miércoles, 29 de enero de 2025

ECO.82 LA INTELIGENCIA ARTIFICIAL (IA), ES ¿BUENA O MALA?

LA INTELIGENCIA ARTIFICIAL (IA), ES ¿BUENA O MALA?, por Juan M. Ortiz, Doctor en Medicina

 

No hace mucho comentábamos las posibilidades de la Inteligencia Artificial (IA), su posible regulación y algunos beneficios y peligros.

No hemos tenido que esperar mucho para encontrar casos REALES de buen y de mal uso de IA.

Empecemos por uno malo (con posible solución).

En Estados Unidos (de donde procede la noticia) la mayor parte de los ciudadanos dependen para su cuidado médico de seguros que, con frecuencia, se negocian en sus coberturas junto con el salario. En España las personas que dependen de seguros privados de salud son menos, pero el número va incrementándose conforme el sistema público fracasa en su intención de asegurar una asistencia, no sólo de calidad, sino realizable en un tiempo razonable. Efectivamente las listas de espera de varios meses, a veces muchos meses, conducen al ciudadano a añadir un seguro privado a las coberturas que le garantiza el sistema público.

El mal uso de la IA se ha detectado ya; e incluso se han planteado demandas y cito: “El Subcomité Permanente de Investigaciones del Senado de Estados Unidos informó en octubre que su investigación en profundidad había descubierto que las aseguradoras estaban utilizando algoritmos automatizados de autorización previa para denegar sistemáticamente servicios de atención post-aguda a los afiliados”.

Es decir, se niega el permiso para que te hagan una determinada prueba, sin intervención médica, con un algoritmo de IA.

El problema es doble; se hace sin que te vea el médico y además, el algoritmo puede estar sesgado a favor de la aseguradora para ahorrar gastos.

En los seguros privados españoles existe la necesidad de solicitar autorización para determinadas pruebas, en el sistema público el acceso al especialista depende del médico de asistencia primaria. La tentación es muy fuerte; para las primeras es razonable que tiendan a disminuir gastos (ninguna objeción cuando son innecesarios) para el segundo su queja más frecuente es el exceso de trabajo burocrático y para disminuir eso la IA se pinta sola.

 

¿Hay solución?

En los mismos Estados Unidos, en California se han planteado la cuestión y cito nuevamente: “La Ley de Toma de Decisiones por parte de los Médicos (SB 1120*) entra en vigor el 1 de enero. Fue apoyada por docenas de organizaciones y grupos médicos, la Asociación de Hospitales de California y varios grupos de defensa de los pacientes. Los grupos de la industria de seguros se opusieron al proyecto de ley.

Mientras escribo esto los informativos dan la noticia del asesinato de un dirigente de una de las mayores compañías de seguros de Estados Unidos. Presto atención al asunto y descubro que el presunto asesino, ya detenido, se queja de las aseguradoras. En la misma revista médica (Medscape) donde aparece la noticia sobre aseguradoras e IA leo un artículo cuyo contenido se puede adivinar por el titular “Los médicos muestran poca compasión por el director ejecutivo de una aseguradora asesinado”. En los siguientes días las noticias señalan cómo el presunto asesino (el hecho parece premeditado y se ataca por la espalda) está siendo tratado en las redes sociales como un presunto héroe.

¡Qué gran oportunidad para escarmentar en cabeza ajena! En esencia se trata de regular dos cosas, primero que sea obligatorio informar al interesado de que en la decisión ha intervenido la IA y segundo que haya sido supervisada por un médico.

Y ahora la buena. Procede de la misma revista.

Los robot son una de las aplicaciones más antiguas de la IA. La denominación proviene de 1920 cuando Karel Capek escribió la obra de teatro R.U.R o Robots Universales Rossun, la palabra procede del checoslovaco robota (esclavo). La obra, no muy extensa, merece un comentario aparte. Tiene como antecedente literario El Golem de Judá Loew Ben Bezalel, pero lo dejaremos para otra ocasión.

La noticia es la utilización de robots como mascotas. Se trata de robots del tipo perro o gato, que, aunque no se mueven, responden cuando los tocan o detectan movimiento con sonidos similares a los animales reales. Se suponen que resultarán útiles sobre todo en adultos mayores que no puedan hacerse cargo de animales reales.

Se les proporcionaron a personas mayores, deprimidas, mujeres mayores de 65 años. Los investigadores estudiaron si había diferencias en algunos índices relacionados con la depresión. Tanto la puntuación de depresión, como la de ansiedad se redujeron a valores cercanos a la mitad de lo que tenían un mes antes de recibir los perros o gatos robot. La puntuación de soledad también se redujo y, por otra parte, mejoró la valoración que las personas daban a su estado de salud.

Hasta aquí los hechos. Ahora algunas preguntas que se plantean sobre ellos.

¿Estamos corriendo el riesgo de sustituir la interacción con personas por la interacción con objetos? Ciertamente, pero para alguien que vive solo, lejos de su familia y con pocas amistades es posible que un robot sea algo más que nada. Quien conversa con su perro o su gato real ¿no podría hablar con su mascota robot?

Mi experiencia es que resulta muy fácil. Hace tiempo me regalaron una cajita con la que puedo hablar (le pregunto cosas y me contesta) y reconozco que muchas veces me cuesta trabajo no darle, educadamente, las gracias cuando me avisa de la hora, o de que lloverá pronto. Y eso que tengo muy claro que es un artefacto electrónico. Por cierto, también tiene respuesta en estos casos.

Los robots que imitan animales ¿podrían provocar en las personas una reacción infantil? Por ejemplo, haciéndoles creer que tratan con animales reales. Y ¿qué ocurriría si en vez de perros o gatos fueran robot con apariencia humana, capaces de mantener una conversación o de ayudar en alguna tarea? Ya es un negocio boyante la producción de robots humanoides para mantener relaciones sexuales ¿por qué no para aliviar la soledad?

Por supuesto que surgirán situaciones, que por el momento sólo imaginamos, como los celos cuando se vive en comunidad respecto de otros u otras que se relacionen con “nuestro” robot, o las posibles conductas agresivas ¿quién no ha visto a alguien golpear a una máquina que no hacía lo que su dueño quería?

Y ¿el duelo cuando nuestro perro, gato, o humanoide robot se estropee o sus pilas queden obsoletas y no se puedan sustituir?

Por si acaso podemos empezar a ahorrar…


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California Senate Bill 1120




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