FEMINISMOS Y COSAS ASÍ, por Ildefonso Arenas
En los últimos tiempos no paro de
leer sobre las diversas formas existentes de feminismo. En los periódicos,
quiero decir. Es algo que me ha sugerido una idea, la de que vivimos unos tiempos
en que la búsqueda de una identidad no sólo sexual, sino de género, preocupa
mucho a la vertiente más intelectual de nuestra sociedad. El Mundo de hoy,
concretamente, publica un denso artículo encabezado por la sentencia ‘Las
mujeres tienen más poder del que creen, su vulva gobierna el mundo’. Lo firman
un hombre y una mujer, o un varón y una hembra, de modo que no deberíamos
sospechar de algún sesgo de género. A mi juicio es interesante, así que
recomiendo leerlo pese a que a veces resulte algo difícil de seguir, cosa que
se pone de manifiesto al recopilar los términos, no sé si sociológicos o
simplemente intelectuales, de los que se sirven los redactores para transmitir
sus ideas. Estos son, entre otros, FDS o Female Dating Strategy, Manosfera,
Cosificación, Machoverso, Hembraverso, Femesfera, Feminismo Mainstream,
Tradwives, Femcels, Feminismo Reaccionario, Feminismo Mayoritario, Transfobia,
Feminsmo Esencialista, Feminismo Culpabilizador, Feminismo de Girlboss, Lego de
Carne, Feminismo de Izquierdas, #PrincessTreatmentOnly, Masculinidad Tóxica y
Feminismo Derechista. Los autores, además, consiguen abrumarnos (al menos a mí)
citando un elevado número de personajes importantes en este asunto, no sé si
por ser sociólogos, sexólogos, influencers, tiktokers o profesores. Estos son,
y espero no dejarme a ninguno, Nuria Alabao, Mary Harrington, Helen Lewis, Jill
Boyce Kay, Lize Dzjabrailova, Emiliano de Cristofaro y Rocío Bueno, cuya presencia
en el texto me ha hecho pensar que al no sonarme uno solo de ellos sin duda
vivo desconectado del mundo mundial.
Tras leerlo, un par de veces
porque a la primera es difícil que se te fijen las ideas dado que no trata de
algo en lo que piense todos los días, he recordado mi experiencia profesional,
de muchos años de trabajar con mujeres. Unas veces eran mis superiores, otras
mis iguales y otras mis subordinadas. He contratado a muchas y despedido a más
de una, he promocionado a no pocas y alguna hubo que me dejó plantado para irse
a otro departamento, o a otra empresa. No sabría decir con cuántas habré
trabajado a lo largo de mi vida, pero bien pueden ser más de doscientas. No
sólo he trabajado con mujeres, debo advertir. Los hombres habrán sido muchos
más. El conjunto de todo esto me ha permitido sacar alguna conclusión. La
principal es que, a igualdad de formación (intelectual, académica,
profesional), una mujer es tan competente como un hombre. Una segunda
conclusión, algo más sesgada, es que cuando he debido seleccionar una persona
para un puesto que implicara esfuerzo, compromiso, superación y saltar por
encima de las dificultades, me ha ido mejor eligiendo mujeres. La causa es clara:
en el mundo laboral español los hombres no deben vencer dificultades originadas
por su género. A las mujeres, en cambio, la sociedad les obliga a superar
infinidad de zancadillas, trabanquetas y prejuicios no sólo viriles, sino a
veces de otras mujeres. Eso hace que cuando llegan a una entrevista para un
puesto que requiera una férrea determinación lleguen muy entrenadas, porque la
vida les ha obligado a desarrollarla, mientras que a sus iguales machos eso no
les pasa, o no les suele pasar. Dicho en términos militares, a ellos el valor
se les supone, pero ellas han tenido que demostrarlo previamente. Una tercera
conclusión, menos relevante y quizá un pelín frívola, es que suelen tener un
mejor trato, y que además tienden a oler mejor. Supongo que a eso se debe que
durante los últimos años de mi vida profesional haya contratado más mujeres que
hombres y haya despedido más hombres que mujeres, pero no en números tan
grandes que sean significativos.
Un punto más: en lo que he podido
ver, en mi trato más o menos continuado con mujeres profesionales que hacían
muy bien su trabajo, las consideraciones feministas les daban de lado. En
general, con alguna excepción, les interesaba el tipo de trabajo, lo que se
esperaba de ellas, las oportunidades de promoción y la compensación económica.
Si en alguna reivindicación eran constantes, y según creo lo siguen siendo, es
en que a igual trabajo, igual paga. Una filosofía que, a título de curiosidad,
dejó establecida para la posteridad el ATA (Air Transport Auxiliary), nada
menos que en 1940, en los más feroces días de la Batalla de Inglaterra. Al
final va a resultar que el feminismo bien entendido, el de vérselas todos los
días con la Luftwaffe, toda ella de machos, lo alumbraron 168 aviadoras
británicas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Se ruega NO COMENTAR COMO "ANÓNIMO"