lunes, 1 de julio de 2019

ECO.48 ALCALÁ DEL JÚCAR; NATURALEZA E HISTORIA


ALCALÁ DEL JÚCAR: NATURALEZA E HISTORIA, por Mª José García Valenzuela


Alcalá del Júcar es uno de esos lugares que no te cansas de visitar. Un oasis en la comarca de La Manchuela, encajado entre la montaña y una de las hoces del río Júcar. Este municipio ofrece unas vistas impresionantes desde cualquier rincón.

Para acceder a Alcalá de Júcar hay que circular por una carretera sinuosa, de gran atractivo para los motoristas. La primera calle del pueblo a la que se llega, formaba parte del Camino Real de Castilla a Levante. Es la calle Asomada, desde donde tenemos una magnífica panorámica. El pueblo está rodeado de “parás” —o terrazas en las laderas—, de pino carrasco repoblado, higueras, plantas aromáticas y de “atochas” —o esparteras-. Alcalá son calles irregulares, con casas que visten las paredes de la montaña, muchas son fachadas que identifican una casa-cueva. Precisamente, el barrio del Batán es el que aglomera mayor número de éstas encajadas en la peña. Muchos túneles atraviesan la blanda roca caliza, cuya erosión moldea este paisaje cambiante.


Otro ejemplo de cómo el pueblo se ha adaptado a la orografía es su curiosa Plaza de toros, única en su género por su forma irregular que puede recordar al casco de un barco. Apoyada entre un trozo de peñón, que guarda una cueva donde se ubicó la ermita de San Pedro, y la peña en la que se apoya el graderío del sol, la construcción de la plaza es muy sencilla, de tapial de mortero y piedra. Especialmente utilizada a principios del siglo XX, el coso actualmente acoge eventos culturales y novilladas en las fiestas del patrón en agosto. A propósito de ello, en esos días también se celebran los tradicionales descensos en carretilla por las calles del pueblo.


El río tenía una gran importancia en los orígenes de la población. En sus orillas los principales hallazgos arqueológicos son de época íbera y destacan los restos de un horno de recipientes cerámicos cerca de la cueva fortificada del Rey Garadén. Actualmente, sigue siendo un recurso fundamental para el pueblo, que continúa explotando las tradicionales huertas y se pone al día aprovechando las frías aguas del río truchero con distintas posibilidades de ocio como el turismo activo, además de una más que agradable “playa” en el mismo centro del pueblo y refrescantes zonas de paseo por la ribera. Varios son los puentes que cruzan el río, pero destaca el llamado Puente Romano (que no es romano) o Puente Viejo, que tuvo mucha importancia por ser aduana del mencionado Camino Real.


La visita estrella fue la del Castillo. Tiene un torreón de defensa de la época almohade, siglos XII y XIII, de forma pentagonal con dos pequeñas torres de planta circular, dispuestas en tres alturas, y restos de una antigua muralla que rodean la fortaleza. Los indicios apuntan a que ya hubo aquí asentamientos íberos y romanos, que eligieron el cerro como punto de vigilancia y defensa, por su inmejorable situación estratégica sobre la montaña y buena línea de visión del horizonte. Hay que mencionar que, en el camino de la entrada al conjunto del castillo, pueden verse numerosos fósiles de plantas incrustados en las piedras de acceso y una gran roca con numerosos fósiles de caracoles lacustre planorbis o caracoles de agua dulce, evidencia de la existencia de una laguna dulce anterior a la formación de las hoces del Júcar.


Imprescindible es la visita a alguna de las cuevas del pueblo, como la Cueva del Diablo, a la que entramos. Pasamos por sus galerías, pasillos, túneles, que en su día se usaron como viviendas y palomares, y que hoy acoge una muestra de utensilios y mobiliario típicos, además de una zona de restauración con varias acogedoras salas-cueva con terrazas naturales.

Alcalá del Júcar es un lugar pintoresco, sencillo y acogedor con gente llana y encantadora como nuestra guía María. Un lugar que invita a disfrutar de su paisaje, a pasear por la ribera del río con su frescor y su vegetación, a subir por sus cuestas y alcanzar el castillo. Es un lugar que apetece contemplar desde arriba de la peña y desde abajo, junto al río.






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