sábado, 31 de julio de 2021

ECO.61 Rincón de la lectura: Javier Reverte ( y II)

 Rincón de la lectura: Javier Reverte (y II), por Andrés Pérez García

(continuación)

La civilización griega comienza en las llanuras y en las costas de Argos y en la isla de Creta, allá por los 1800 años antes de Cristo, con las emigraciones del norte. Aqueos es el primer pueblo que llega a Tesalia y se instala en el Peloponeso y su rey Atreo funda Micenas, cuna de la fuerza y esplendor de Grecia; es la primera potencia marítima siendo Agamenón y Orestes sus últimos dioses, también en aquel tiempo florece Esparta, cuyo rey Menelao era esposo de Helena, que con su huida con Paris provoca la guerra de Troya. Pero los aqueos no eran solamente guerreros sino virtuosos visionarios que supieron ver el mundo de forma especial y de diseñar los valores del hombre, aspectos que han influido grandemente hasta nosotros. En los tiempos de Pericles volvió a surgir el espíritu aqueo en el alma jonia que llevó a Atenas a su máximo esplendor en la política, en el pensamiento y en las artes.



Nos habla de las virtudes que tenía que poseer el caballero griego y nos sigue contando que la areté de Aquiles se cifra en el heroísmo en el combate; la de Ulises era en la capacidad para engañar. Aclara que los conceptos morales de los griegos no se parecían en nada a los nuestros, que sus dioses no eran buenos ni justos como lo es el dios cristiano, sino infinitamente malignos e infinitamente caprichosos. En los aqueos, el culto al valor y al heroísmo estaba por encima de otros; era el deber lo que tenía que seguir su conducta. Todo ello trajo que el ideal aqueo fuese únicamente la gloria y la fama, alumbrando un ideal propiamente estético. Habla que hay que ser bello para ser noble. Esta idea fue transmitida por Homero primero y por Platón y Aristóteles después, recogida por Alejandro Magno y llegando hasta nuestros días: “¡Más vale morir de pie que vivir de rodillas!” gritaba la Pasionaria en el Madrid cercado por el fascismo. “Un hombre puede ser destruido, pero no derrotado”, escribía Hemingway. Don Quijote ambicionaba lograr la fama máxima en la más grande de las batallas.

Si Homero educó a Grecia y Grecia al mundo, no es descabellado pensar que en todos nosotros hay algo homérico comenta Reverte. Sigue contando la historia de Micenas, pero se va empujado por la corriente de turistas que sólo quieren fotografías y recuerdos. Allí en esos lugares tan pequeños ve uno la importancia de la palabra tan magistralmente expuesta por el poeta y que hace nacer la literatura, la fábula oral es contada por la palabra escrita. Nace así la Literatura.

Cuánto he disfrutado con esta colosal obra escrita de manera sencilla y comprensible, además de amena, que ha elevado mi alma a una emotividad muy intensa, llevado mi espíritu a vivir, con todos sus detalles, aquellos momentos helénicos. Deslumbrantes han sido los relatos de la batalla de Maratón y, sobre todo, del gobierno de Pericles en Atenas y la construcción del Partenón con su bella proporcionalidad lo mirases desde donde lo mirases.

No sé si Reverte era un gran conocedor de todo lo griego, que lo es, pero su fácil y completa pluma sabe transmitir a nuestro ser la gran virtud griega: la estética y la ética de las cosas y de los asuntos.

Pienso que si donde ahora reside nuestro insigne narrador se mueve de la manera que lo hizo cuando estaba entre nosotros, será una inmensa felicidad para los que estén junto a él.

Gracias, admirado y querido viajero.

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