lunes, 6 de junio de 2022

ECO.66 RINCÓN DE LA LECTURA: "PERIBÁÑEZ Y EL COMENDADOR DE OCAÑA"

RINCÓN DE LA LECTURA: "PERIBÁÑEZ Y EL COMENDADOR DE OCAÑA", por A.F.García



Félix Lope de Vega Carpio nació en Madrid en 1562 y falleció en la misma ciudad en 1635. La presente obra la publicó en 1614.

Sitúa la obra entre Ocaña y Toledo en verano de 1406, último año de reinado de Enrique III.

Los protagonistas son dos campesinos de Ocaña y el Comendador de la Villa. Aquéllos se casan durante el periodo de la siega, que coincide con la fiesta de la Asunción y Corpus de agosto.

 

   “¿Dícete muchos amores?”.

   …..

   “Él de las mulas se arroja

    y yo me arrojo en sus brazos;

   ..…

   y él lo paga, porque a fe,

   apenas bocado toma,

   de que, como a su paloma,

   lo que es mejor no me dé”.

 

¿Tanta huella dejó Casilda en el ánimo del Comendador cuando amable y solícitamente le atendió de la embestida de un toro a la puerta de su casa?

Días después, sabiendo que ella iba a Toledo, la sigue de cerca, a escondidas; y a escondidas, mientras ella entre sus primas está contemplando la Procesión de agosto, encarga a un pintor que la pinte.

 

   “La luz faltará muy presto.

   No lo temas que otro sol

   tiene en sus ojos serenos,

   siendo estrellas para ti,

   para mí rayos de fuego”

 

Reunida la cofradía de san Roque, deciden llevar su imagen al pintor que la restaure; resultan ser Peribáñez y Antón y allí reconocen el cuadro de Casilda.

Hecho el encargo, regresan no sin pasar por donde están los segadores que habían pernoctado en el portalón de su casa. Les sorprende cantando una copla que le atañe entre orgullo y preocupación:

 

   “Más quiero yo a Peribáñez,

   con su capa, la pardilla,

   que al Comendador de Ocaña

   con la suya bien guarnida”

 

Esto proclama Casilda desde su balcón, trancada la puerta de su aposento ante la ya supuesta llegada del Comendador que tiene que oír desde la calle, en presencia de los segadores, la bella exaltación de las labores del campo y de su marido.

El moro de Granada se niega a pagar parias. Enrique III, lleva días en Toledo preparando una expedición y envía Cartas a Ocaña pidiendo tropas. El Comendador dispone de enviar dos compañías: una de labradores a mando de Peribáñez, con rango de capitán; otra de hidalgos al mando de un alférez.

 

   Comendador.        Sí; mas mira

   que amor en ausencia larga

   hará el efecto que suele

   en piedra el curso del agua.

 

Sin embargo, si el Comendador es artero pensando en el futuro, Peribáñez no lo es menos. Por ello, se postra ante él y da su espada a aquél para que le nombre caballero:

 

   Peribáñez.  ¿Qué falta agora?

 

   Comendador.                   Jurar

   que a Dios, supremo Señor,

   y al Rey serviréis con ella.

 

   Peribáñez. Eso juro, y de traella

   en defensa de mi honor,

   del cual, pues voy a la guerra,

   a donde vos me mandáis,

   ya por defensa quedáis,

   como señor desta tierra.

 

    Mi casa y mujer, que dejo,

   por vos, recién desposado,

   remito a vuestro cuidado

   cuando de los dos me alejo.

 

   Comendador.   ... Algo confuso me deja

   el estilo con que habla

 

Peribáñez, al frente de sus labradores avanza a paso decidido por delante de los hidalgos. Ya cercanos a Toledo, paran a hacer noche y encomienda el mando al alférez.

Al galope tendido de su mula, que parece compartir sus pensamientos antes de una hora está de vuelta. Sabiendo que hay música a la puerta de su casa, accede desde la casa de Antón a sus corrales y sus cuadras, temiendo que sus animales se alboroten y le delaten.

Se acerca hasta que puede oír lo que se habla; y llega un momento en que se siente obligado a intervenir.

 

   Comendador. Ya no puede mi afición

   sufrir, temer ni callar.

   Yo soy el Comendador,

   yo soy tu señor.

 

   Casilda.               No tengo

   señor más que a Pedro….

 

   Comendador.                        Vengo

   esclavo, aunque soy señor.

 

   …dejadme a ver lo que puedo.

 

   Casilda: Mujer soy de un capitán,

   si vos sois Comendador.

  Y no os acerquéis a mí,

   porque a bocados y a coces

   os haré…

 

   Comendador. Paso y sin voces.

 

   Peribáñez. ¡Ah, honra! ¿Qué aguardo aquí?

   …..

   Perdonad, Comendador;

   que honra es encomienda

   de mayor autoridad.

 

   Comendador.                   No quiero

   voces ni venganzas ya.

   Mi vida en peligro está.

   Solo la del alma espero.

   No busques, ni hagas extremos,

   pues me han muerto con razón.

   Llévame a dar confesión

   y las venganzas dejemos.

   A Peribáñez perdono”.

 

Peribáñez y Casilda a la grupa de su yegua salieron hacia Toledo. Enrique III y su Condestable ya sabían que el Comendador había muerto a manos de Peribáñez y se habían ofrecido mil ducados por su captura. Sin embargo, afronta su situación.

 

   Peribáñez. …Yo soy Peribáñez.

 

   Rey.                                     ¿Quién?

 

   Peribáñez. Peribáñez, el de Ocaña.

 

   Rey. ¡Matadle, guardas, matadle!

 

   Reina. No en mis ojos. Teneos, guardas.

 

   Rey. Tened respeto a la reina.

 

   Peribáñez. Pues ya que matarme mandas,

   ¿no me oirás siquiera, Enrique,

   pues Justiciero te llaman?

 

   Reina. Bien dice. Oídle, señor.

 

   Rey. Bien decís; no me acordaba

   que las partes se han de oír….

 

   Rey. ¿Qué os parece?

 

   Reina.                        Que he llorado;

   que es la respuesta que basta

   para ver que no es delito,

   sino valor.

 

   Rey.                  ¡Cosa extraña!

   ¡que un labrador tan humilde

   estime tanto su fama!

 

   …y a un hombre de este valor

   le quiero en esta jornada…

 

   Peribáñez. Con razón todos te llaman

   don Enrique el Justiciero.

 

   Reina. A vos, labradora honrada,

   os mando de mis vestidos,

   cuatro, porque andéis con galas…





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