lunes, 1 de julio de 2019

ECO.48 ¿VALE LA PENA?

¿VALE LA PENA?, por A.F.García


Un sábado, 20 de abril, el anterior al domingo de Pascua, subimos hasta la Torre de Santa Elena.  Todos los sábados, no estivales, nuestra Asociación, hace una corta caminata, que más bien es un cómodo paseo concertado entre amigos, que ni son todos de la Asociación ni tienen por qué serlo. Pero sí, es verdad que lo concertamos de una semana para otra.
Esta subida estaba pensada para el Sábado de Ramos, pero los que residen en el entorno saben que la noche anterior había llovido torrencialmente, por lo que lo aplazamos al sábado siguiente.

Por supuesto, para ese sábado, no quiere decir que para otros no, teníamos un plan especial: “Entrar en la Torre y realizar un breve recital. Era como celebrar el Día del Libro para el Club de Lectura Torre de Santa Elena, que cumple una docena de años.”

Lo que no esperaba es que la torre estuviera cerrada. A primer impulso, pudiera parecer como un portazo, una bofetada, pero mi sentido práctico me hizo recapacitar y agradecer a Dios que estuviera cerrado. En el fondo, era mejor; hacía bastantes semanas que habíamos comentado, a la vista de algunos actos vandálicos que hemos comentado en el anterior número, la necesidad de solicitar su cierre. Una de la compañeras ya se había apresurado a pedírselo a la funcionaria municipal de la OMITA.

Después de tomar alguna foto de aquel grupo de más de 20 personas, que, dispersados disfrutaban del bello entorno, la agradable mañana y la espléndida panorámica, en que la transparencia del horizonte hacía confundirse el claro azul del el más denso del plácido mar. repartí copias de mis 3 romances entre quienes aceptaran o se ofrecieran a participar. Así más de un francés, algún inglés y algún flamenco… pidieron copias y participaron lo mejor que supieron, que en absoluto desmereció, pues pusieron su alma, su emoción y buen gusto en ello…

Se trataba de dos romances fronterizos a cada cual más romántico:
Por la vega de Granada”, de José Zorrilla.
Servía en Orán al Rey” de Luis de Góngora.

Como les supo a poco añadimos el tan manejado “Conde Niño”.

Quienes tenían una copia quisieron quedarse con ella, diciendo que les gustaba. Estoy seguro que sí; nos gustaban a todos. Acepté, claro ¿Qué más quiere uno, un animador a la lectura? Nuestra historia y cultura valen la pena.

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