lunes, 6 de junio de 2022

ECO.66 SEMANA SANTA

SEMANA SANTA, por A.F.García 

La Semana Santa es, sin duda, la semana más significativa del año. Es como la confirmación del final del invierno y el principio de la primavera. En este año lo ha compartido así. Ha habido días fríos y lluviosos; pero la semana ha terminado bien, como un regalo del Creador a los que han proyectado salir. Y ha habido salidas, casi a nivel anterior a la pandemia.

Unos 9 millones por carretera.

Unos 2,5 millones por avión y unos 2 millones por ferrocarril.

Y la ocupación hotelera ha alcanzado en promedio un 85%.

Estos datos sólo demuestran la cantidad de personas que han salido de vacaciones esta Semana Santa.

¿Qué objetivos se planteaba cada persona, cada familia y de qué manera han ocupado el ocio? Tratándose de Semana Santa las opciones son mucho más diversas que en cualquier otra semana del año.

El descanso necesario frente a la rutina diaria.

Visitar lugares, poblaciones, espacios naturales, monumentos, acudir a procesiones… Las de Semana Santa son especialmente espectaculares para creyentes y no creyentes.

Esas muestras externas de fe, con el esfuerzo, la preparación y entrega son dignos de aprecio, consideración y estímulo para no poca gente.

Desde un punto de vista meramente cultural nuestras tradicionales procesiones han dado lugar a grandes creaciones artísticas: grandes imagineros como Francisco de Salzillo o Gregorio Hernández, preciosos trajes y bordados como los de Lorca.

Algunos cristianos intentamos hacer lo que Cristo ha puesto a nuestro alcance, tal como dijo a la samaritana cuando ésta le pregunta dónde adorar a Dios. “Dios es espíritu y los verdaderos adoradores adorarán a Dios en espíritu y verdad” y completa cuando un fariseo le pregunta cuál es el principal mandamiento: “Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente. El segundo es semejante éste. Amarás a tu prójimo como a ti mismo”.

 

¿Cómo no voy a adorar y rendir culto al Creador, al que me ha creado y me está sosteniendo cada día, cada minuto? Y me siento útil cuando me falta menos de un mes para cumplir 82 años con una calidad de vida aceptable. Puedo preguntar como Lope “¿Qué tengo yo que mi amistad procuras?”

A aquél que murió en una cruz perdonando a sus verdugos ¿no merece que le ame con toda mi alma?



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