pasar de largo la ventana de oportunidad que ofrece la detención de la pubertad mediante tratamiento hormonal. En todo caso parece razonable que debería ser excepcional aplicar tratamientos de afirmación de género en menores de edad (sean hormonales o quirúrgicos).

El tratamiento a edades tempranas o sin requisitos previos conduce a un nuevo problema que es el de las personas que realizado el cambio de género descubren que desean deshacer lo hecho y volver atrás. Lo denominaremos DesTrans o, por analogía, disforia de transgénero.

De la misma manera que el aumento de la atención mediática a las personas trans parece incrementar la frecuencia de quienes están disconformes con su sexo, el aumento de personas que han llevado a cambio el proceso de afirmación de género ha provocado la aparición de personas disconformes con su nuevo género y que quieren volver atrás.

 

(continuará)





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